El hígado graso es una condición que padece hasta una de cada cuatro personas en los países desarrollados. A menudo puede pasar desapercibida ya que normalmente carece de síntomas, pero si no se mantiene bajo control puede terminar produciendo complicaciones como cirrosis o fallo hepático.
Las opciones de tratamiento para el hígado graso son limitadas, y por lo general consisten en el uso de ciertos fármacos. Sin embargo, hay algunas maneras de atajar la progresión de esta enfermedad basadas en la modificación de ciertos factores del estilo de vida.
En esta línea, un estudio llevado a cabo por la Universidad de Illinois Chicago (Estados Unidos) y publicado en el medico Cell Metabolism ha concluido que un patrón de ayuno intermitente concreto junto con la práctica regular de ejercicio aeróbico puede reducir significativamente ciertos marcadores de la enfermedad en un plazo de tres meses.
Los autores decidieron probar los efectos de este patrón de ayuno (consistente en una alternancia de dos días; el primero se puede comer sin restricción y en el segundo se cumple una restricción calórica de 500 calorías) y los del ejercicio aeróbico en los marcadores del hígado graso, tanto de manera individual como combinando ambas estrategias.
El grupo que logró mejores resultados fue, con diferencia, el que combinó ambos enfoques. Estos pacientes mejoraron su sensibilidad a la insulina, disminuyeron su grasa hepática, su peso corporal y sus niveles de enzimas alaninas transaminasas.
Por otra parte, los autores del trabajo destacan la alta adherencia que lograron, algo que no siempre ocurre en estudios que evalúan los efectos del ayuno o del ejercicio físico. Por ello, creen que esta estrategia puede convertirse en una buena intervención a realizar sobre los pacientes que quieran mantener el hígado graso a raya sin recurrir a medicamentos.