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Los síntomas comprenden dolor de cabeza, cansancio, náuseas o pérdida de apetito, irritabilidad y, en casos más graves, dificultad respiratoria, confusión e incluso coma.
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El médico diagnostica los males de altura basándose principalmente en los síntomas.
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El tratamiento puede incluir reposo, descender a una altitud más baja y en algunas ocasiones tratamiento farmacológico, administración de oxígeno adicional o ambas cosas.
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Estos trastornos pueden prevenirse ascendiendo de forma gradual y a veces tomando medicación.
A medida que aumenta la altitud, el porcentaje de oxígeno en el aire permanece constante, pero la presión atmosférica disminuye, lo que hace que el aire se vuelva más delgado, por lo que hay menos oxígeno disponible. Por ejemplo, en comparación con el aire que se encuentra a nivel del mar, el aire a unos 5800 m de altura contiene solo la mitad de oxígeno. En Denver (Estados Unidos), situado a unos 1615 metros sobre el nivel del mar, el aire contiene un 20% menos de oxígeno.
La mayoría de las personas pueden ascender entre 1500 y 2000 m en un día sin problemas, pero aproximadamente el 20% de las personas que ascienden hasta 2500 m y el 40% de los que ascienden hasta 3000 m sufren alguna forma de mal de altura. La velocidad de ascenso, la altitud más elevada alcanzada y la altitud para dormir influyen en la probabilidad de desarrollar cualquiera de las principales formas del mal de altura.
Los órganos afectados con mayor frecuencia por el mal de altura son
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El cerebro (mal agudo de montaña y raramente, edema cerebral de las alturas)
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Los pulmones (causando edema pulmonar de las alturas)
Factores de riesgo
La probabilidad de sufrir mal de altura varía mucho de una persona a otra. Pero en general, el riesgo aumenta al
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Sufrir una enfermedad previa por altitud
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Vivir a nivel del mar o a una altitud muy baja (por debajo de los 900 metros)
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Subir a mucha altitud demasiado rápido
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Realizar un esfuerzo excesivo
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Dormir a demasiada altitud
Las personas que padecen diabetes, enfermedad de las arterias coronarias y enfermedad pulmonar obstructiva crónica leve (EPOC) no presentan mayor riesgo de sufrir mal de altura. Sin embargo, esas personas pueden sufrir dificultades provocadas por dichos problemas médicos crónicos a altitudes elevadas, como consecuencia de los bajos niveles de oxígeno en la sangre (hipoxemia). La buena forma física no protege contra el mal de altura. El asma generalmente no parece empeorar en las grandes alturas. Así mismo, una estancia de unas semanas en alturas por debajo de 3000 m no parece ser peligrosa para la mujer embarazada ni para el feto.
Aclimatación
Con el tiempo, el organismo se adapta (aclimatación) a altitudes mayores incrementando la respiración y produciendo más glóbulos rojos (eritrocitos) para transportar oxígeno a los tejidos, así como realizando otras adaptaciones. La mayoría de las personas se pueden adaptar a alturas de hasta 3000 m en pocos días. Adaptarse a alturas más elevadas requiere muchos días o incluso semanas, pero algunas personas pueden, con el tiempo, llevar a cabo casi todas las actividades normales a alturas superiores a los 5300 m. Sin embargo, nadie puede aclimatarse por completo a vivir de forma permanente por encima de esa altitud.
Síntomas del mal de altura
Mal agudo de montaña
El mal agudo de montaña es una forma leve de mal de altura y la forma más frecuente. Por lo general, no se desarrolla a menos que la altitud sea de como mínimo 2500 metros, pero puede desarrollarse a altitudes más bajas en personas muy sensibles. Los síntomas suelen manifestarse al cabo de 6-10 horas del ascenso y a menudo comprenden dolor de cabeza, y uno o más de los síntomas citados a continuación: sensación de estar a punto de desmayarse, pérdida del apetito, náuseas, vómitos, cansancio, debilidad o irritabilidad. Algunas personas describen los síntomas como similares a los de una resaca; los síntomas suelen durar de 24 a 48 horas. Raramente, el mal agudo de montaña puede progresar hacia un tipo más grave de mal de altura, denominado edema cerebral de altura.
Edema cerebral de las alturas (HACE, por sus siglas en inglés)
El edema cerebral de las alturas (HACE, por sus siglas en inglés) es un trastorno raro pero potencialmente mortal en el que el encéfalo se llena de líquido. El edema cerebral de las alturas causa dolor de cabeza, confusión y marcha inestable y descoordinada (ataxia). Si el trastorno no se reconoce y se trata en una etapa temprana, las personas afectadas pueden entrar en coma. Estos síntomas pueden evolucionar con rapidez de leves a potencialmente mortales, en apenas unas horas.
