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Salud

Covid-19: “Pasé un vía crucis, sobreviví y me indigno cuando no quieren vacunarse”

Peruanos que sobrevivieron a la pandemia en el 2021

Casaretto enfrentó y superó este año “la emergencia” más oscura de su vida: el covid-19. Foto: Captura TV

09:08 | Lima, dic. 23

Mario Cassaretto La Torre no es un bombero más. Su rostro ha sido la cara visible de una institución que salva vidas, apaga fuegos y representa la fuerza viva de la acción. Este año él enfrentó “la emergencia” más oscura de su vida: el covid-19. Considera que su terrible historia puede convencer a mentes aún incrédulas frente a la vacunación, como su propio hermano.

“Siempre pensé que nunca me iba a contagiar de este virus y hacía mis actividades con normalidad. Habíamos pasado el 2020 trabajando y, al parecer, me contagié en algunas de las intervenciones en las que hemos llevado a los pacientes graves de covid-19”, relata a la agencia Andina.
Recuerda que muchas veces la población llamaba a la central de los bomberos reportando un “herido por caída”, pero cuando llegaban a la casa encontraban a “un paciente asfixiándose” y, por humanidad, tratábamos de darle solución.
“A pesar de haberme cuidado al extremo, a partir de enero empiezo a sentir un malestar que comienza en la garganta. Me ardía. Pensaba que tomando pastillas de multibióticos me iba a pasar, pero nada”.
Siguió con lo suyo y una mañana participó en el control de un incendio, luego fue a un rescate de tres obreros y una exposición sobre la importancia de la mochila de emergencia. Lo que en otro momento era parte de la rutina, esta vez lo dejó exhausto.
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“Un cansancio que no era habitual me mandó a la casa. Llamé a mi hijo mayor, quien llegó con oxígeno. Al día siguiente me fui a la clínica Ricardo Palma. Nos atendió un médico joven y dijo que tenía que entubarme y yo dije está loco. Nos fuimos luego a la clínica Mesón de Santé, donde una placa reveló que tenía comprometido el 70% de un pulmón. Me dieron la misma recomendación de entubarme. No lo aceptaba y me salí por la puerta falsa a mi casa”.
Con el pasar de los días, el jefe departamental de los bomberos de Lima Centro y ahora gerente de seguridad humana en la municipalidad de San Borja, recibía cada vez más oxígeno para mantenerse estable, hasta que finalmente aceptó ir a la Villa Mongrut, de EsSalud.

Dios mío, ¿dónde estoy?

Allí empecé la etapa más difícil de mi vida, de ver personas que se morían a mi derecha, a la izquierda, al frente. Veía cómo los embolsaban así de rápido. Dije, Dios mío, ¿dónde estoy? En eso apareció una enfermera que me dijo que me iba a sacar de allí y me llevó a un lugar donde había solo 20 camas, ya no 100, y de allí ya no recuerdo nada más”.
Eso ocurrió el 5 febrero. Él está seguro de que lo sedaron porque se resistía a ser entubado. Luego de 44 largos días conectado a un ventilador mecánico, despertó y ya no era el mismo.
Lo primero que hizo fue ver a su hijo mayor, su ángel de la guarda en toda esta experiencia que acabó con la sensación de creerse “Superman”, un exceso de confianza que casi lo mata.
“Le dije ‘hijito es el aniversario de los bomberos de La Victoria’ y él me dijo papá estamos 15 de marzo, el aniversario fue el 12 de febrero”. Quedó pasmado.
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Un mes entero sin recuerdos, en el que lo durmieron para atenderlo y darle a su cuerpo las fuerzas suficientes para enfrentar la misma infección que mató a 200 mil compatriotas a lo largo de la pandemia.
Sin embargo, en ese tiempo su mente no dejó de soñar, imaginar escenarios terribles donde lo despojaban de sus cosas más queridas, donde todo le era hostil y nadie podía ayudarlo. Pesadillas que hasta ahora recuerda, como esa donde lograba reunirse con compañeros ya fallecidos por el covid-19, incluyendo al inspector general de los bomberos.
Estaban en un lugar muy extraño, donde todos compartían, muy amenos, pero cuando lo vieron le preguntaron qué hacía allí y le dijeron que se vaya porque no había sitio. Recuerda claramente que en el mismo sueño llegó un señor, al que describe con detalle, quien le dijo que debía bajar y así lo hizo. Despertó en su cama, aún hospitalizado, pero ya más repuesto.

