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Santuario Nacional Ampay: conoce la hermosa joya natural que es el orgullo de Abancay

El Santuario Nacional de Ampay, que cuenta con una extensión de 3,635.50 hectáreas, es una joya natural y turística de la región Apurímac, bastante extensa, en la que podrás contemplar una enorme diversidad de riachuelos y manantiales que le confieren una belleza e importancia única al lugar. Del mismo modo, este lugar te permitirá conocer el majestuoso bosque de intimpas (Podocarpus glomeratus), objeto de conservación principal del área natural protegida. Sigue leyendo y entérate lo que esta travesía tiene para ti.

Una vez instalados en Abancay, Apurímac, sabíamos que era casi una obligación ir a conocer el único Santuario que tiene esta ciudad. Así que con un día de antelación decidimos irnos a dormir temprano para arrancar el día de camino al pulmón de estas tierras.

El despertador se nos anticipó y nuestras alarmas sonaron a las 5 de la mañana indicándonos que la hora de partir a esta aventura había llegado. Todavía somnolientos, cogimos nuestras cámaras y subimos al bus sin titubear. Tardamos unos 10 minutos aproximadamente en llegar a lo que sería nuestro primer punto: “la estación ecológica”. Los guardabosques muy amables salen de sus cabañas para recibirnos con una calurosa bienvenida, nos piden que nos registremos y nos dan un par de indicaciones antes de arrancar la exigente caminata que nos esperaba.
No debemos perder ningún detalle y nos llama la atención  los letreros que adornaban esta parada, las cuales mandan mensajes que buscaban apelar a la conciencia del visitante sobre la importancia de conservar este tipo de Reservas. Estos carteles, además, nos advertían que no tendríamos conexión wifi en todo el camino, pero que a cambio nos ofrecería una conexión diferente. Una tregua que no dudaría ni un segundo en rechazar.

Una vez listos, iniciamos nuestro recorrido a pie a lo que sería la primera laguna: La laguna de Angascocha o laguna chica. Muchos no éramos conscientes de la ardua caminata que nos depararía. Mientras divisamos el hermoso paisaje lleno de árboles y flores silvestres, nuestro guía Ruso Martínez nos dijo que el silencio era primordial en este recorrido, ya que así las probabilidades de que avistemos animales como el venado cola blanca, al zorro andino, a la vizcacha o a especies como la taruca o puma catalogadas como en peligro de extinción aumentarían.
En medio de profundas conversaciones y filosofando sobre el rol del ser humano con la naturaleza, Ruso y yo, paramos de golpe y al mismo tiempo como si aquella conversación que sostenemos nos fusionara, inmediatamente,  nos percatamos que ahora ya no éramos 8 sino 6. Era evidente, los metros sobre el nivel del mar comenzaron a hacer efecto al punto de sufrir dos bajas. Apenas llevábamos treinta minutos de caminata y nos esperaban unos 45 más.
El sol comenzó a aparecer, lo que significaba que la deshidratación se aceleraría, muy hábilmente, Milenka, una compañera nuestra, comenzó a repartir botellas de agua, para poder aguantar lo que quedaba del camino, sabíamos que llegar iba a ser un logro meritorio poder llegar. Nuestras caras y las constantes paradas nos delataban. Había mucho en juego, la dignidad de algunos y la labor periodística de otros, era una obligación continuar.

Las Intimpas o “árbol del sol”, en quechua, una especie vegetal oriunda del Perú, estaban por todos lados, ellas fueron las testigos de lo mucho que nos estaba costando. Además de conferir una belleza e importancia única al lugar, nos brindaban oxígeno. Qué más podíamos pedir.
Encontrar alguna señal que nos indicara el tiempo o los kilómetros de distancia que faltaba parecía desesperarnos cada vez más. Por sentido común, sabíamos que ahora solo faltaban 15 minutos, pero queríamos asegurarnos. El guía nos recomienda dejar de mirar nuestros relojes y disfrutar de la maravillosa flora que nos acompaña.
Con cada paso, sabíamos que nos acercabamos cada vez más a la laguna porque era el bosque el que te anticipaba una bienvenida a través de sus formas. Lo sabíamos, ya no faltaba nada, y echarnos para atrás a este punto sería condenarse. Teníamos que hacer que cada peldaño subido lo valiera.
Y, así en medio de jadeos y con el corazón en la boca, comenzamos a avistar lo que sería una entrada orgánica a la laguna. Emocionados, y con lo poco de oxígeno que nos quedaba, no pudimos evitar soltar algunas miradas y sonrisas cómplices. Lo habíamos logrado, ante nuestros ojos estaba la imponente laguna de Angascocha. El azul de sus aguas dejó impresionado a más de uno y lo comprobé al ver los rostros ensimismados. No los culpo. ¿Cómo no estarlo?. Me atrevería a decir que este es el paisaje más bello que he podido divisar en mi corta vida. Cansada pero renovada al respirar aire tan puro. He vuelto a nacer.

