Los factores que pueden afectar la relación pueden ser físicos, emocionales o psicosociales. ¿Cuándo prender las alarmas?
Pamela pasa la mitad de su vida dentro de un avión. Ya institucionalizó sus días. Los martes son para a arreglar la maleta, los viernes para desempacar. Su trabajo le exige moverse por todo el país. Y lo disfruta, pero la sexualidad de su matrimonio atraviesa un periodo difícil donde ni siquiera las caricias encienden su deseo.
Los viernes Pamela no quiere ver otra cosa que su cama. Quiere descansar, olvidarse de sus obligaciones. El fin de semana abre espacio a todas las actividades que no pudo realizar durante el resto de sus días. Debe cumplir compromisos sociales, planificar el resto de sus días, organizar la ropa que empacará nuevamente el lunes, sacar horas para sus necesidades personales y femeninas. Pamela relegó el sexo a la última línea de su lista de prioridades y la insistencia de su esposo por responder a un ejercicio normal de la pareja, hizo que ella le diera la connotación de obligación antes que de acto íntimo de compenetración física y emocional con el hombre que ella escogió.
La solución debe venir, preferiblemente, de manos de expertos. Cuando la pareja es consciente de su situación y lo ha conversado, ya tiene una porción del terreno abonado. Luego se debe consultar un experto que no necesariamente debe ser un sexólogo. Puede tratarse de un psicólogo de pareja o un médico que descarte cualquier anomalía orgánica. Ojo, esto aplica si se trata de una pareja que lleva un tiempo considerable en la misma situación, seis meses como mínimo analiza la sexóloga Liliana Arias
No hay motivos para rendirse frente a una etapa que puede ser natural en parejas estables. El camino empieza en la misma cama, confinada en ese momento al descanso. En la cama pueden darse las conversaciones que llevarán a la pareja aanalizar su situación y buscar, con amor, la mejor solución.