Enfermeras y pañales 

Tras dejar el respirador y lograr la proeza de respirar por sí mismo, el comandante tuvo que dar dura batalla a las secuelas que le dejó la lucha contra la covid-19, comenzando por las escaras en su espalda, producto de largo tiempo inmovilizado, en el que perdió 32 kilos.
“Ha sido una tragedia personal con muchas complicaciones familiares. No ves a tus hijos, extrañas a tu familia. Contagié a mi esposa, quien estuvo en la clínica alrededor de 10 días, y todo porque me resistía, al igual que mis 62 compañeros del cuerpo de bomberos fallecidos, y casi 2000 complicados con covid-19 en todo el país”.
Su recuperación demandó un injerto de 44 puntos en la parte del final del coxis y el trauma de estar boca abajo durante 3 semanas para que la intervención tenga un final exitoso, un verdadero drama para alguien costumbrado a la hiperactividad.
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“Había una señorita a la que buscaba siempre porque era la que mejor me cambiaba el pañal. Tantas cosas he vivido en mi convalecencia. Estoy muy agradecido”.

Siento indignación

El hombre de rojo, con 40 años de servicio, no olvida nada de lo vivido esos meses, ni a las personas con las que compartió su lucha contra el covid-19, como el médico venido desde Pucallpa, quien pesaba 130 kilos y no dejaba de quejarse por el dolor enorme que le producían las escaras. Recuerda cómo lo alentaba para no derrumbarse, pero él lo hace ahora. Se quiebra.
“Siento una indignación cuando vea a esas personas (antivacunas), no quiero calificarlas porque no es mi estilo. A las personas que están saliendo a decir que la pandemia es un tema político, de negocios o de marca, les mandaría el mensaje de la vivencia de quienes hemos sufrido la enfermedad: (he sido) entubado, dializado, desahuciado, con escaras, sondas, pañales, esta es la consecuencia de lo que no quieres proteger. Es inconcebible que algunos no piensen en las personas que lo rodean. Tal vez no te quieres vacunar tú, pero no lo hagas público, ni alientes a que la gente no se vacune”, exhorta.

Hermano, piensa en mamá

En la dura lucha contra los antivacunas, Mario Casaretto debe enfrentarse a la paradoja y el dolor de encarar a quien es sangre de su sangre: su hermano.
“Ya se lo he dicho a mi hermano, mi único hermano, quien tiene esa posición: cuando nuestra mamá, que en paz descanse, nos llevó a vacunar de niños, nunca preguntó qué marca era la vacuna. Y a ti nunca te dio polio, nunca tuviste tos convulsiva ni fiebre tifoidea. ¿Cómo crees que has subsistido a tu operación al corazón? ¿Cómo? y es que nuestra madre nos dio esa fuerza cuando nos vacunó”, reflexiona en voz alta, como deseando que su mensaje sea escuchado nuevamente por su hermano y quienes piensan como él.

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Considera que en este momento la vacuna significa todo, especialmente la seguridad de nuestras familias y el país.
Yo ya vacuné a mis hijos, a mis nietos y ahora siento enorme alegría con el anuncio de la vacuna de los niños de 5 a 11 años. Voy a vacunar a mi último hijo, que tiene 7 años. Tenemos que seguir protegiéndonos, con la mascarilla doble, lavarnos las manos, usar alcohol”.
Afirma que espera con emoción su tercera dosis para estar mejor protegido ante una eventual tercera ola de la pandemia, más ahora que la gente ha empezado a relajar nuevamente los cuidados.
“A mí me agarró la segunda ola, en medio de una etapa de confianza entre diciembre y enero, como lo que está pasando ahorita. Estamos ad-portas de una tercera ola y no le hacemos caso, seguimos yendo a las fiestas covid-19, queremos ir a manifestarnos a la vía pública. Ya empezamos con las reuniones presenciales y creemos que no nos volverá a pasar”.

No seamos parte del sufrimiento 

El comandante hace una pausa y nuevamente invoca a su hermano. Le manda un mensaje al corazón: “te recibiste como abogado casi cumpliendo los 60 años, lograste un tema que siempre quisiste; piensa en tu familia, en ti, que te queremos mucho, que tienes que cambiar esa opinión. Te digo, cambia de opinión. Todos debemos estar protegidos y vacunados contra esta pandemia. No te queremos perder Pipiolo, cuídate mucho”.
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Casaretto está convencido de que, si aún no ha partido a la otra vida, es porque aún tiene muchas cosas por hacer, entre ellas ser portavoz y aliado de la lucha contra el covid-19 a través de las vacunas, con el único objetivo de evitar más dolores y pérdidas por la pandemia.
“No seamos parte del sufrimiento que ya vivimos. Ya vimos sufrir a los demás. Cambiemos, pensemos. Si estamos en la oportunidad de colocarnos una vacuna, hagámoslo por favor. Que esta Navidad sea segura y tranquila, que no tengamos que pasar las vicisitudes que ya hemos pasado: gente corriendo por el oxígeno o corriendo por una cama UCI para salvar a nuestra familia. Que esta sea una feliz Navidad y un mejor Año Nuevo sin la desgracia que le tocó vivir al país el año pasado”. Confía en que siempre estamos a tiempo.
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