Edema pulmonar de las alturas
El edema pulmonar de las alturas es una acumulación de líquido en los pulmones que aparece por lo general entre las 24 y las 96 horas posteriores a un rápido ascenso a más de 2500 m de altitud. Puede afectar incluso a personas que no presentan síntomas de mal de altura y es responsable de la mayoría de las muertes por mal de altura. Las personas que habitan a gran altitud pueden desarrollar una forma de edema pulmonar de las alturas llamada edema pulmonar de los residentes a una gran altitud, incluso si no descienden a una altitud más baja y luego regresan a la altitud elevada en la que residen. Las personas que viven a gran altitud y descienden a una altitud más baja para, por ejemplo, pasar unas vacaciones, pueden desarrollar edema pulmonar al volver a subir a su residencia, un fenómeno conocido como edema pulmonar de las alturas de reentrada. Las infecciones respiratorias, incluso aunque sean leves, pueden aumentar el riesgo de edema pulmonar de las alturas. Los síntomas son peores por la noche, cuando las personas se tumban y pueden empeorar con rapidez si el edema pulmonar de las alturas no se reconoce y se trata inmediatamente. Los síntomas leves incluyen de forma habitual tos seca y ahogo que aparecen con solo realizar un ligero esfuerzo; entre los síntomas moderados se incluyen dificultad respiratoria en reposo y una coloración azulada en la piel, los labios y las uñas (cianosis). Los síntomas más graves incluyen ahogo, esputo de color rosa o sanguinolento, cianosis grave y ruidos gorgoteantes al respirar. El edema pulmonar de las alturas puede empeorar rápidamente y provocar insuficiencia respiratoria, coma y muerte en unas pocas horas.
Otros síntomas
Es habitual la hinchazón de las manos, los pies y la cara al despertarse. La hinchazón causa pocas molestias y generalmente desaparece al cabo de pocos días o al descender.
También es frecuente que aparezca dolor de cabeza, sin ningún otro síntoma de mal de montaña agudo.
Pueden aparecer hemorragias retinianas (pequeñas áreas de sangrado en la retina, en la parte posterior del ojo), después de ascender a altitudes superiores a los 2700 m. Estas hemorragias son comunes por encima de 5000 m. Por lo general la persona no tiene síntomas, a menos que la hemorragia se produzca en la parte que rige la visión central (la mácula); En tales casos, se puede notar un pequeño punto ciego sin dolor ocular. Las hemorragias retinianas se curan a lo largo de varias semanas, sin causar problemas a largo plazo. Las personas que desarrollan puntos ciegos en su visión mientras realizan escalada o senderismo a gran altura deben descender a una altitud menor y buscar atención médica. Se puede volver a ascender a una altitud elevada cuando la hemorragia ya haya desaparecido.
Diagnóstico del mal de altura
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Evaluación médica
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Para el edema pulmonar de las alturas, una radiografía de tórax y las concentraciones de oxígeno en sangre, si están disponibles
El médico diagnostica mal de altura principalmente a partir de los síntomas. En el edema pulmonar de las alturas puede escucharse el ruido del líquido en los pulmones a través de un fonendoscopio. Una radiografía del tórax y la determinación de la cantidad de oxígeno en sangre pueden ayudar a confirmar este diagnóstico.
Se pueden utilizar una tomografía computarizada (TC) craneal o una resonancia magnética nuclear (RMN) del cerebro para ayudar a confirmar el diagnóstico de EPA, aunque generalmente no es necesario.
Prevención del mal de altura
Ritmo de ascenso
La mejor manera de prevenir el mal de altura es ascender lentamente. La altitud a la que una persona duerme es más importante que la altitud máxima alcanzada durante el día. El control de la velocidad de ascenso (lo que se conoce como ascenso gradual) es esencial para cualquier actividad que se realice por encima de los 2500 metros. Por encima de 3000 metros, los escaladores o excursionistas no deben aumentar la altura a la que duermen más de 500 metros al día, y deben incluir un día de descanso (dormir a la misma altura) cada 3 o 4 noches antes de dormir en altitudes mayores. Si no pueden limitar el ascenso diario a menos de 500 metros, deben limitar su ascenso promedio durante la totalidad del ascenso a menos de 500 metros al día. Esto último puede requerir agregar días de descanso. Durante los días de descanso puede ascenderse a alturas más altas, siempre y cuando se regrese al nivel inferior para dormir.
La capacidad para ascender sin que aparezcan síntomas varía de una persona a otra. Por eso, el ascenso en grupo debe realizarse al ritmo de la persona que se aclimata más lentamente a la altitud elevada.
La aclimatación se pierde rápidamente. Si las personas aclimatadas han descendido a niveles más bajos durante más de unos pocos días, al reascender deben realizar de nuevo un ascenso gradual.
Fármacos o sustancias
La acetazolamida, que se puede empezar a tomar la noche antes del ascenso, reduce la probabilidad de que aparezca mal de altura. Si se toma una vez que comienza la enfermedad, puede contribuir a reducir los síntomas. Debe interrumpirse el tratamiento con acetazolamida cuando se inicia el descenso o después de haber pasado unos cuantos días a la altura máxima. La dexametasona, una alternativa a la acetazolamida, también puede reducir la probabilidad de sufrir mal de altura agudo y tratar sus síntomas.
