Marta -nombre ficticio- se levanta como cada mañana, apaga el despertador y se queda unos minutos más en la cama disfrutando del sol que se cuela por la ventana. Se despereza, va hacia la cocina y se prepara una tostada con aguacate, que se come a toda velocidad mientras se ríe con los vídeos de perros que aparecen en la lupa de Instagram. Está algo nerviosa. Hoy se reúne con sus compañeros para afrontar un nuevo proyecto en la auditoría en la que trabaja y todas las reuniones son en inglés, algo a lo que aún no se ha acostumbrado del todo. «¿Qué es lo peor que puede pasar?», se pregunta tratando de apartar esos miedos de su mente, y se pone una de sus camisas favoritas mientras enciende el ordenador.
«¡Seguro que gano experiencia!».
Anabel -también nombre ficticio-, compañera de Marta, amanece de manera muy distinta. Ha dormido mal esta noche, como todas las que recuerda desde hace meses. Observa el techo de su cuarto en silencio unos minutos y suspira antes de levantarse con desgana. Cruza la casa en silencio y ni se percata de que su padre está desayunando en el salón, tampoco responde a su saludo cuando éste eleva la vista de la tablet con una sonrisa al verla desaparecer en la cocina. Mira la pantalla de su móvil, que se ilumina con los mensajes de su colega, que ya está conectada, y la sorprende una presión en el pecho. «Madre mía, la reunión, ¿y si no me entero de lo que hablan?», se pregunta. «Seguro que todos lo vuelven a hacer mejor que yo, que me equivoco al presentar los objetivos de mi equipo y que vuelvo a sentirme tan mal como la última vez. Todo va a salir mal. Me van a echar, seguro». Y sigue rumiando estas ideas mientras regresa a su habitación, se prepara tras varios minutos tratando de decidir lo que se pone, abre el ordenador y su cara aparece en la pantalla con una media sonrisa.
La joven no lo sabe, pero padece distimia. Hace solo unos días, a comienzos de esta misma semana, cansada de vivir cargando con una desesperanza que lleva más de un año pesando demasiado, acude a un psicólogo y recibe el diagnóstico. ¿Pero, qué es la distimia?
La distimia, llamada también trastorno distímico y trastorno depresivo persistente, es un trastorno del estado de ánimo crónico con características similares pero menos severas que las del trastorno depresivo mayor. En ella, y al contrario de lo que ocurre con los pacientes depresivos, la persona afectada sigue con sus actividades cotidianas de una forma más o menos regular.
Su origen puede estar relacionado con factores orgánicos, genéticos o ambientales, y los expertos consultados por ABC señalan que es fundamental conocerlo para saber en qué punto se halla el paciente y establecer un plan de acción.
«Es importante diferenciar si es de origen endógeno o exógeno», explica Andrés García Notario, Doctor en Psicología Clínica y director de la Clínica Delphos, a este medio. «Y es que, si yo tengo una debilidad en la producción de los neurotransmisores esenciales del equilibrio emocional, la distimia será para toda la vida debido a una alteración bioquímica de nuestro cuerpo».
¿Cuáles son los síntomas principales?
Las personas que sufren distimia suelen presentar distintos signos de abatimiento. Sin embargo, en su conducta o en su actitud no tiene por qué haber nada concreto que haga sospechar que existe un trastorno psicológico, y en gran cantidad de ocasiones puede llegar a confundirse con un tipo de personalidad más pesimista.
Por ello, es importante prestar atención: este ‘periodo’ de melancolía puede ser una de las señales más claras de alerta si se muestra durante un mínimo de dos años con frecuencia casi diaria. No es el único síntoma.
«Lo primero que experimentan es un estado de tristeza mantenido en el tiempo durante mucho tiempo, con una bajada importante en aquellas cosas que les suelen gustar», señala el Dr. García Notario. «A veces hacen hasta una autoaceptación de su propia realidad y ese sentimiento se llama desesperanza, es decir, la sensación que tiene el paciente de que nunca será capaz de ser feliz».
La rumiación, que es la repetición de una serie de pensamientos obsesivos que llevan a elementos de agotamiento y de tristeza, es otro de los elementos que se da en los pacientes distímicos y que puede hacer saltar las alarmas.
«Esto es un rasgo muy típico que aparece en los distímicos, que es un rasgo obsesivo con altísimos niveles de ansiedad mantenidos a lo largo del tiempo y que, al pasar un tiempo muy elevado con ansiedad constante, suele derivar a procesos depresivos, apunta el director de la Clínica Delphos.
Además de estos aspectos, los afectados por este trastorno pueden llegar a sufrir tanto episodios de insomnio como de somnolencia, así como falta de apetito o ingesta desmedida de alimentos.
¿Cómo se trata la distimia? ¿Llega a superarse?
«La herramienta clave en el tratamiento de este trastorno es la psicoterapia», responde el Doctor Sergio Oliveros Calvo, director del Grupo Doctor Oliveros. «La elaboración plena de los conflictos subyacentes puede proporcionar mejorías duraderas». Según han revelado diferentes estudios acerca de esta materia, y tal y como indica el experto, la tasa de eficacia de los tratamientos psicológicos, cuyo objetivo es que la persona pueda lograr gestionar sus emociones, es alta.
Para ambos especialistas, además de acudir a un especialista y contar con apoyo farmacológico cuando este lo considere, es importante la realización de actividades deportivas, la meditación, el cuidado de la alimentación y que el paciente confíe en que, con un abordaje adecuado, podrá verse libre de sus síntomas.
«No hay nada que venga mejor al ser humano que el hacer, hacer y hacer», asegura el Dr. García Notario. «Yo siempre digo: contra la depresión, acción. Aquí también puede aplicarse».
Por último, pero no menos importante en el proceso, el Dr. Oliveros Calvo resalta la importancia del acompañamiento de familiares y amigos. Comprender, apoyar empáticamente, no juzgar, no criticar, estimular a ponerse en acción y retomar el control de su vida y de sus autocuidados son buenas medidas para los pacientes.
«Es una enfermedad muy desgastante y poco visible», concluye el director de la Clínica Delphos. «Por ello, hay que tratar a estas personas con un cuidado íntimo. Los distímicos son una población inmensa porque determina un nivel de estado de ánimo a nivel social, y la sociedad está pasándolo muy mal en estos momentos».