“Desde una perspectiva evolutiva, hemos desarrollado cerebros realmente grandes, cuya manutención es especialmente costosa”.
“Son muy, muy grandes, muy ineficientes y gastan mucha energía para funcionar, incluso en reposo”, le dijo a la BBC el doctor Damian Bailey, director del Instituto de Investigación de Salud y Bienestar de la Universidad de Gales del Sur, Reino Unido.
Bailey, quien es además el líder del Laboratorio de Investigación Neurovascular de la universidad, explicó que están centrados en el estudio de la actividad física pues “no existe un tratamiento curativo para la neurodegeneración, y el ejercicio ha surgido como una contramedida muy, muy poderosa”.
“Gran parte de lo que hacemos en el laboratorio es analizar diferentes aspectos del ejercicio, en términos del tipo, la intensidad y la duración, tratando de encontrar ese punto óptimo donde podemos ver una adaptación optimizada”, señala Bailey.
“Sabemos que con la actividad física podemos aumentar el flujo sanguíneo al cerebro”, lo cual es crucial pues eso lo ayuda a reconocer los químicos útiles que necesita para crecer.
Ese suministro de sangre también es importante porque nuestro hipocampo, la parte del cerebro responsable del aprendizaje y la memoria, tiende a encogerse a medida que envejecemos y, al hacerlo, recibe menos sangre.
Gracias a recientes avances en la tecnología, los científicos pueden ver realmente cómo la actividad física beneficia al cerebro.
Pueden medir el flujo sanguíneo al cerebro a través del cuello, del cerebro, del cráneo.
“Y lo que está mostrando nuestra investigación es que no es necesario hacer ejercicios que te dejen sin aliento o que te esfuerces al límite en el gimnasio para beneficiar ciertas partes del cerebro”.
“Puedes hacer algunos movimientos geniales que casi no se sienten como si estuvieras haciendo ejercicio y que estimulan el cerebro de manera notable”.