Tomar analgésicos, como por ejemplo fármacos antiinflamatorios no esteroideos (AINE), puede ayudar a prevenir el dolor de cabeza que aparece cuando se está a gran altitud.
Las personas que han tenido episodios anteriores de edema pulmonar de las alturass deben estar atentas a cualquier síntoma de reaparición y descender inmediatamente si aparecen los síntomas. Como medida preventiva, algunos médicos también recomiendan que estas personas tomen la nifedipina o el tadalafilo por vía oral.
Medidas generales
Evitar esfuerzos extenuantes durante un día o dos después de la llegada puede ayudar a prevenir el mal de altura. También debe evitarse el consumo excesivo de alcohol, los opiáceos y los sedantes, en especial poco antes de ir a dormir. Los bebedores habituales de cafeína deben ser conscientes de la posibilidad de sufrir dolores de cabeza relacionados con la abstinencia de cafeína, si dejan de consumirla durante este periodo.
A pesar que una buena capacidad física permite un mayor esfuerzo en altura, no protege frente a ninguna forma de mal de altura agudo. Puede utilizarse acetazolamida para mejorar el sueño, que se ve perturbado en muchas de las personas que viajan a altitudes elevadas.
Tratamiento del mal de altura
El descenso a una altitud más baja es el mejor tratamiento para todas las formas de mal de altura agudo.
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Para los síntomas leves, detener el ascenso y tratar los síntomas con medicación
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Para el mal de montaña agudo grave o de lenta resolución, descenso a una altitud menor y tratamiento con fármacos
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Para el edema cerebral de gran altitud (HACE) y el edema pulmonar de gran altitud (HAPE), descenso inmediato a baja altitud y fármacos (si el descenso no es posible, fármacos y oxígeno suplementario o una cámara hiperbárica portátil)
La hinchazón de manos, pies y cara no necesita tratamiento. La hinchazón desaparece por sí sola al cabo de unos días, o bien después del descenso. La falta de sueño es un problema común a gran altura, incluso entre las personas sanas, y, por sí mismo no es un motivo para descender a menor altura.
Las personas con mal agudo de montaña leve deben interrumpir su ascenso y descansar; no deben ascender a mayor altura hasta que desaparezcan los síntomas. Otro tratamiento incluye líquidos y paracetamol (acetaminofeno) o medicamentos antiinflamatorios no esteroides (AINE) para ayudar a aliviar el dolor de cabeza. Los líquidos no tratan el mal agudo de montaña, pero eliminan la deshidratación, cuyos síntomas pueden ser similares a los del mal agudo de montaña. La mayoría de las personas con mal agudo de montaña mejoran al cabo de 1 día o 2. Algunas veces se administran acetazolamida o dexametasona para ayudar a aliviar los síntomas.
Si los síntomas del mal agudo de montaña son más graves o si persisten o empeoran a pesar del tratamiento, la persona debe descender hasta una altitud inferior, preferiblemente hasta alcanzar una cota de 500 a 1000 m por debajo de la inicial. El descenso proporciona a menudo un alivio rápido. La persona también recibe líquidos, paracetamol (acetaminofeno) o antiinflamatorios no esteroideos (AINE) y acetazolamida o dexametasona.
Las personas con edema pulmonar de las alturas deben descender de inmediato a una altitud más baja. Se les debe administrar oxígeno si está disponible. El fármaco nifedipina puede ser beneficioso temporalmente, ya que disminuye la presión de las arterias que van hacia los pulmones. Se debe evitar el esfuerzo intenso durante el descenso, ya que puede empeorar el edema pulmonar. Las personas que descienden rápidamente suelen recuperarse del EPA en un plazo de 24 a 48 horas. La mayoría de las personas que desarrollan EPA se ingresan en un hospital, aun así, algunas (por ejemplo, las que se encuentran en zonas con recursos médicos adecuados, como una comunidad de estaciones de esquí) pueden ser dadas de alta con oxígeno complementario si tienen familiares o amigos que puedan controlarlas.
En caso de sufrir un edema cerebral a causa de la altura (edema cerebral de las alturas), la persona debe descender lo máximo que pueda de inmediato. Deben administrarse oxígeno y dexametasona. Puede añadirse acetazolamida.
Cuando no sea posible descender rápidamente a una altitud inferior, y la persona esté muy enferma, puede utilizarse una bolsa hiperbárica para ganar tiempo. Este aparato consiste en una bolsa de material ligero, transportable y lo suficientemente grande como para que quepa dentro una persona, y una bomba manual. La persona debe introducirse dentro de dicha bolsa, que se cierra herméticamente; después se aumenta la presión interna de la bolsa con la bomba. El aumento de la presión del aire simula un descenso de altitud. La persona debe permanecer en la bolsa hasta que los síntomas desaparezcan. La bolsa hiperbárica es tan beneficiosa como el oxígeno suplementario, del que no se suele disponer cuando se escala una montaña. Pero no debe sustituir al descenso.