Los microbios han colonizado desde los vertidos marinos de petróleo, el plástico que flota en los océanos, los terrenos industriales abandonados e incluso el interior de la Estación Espacial Internacional.
Un grupo de científicos de España descubrió que los microorganismos también han conseguido avanzar sobre otro ambiente extremo más cercano: el microondas que se usa en los hogares.
El hallazgo fue publicado en la revista Frontiers in Microbiology. “No hace falta ir a lugares muy exóticos —geográficamente hablando— para encontrar diversidad de microorganismos”, comentó el coautor Manuel Porcar, microbiólogo de la Universidad de Valencia.
No se trata solo de una curiosidad de la ciencia, también el nuevo conocimiento aportado es importante desde el punto de vista de la higiene, podría inspirar aplicaciones biotecnológicas.
Existe la posibilidad de que las cepas identificadas en el interior de microondas puedan aprovecharse en procesos industriales que requieren bacterias especialmente resistentes. Porque pertenecen al grupo de los “extremófilos”, los organismos que pueden sobrevivir, e incluso prosperar, en los entornos más duros.
Antes, a través de otros estudios, se habían encontrado comunidades de microbios distintas en electrodomésticos de cocina como lavavajillas y cafeteras. En cambio, el nuevo trabajo reveló que el microondas también tiene su propio microbioma.
Así se derribó la creencia de que la radiación del microondas calienta y mata por completo a las bacterias que pueden habitarlo. Son bacterias que pueden causar enfermedades transmitidas por los alimentos, como la Escherichia coli y la Salmonella.
“A todos nos han enseñado, desde los años ochenta, que el microondas lo calienta todo y lo mata todo”, afirmó Jason Tetro, microbiólogo autónomo de Edmonton, en Canadá, conocido como “el hombre de los gérmenes”. Consideró en la revista Nature que el estudio realizado en España es “importante”, ya que arroja luz sobre los patógenos potenciales que pueden estar en los microondas, especialmente los compartidos.
La primera autora del trabajo fue Alba Iglesias, microbióloga de la Universidad de Valencia. Con sus colegas tomó muestras de 30 hornos microondas: algunos domésticos, otros compartidos en grandes espacios, como oficinas, y otros utilizados en laboratorios para calentar muestras y soluciones químicas.
Luego, el equipo cultivó las muestras en placas de Petri y determinó el género de los microbios que crecieron. También secuenciaron el ADN del material extraído de los hornos microondas para hacerse una idea de la diversidad bacteriana existente en el interior de los aparatos.
En los cultivos crecieron un total de 101 cepas bacterianas. Las dominantes pertenecían a los géneros Bacillus, Micrococcus y Staphylococcus, que suelen vivir en la piel humana y en superficies que las personas tocan con frecuencia.
Las bacterias de la piel humana estaban presentes en los tres tipos de microondas, pero eran más abundantes en los aparatos domésticos y de uso compartido. Algunos tipos de bacterias asociadas a enfermedades transmitidas por los alimentos, como Klebsiella y Brevundimonas, también crecieron en algunos de los cultivos de microondas domésticos.
Los hornos microondas de laboratorio contenían la mayor diversidad genética de bacterias. Los investigadores encontraron tanto bacterias de cocina como extremófilas capaces de soportar la radiación, las altas temperaturas y la sequedad extrema de estos aparatos.
El equipo de investigadores sugiere que las cepas extremófilas que encontraron en los hornos microondas podrían haber sido “seleccionadas” evolutivamente al sobrevivir a repetidas rondas de radiación, y podrían tener aplicaciones biotecnológicas, como en la biorremediación de residuos tóxicos.
Para el futuro, los investigadores esperan investigar cómo el uso de microondas podría afectar a las bacterias a lo largo del tiempo.
Para el público en general, el descubrimiento tiene una implicancia sencilla. “Un microondas no es un lugar puro y prístino”, advirtió Porcar. Tampoco es un reservorio patógeno al que haya que temer. Pero recomendó limpiar el microondas de la cocina a menudo, con la misma frecuencia con la que se limpian las superficies de la cocina para eliminar posibles bacterias.
“Tanto para el público en general como para el personal de laboratorio, recomendamos desinfectar regularmente los microondas con una solución de lavandina diluida o con un spray desinfectante comercial. Además, es importante limpiar las superficies interiores con un paño húmedo después de cada uso para eliminar cualquier residuo y limpiar inmediatamente los derrames para evitar la proliferación de bacterias”, recomendó Daniel Torrent, de la empresa Darwin Bioprospecting Excellence y otro de los coautores.
Fuente: Infobae