Un ambiente al que lo rodeaban frondosos árboles y flores silvestres de todos los tipos y tamaños. Estamos a 3,250 m.s.n.m. y nos hemos detenido a tomar asientos, tal espectadores en una sala de cine, mientras nos dejamos llevar por el sublime momento que estamos presenciando. Aves nadando y regalándonos un espectáculo único, mientras le damos mordiscos a nuestras frutas. Es un placer para nosotros haber arribado a este lugar que nos ofrece el Santuario Nacional de Ampay. Un lugar lleno de vegetación y calma.
El pozo de agua que adorna este bello paraje, no es gratuito, proviene del hielo del glaciar de Ampay, que además alimenta a varias lagunas dispuestas en las zonas de menor pendiente de la montaña, nos explica Ruso. Y si en caso quisiéramos llegar hasta este proveedor principal de agua ,tendríamos que caminar unas cinco horas más. Una aventura tentadora que a su vez se traduce en un suicidio.
A 300 metros de donde estamos, se encuentra una zona de camping en donde ,si te animas, podrás pasar la noche para completar la travesía: visitar el Bosque de Intimpas, conocer la laguna Uspaq’ocha o laguna grande y el Nevado Ampay. Tras una prolongada y eterna parada aprovechamos en meditar y tomar algunas fotos, a las que se sumaron algunas mariposas.
Mientras cogíamos el aliento necesario de esta fuente de oxígeno tan potente, nos preparamos para el retorno el cual en resumidas cuentas fue más rápido. En este trayecto de retorno y con la calma que nos devolvió la laguna, nos detuvimos a contemplar los paisajes. La desesperación por llegar nos hizo perder de vista uno de los tres miradores que traía consigo el Santuario, siendo está Chuyllurpata, ubicado en el sector II, a 3,150 metros de altitud, el cual nos ofrecía una espectacular vista de toda la ciudad de Abancay.

Más pausados, acompañados de risas y anécdotas, estaríamos de regreso  a “ la estación ecológica” en donde encontraríamos a los dos compañeros que no pudieron continuar con esta desafiante caminata. Y como era de esperarse nos bombardearon de preguntas. No podíamos definir con palabras lo hermoso y satisfactorio que había resultado esta caminata para todos nosotros, así que preferimos mostrarles  las fotos y videos para que puedan tener una idea de lo que significó llegar a este punto.
Más que satisfechos por lo realizado, daríamos por finalizada esta travesía. Y ahora nos dirigiríamos dignamente a celebrar este glorioso triunfo con un buen Cuy Chactado.
La tarifa para los adultos es de 11 soles y para los extranjeros es de 30 soles. Los niños pagan 5 soles, al igual que los adultos locales, mientras que los niños locales pagan 3 soles.
Para acceder al Santuario Nacional Ampay se debe tomar, desde Lima, la carretera en dirección Nasca-Puquio-Abancay en un recorrido de aproximadamente 940 kilómetros. Otra ruta de acceso se tiene desde Cusco en dirección a Abancay, donde se recorren cerca de 200 kilómetros.

La Intimpa es el árbol más fino del mundo que sólo existe aquí es la única Reserva que tiene Abancay. El bosque de Intimpas es la parte más valiosa de toda la flora nativa del Santuario ,con unos 60 árboles por hectárea de 600, el cual llega a formar un ecosistema con gran número de plantas endémicas.

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