Los antibióticos son uno de los medicamentos de uso más común. Es difícil encontrar a alguien que no los haya consumido a lo largo de su vida para combatir alguna infección. Sirven únicamente para luchar contra infecciones causadas por bacterias y no para curar enfermedades provocadas por virus, como la COVID-19 o la gripe. Su eficacia está probada, pero desde hace unos años, la comunidad científica ha identificado la resistencia a los antibióticos como un problema de salud a nivel mundial. Y surge una pregunta: ¿abusamos de los antibióticos?
Es cierto que el abuso de estas medicinas en los últimos años, tanto en personas como en animales domésticos, ha provocado un problema de resistencia porque las bacterias se adaptan y entonces los antibióticos pierden efectividad. En este contexto, varias instituciones de prestigio, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) o la Agencia Española del Medicamento (AEMPS), han lanzado alertas para concienciar a médicos y pacientes de la necesidad de hacer un consumo moderado de estas sustancias. Años atrás, el proyecto europeo GRACE (Genómica para combatir la Resistencia a Antibióticos en Europa) fue creado con el objetivo principal de evaluar el uso de antibióticos en el tratamiento de infecciones respiratorias leves y disminuir su prescripción.
La primera medida para tratar este problema es identificar las razones que lo causan. Un estudio de la Universidad de Rutgers, en los Estados Unidos, indica que el motivo principal del uso excesivo de los antibióticos es la creencia equivocada de que sirven para tratar muchas enfermedades. Otro motivo puede ser la costumbre de algunos médicos de recetarlos cuando los pacientes les piden recibir algún tipo de medicación. Esto es especialmente frecuente en países poco desarrollados, en los que la administración de antibióticos es libre y no precisa de una receta médica.
Una investigación enmarcada en el proyecto GRACE concluyó, ya hace más de una década, que el uso de antibióticos para tratar patologías leves era excesivo y ofrecía muchas variaciones entre los diferentes países analizados. El estudio se llevó a cabo con un total de 3.402 pacientes de 14 centros de atención primaria en 13 países europeos y el síntoma guía para la inclusión de los pacientes fue la tos, además de otros signos vinculados a infecciones respiratorias leves. Fue muy destacable que los dos centros catalanes que participaron en el estudio tuvieron los índices de prescripción de antibióticos más bajos: un 20,6% el CAPSE –la tasa más baja de todas- y un 34,2% el CAP de Mataró. La media del estudio fue del 53%.
Los objetivos principales del citado estudio se centraron en el análisis de la prescripción de antibióticos a los pacientes, observar su evolución e intentar determinar cuáles son los factores asociados a la prescripción. Según los resultados, el índice del uso de antibióticos para tratar infecciones respiratorias en atención primaria era muy alto y el tipo de fármacos utilizados fue muy variado.
Mientras que los centros catalanes que formaron parte del trabajo ofrecieron unas tasas muy bajas de prescripción, otros presentaban índices más elevados y muy por encima de la media, como el de Eslovaquia, que presentaba una tasa del 87,6%. Cabe destacar que, entre los pacientes que fueron tratados con antibióticos y los que no, no se observaron diferencias en su evolución, lo que indica que el tratamiento no era necesario. Así, el principal problema que se deriva de esta hiperprescripción es la generación de resistencias.
Por otro lado, se identificaron los factores relacionados con la prescripción de estos fármacos. El primero es la duración de la enfermedad antes de acudir a la consulta y el segundo, el hábito tabáquico en el paciente. Se trata de dos factores que, aunque son objetivos en su medición, también son subjetivos del médico, lo que indica que hay una falta de protocolos claros y consensuados para la administración de antibióticos. Esta necesidad también se hace patente respecto a la gran variedad de antibióticos recetados: mientras que en España los más utilizados son la amoxicilina y el ácido clavulánico, en otros países europeos se recetan macrólidos o quinolonas.
Lo que parece claro es que este abuso tiene consecuencias. Además de causar la aparición de bacterias resistentes, el uso indiscriminado de los antibióticos puede alterar el microbioma del intestino humano. En niños, estas alteraciones se han relacionado con el desarrollo de alergias y desórdenes metabólicos y cognitivos. En adultos, existen también pistas que señalan que el uso excesivo de estos medicamentos incrementa el riesgo de desarrollar desórdenes metabólicos como la diabetes y proliferaciones celulares en el intestino que pueden dar lugar a cáncer. Dada esta situación, es clave informar a la población. Es necesario que los ciudadanos conozcan cuáles son las verdaderas aplicaciones y limitaciones de los antibióticos y los riesgos asociados a su abuso.