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Salud

A quién afecta la insuficiencia renal

Los riñones son dos órganos gemelos que forman parte, junto a los uréteres, la vejiga y la uretra, del aparato urinario. Este es el responsable de filtrar la sangre, formando así la orina, y expulsarla del organismo.

Situados de manera simétrica a ambos lados de la columna vertebral, justo debajo de la cavidad torácica, los riñones tienen aproximadamente el tamaño de un puño y forma de alubia. Contienen más de un millón de unos filtros minúsculos llamados glomérulos, que son los que, cuando están sanos, permiten a los riñones realizar diferentes funciones, entre ellas:

Filtrar los desechos y sustancias tóxicas de la sangre y producir la orina, que luego el uréter conducirá hasta la vejiga y posteriormente saldrá al exterior por la uretra.

Regular la hidratación de nuestro organismo: controlan la cantidad de líquido a conservar y elimina el líquido excedente.

Regular la concentración en la sangre de sustancias como el sodio, el potasio, el calcio, el fósforo, el bicarbonato y otros iones.

Entre sus funciones más relevantes para comprender qué ocurre cuando los riñones empiezan a fallar, se debe tener en cuenta que estos órganos regulan la tensión arterial, ayudan a la formación de los glóbulos rojos en la médula ósea (cuya carencia puede manifestarse como anemia) y contribuyen al desarrollo y buena salud de los huesos, evitando la fragilidad ósea. Diferentes razones pueden provocar el mal funcionamiento renal, volviendo a uno o a los dos riñones incapaces de realizar con eficiencia las anteriores funciones. Nuestra función renal es como una carretilla con dos ruedas: si nos falta una, pero la otra está en buenas condiciones, podrá realizar adecuadamente su función, aunque ese único riñón deberá protegerse especialmente para que la “sobrecarga” a la que está sometido no le lleve a fracasar también. De esta forma, el fallo de un único riñón en una persona que tiene otro riñón sano no producirá insuficiencia renal, si bien sí deberá seguir ciertas precauciones, por ejemplo, pasados los sesenta años de edad o cuando tome fármacos. Clásicamente, la insuficiencia renal puede presentarse de dos maneras:

Insuficiencia renal aguda (IRA): el riñón deja de funcionar de manera brusca, en un período de horas a días. Puede llegarse a necesitar tratamiento inmediatamente, incluso diálisis. En muchas ocasiones, es una alteración reversible con tratamiento correcto y que puede no dejar secuelas una vez se ha resuelto la causa.

Insuficiencia renal crónica (IRC): se trata de una alteración renal crónica que se mantiene en el tiempo. Avanza de manera progresiva e irreversible. El ritmo de su progresión dependerá de su causa, así como del resto de factores implicados en su aparición (edad del paciente, su estado general, manejo de la tensión arterial, evitación de fármacos tóxicos para el riñón y alimentación correcta…). Actualmente, se tiende a hablar más de enfermedad renal crónica (ERC), en lugar de insuficiencia renal crónica y suele desarrollarse a lo largo de cinco estadios.

Según el estudio EPIRCE (Epidemiología de la Insuficiencia Renal Crónica en España),  promovido por la Sociedad Española de Nefrología (SEN) con el apoyo del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, aproximadamente el 10% de la población adulta sufre de algún grado de enfermedad renal crónica, mientras que el 6,8% se encuentra ya en los estadios de mayor gravedad (3-5) de la patología. Dada su relación con el envejecimiento, la prevalencia aumenta con la edad: del 3,3% de casos entre personas de 40-64 años, asciende al 21,4% entre los mayores de 64.

Por otro lado, según la SEN, en la actualidad existen unos 20.000 pacientes en diálisis (estadio 5D) en España. La causa más frecuente de insuficiencia renal aguda debida a un problema del riñón es la necrosis tubular aguda, que es un daño a la unidad glomerular (de filtrado) y que puede obedecer, a su vez, a diversos motivos:

Administración de algunos fármacos y de contrastes yodados (empleados en algunas pruebas de imagen).

Episodios graves de deshidratación.

Tensión arterial muy baja u obstrucciones provocadas por posibles cálculos renales, algunos tumores o un agrandamiento de la próstata en varones.

Por su parte, las principales causas de la enfermedad renal crónica son:

Diabetes: el nivel de azúcar en la sangre es demasiado elevado.

Hipertensión: presión arterial alta.

Ambas causas establecen un “círculo vicioso”, dado que la afectación de los riñones va a empeorar aún más la diabetes y el control de la tensión arterial.

Otras causas de daño renal que puede manifestarse finalmente como enfermedad renal crónica son: infecciones crónicas de los riñones; enfermedades hereditarias que afectan a estos (por ejemplo, la enfermedad renal poliquística, que produce quistes en los riñones); lupus y otras enfermedades inmunitarias; los cálculos renales; las enfermedades congénitas de los riñones y el tracto urinario; la glomerulonefritis (que reduce el número de glomérulos); y la ingesta prolongada de algunos medicamentos (por ejemplo, los antiinflamatorios que se toman para aliviar los dolores de las articulaciones).

La rapidez con la que se produce el deterioro de la función renal diferencia lo que se denomina insuficiencia renal aguda (rápida), de la insuficiencia renal crónica (lenta y progresiva). Algunos síntomas son típicos de la insuficiencia renal aguda, mientras que otros son típicos de una larga y lenta evolución de la pérdida de función de nuestros riñones. Otros síntomas pueden aparecer en ambas  situaciones. La insuficiencia renal aguda, dado su comienzo brusco, suele dar la cara a través de:

Menor producción de orina, que puede ser más oscura, o ausencia de orina (anuria).

Mayor necesidad de ir al baño, sobre todo por la noche (en un menor número de casos, en lugar de menor producción de orina, se produce un aumento de esta).

Retención de líquidos: provoca edema o hinchazón de pies o tobillos.

Bolsas alrededor de los ojos, sobre todo por la mañana.

Boca seca y picores en la piel.

Problemas digestivos: falta de apetito, náuseas, vómitos, gastritis y trastornos en el ritmo intestinal.

Dificultad para respirar.

Síndrome urémico: acumulación de toxinas que el paciente no es capaz de eliminar por la pérdida de función renal y que produce alteraciones en diversos sistemas corporales.

Somnolencia, cansancio y falta de aliento.

Dificultad para pensar con claridad y confusión.

Calambres nocturnos.

Por su parte, en las primeras etapas de la enfermedad renal crónica no suele haber síntomas. Si la enfermedad continúa avanzando, pueden empezar a acumularse los desechos y toxinas en la sangre, lo que suele provocar malestar general y sabor metálico en la boca, junto a algunos de los síntomas descritos anteriormente. Dado que, por tanto, spuede haber síntomas comunes difíciles de diferenciar entre ambas situaciones, los médicos tendrán en cuenta algunos efectos que son más típicos de un daño prolongado y de la reacción del organismo a dicho daño:

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