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PARÍS — La Unión Europea insiste en presentarse ante el mundo como una organización incapaz de hacer frente a la política de vacunación de sus ciudadanos. Secretismo, burocracia paralizante, incompetencia plurinacional, sus 27 miembros vuelven al “sálvese quien pueda”.
Como en los mejores tiempos de la histórica rivalidad futbolística, la prensa británica se burla de Alemania para presumir de organización y efectividad en su plan de vacunación nacional. La denostada NHS (Servicio británico de salud), ridiculizada por los defensores de la sanidad pública continental, ha demostrado con cifras su superioridad no solo frente a su rival alemán, sino también frente a la sanidad francesa, eterno ejemplo de óptima protección social en Europa.
El premier británico, Boris Johnson, y todos los que apoyaron el Brexit se relamen ahora ante la incapacidad vergonzosa del club de Bruselas. Mientras en la Unión Europea (UE) no se había llegado a los 7 millones de personas vacunadas, en el Reino Unido se sobrepasaba ya la cifra de 32 millones. El Gobierno británico ya ha anunciado el fin de todas las medidas anti-COVID para el 21 de junio. Sus exsocios continentales no se atreven a poner fecha a tres meses del inicio del verano.
Rebelión contra Bruselas
Se podrá decir que es más fácil organizar este tipo de campaña en solo un país y no en 27 a la vez. Muy bien; en ese caso, ante crisis como la del COVID, que implica la muerte de millones de ciudadanos, la decisión ideal sería dejar a cada gobierno buscar la mejor solución para sus compatriotas.
Esconderse en los problemas de abastecimiento del laboratorio anglosueco AstraZeneca es una simple justificación para intentar —una vez más— ocultar el desastroso plan de compra y distribución de vacunas pergeñado por la presidenta de la Comisión Europa, la alemana Ursula Von der Leyen, y su equipo.
Se revive lo que se quería evitar, es decir, la repetición del caos en la obtención de máscaras del inicio de la crisis sanitaria mundial; ante la ineficacia de la UE, muchos de sus miembros empiezan a buscar soluciones lejos de Bruselas.
Algunos de los “disidentes” integrados en el Grupo de Visegrado, como Hungría, Slovaquia y la República Checa, no han querido atender a las razones político-sanitarias del “politburó” de Bruselas para boicotear la vacuna china o la rusa. A ellos, se han unido Eslovenia o Chipre. El primer ministro austriaco, Sebastian Kurz, denunciaba, por su parte, las “disparidades” en la distribución de las dosis encargadas por la UE.
Serbia, mejor que Alemania
Alemania, potencia número uno en Europa, ha destrozado también su estereotipo clásico de seriedad y eficacia. El ritmo de vacunación es lento y los estados federados no aguantan más la centralización impuesta desde Berlín por una canciller declinante que está dejando a su partido, el conservador Unión Cristiano demócrata (CDU), en muy mala posición a solo seis meses de las elecciones que marcarán el fin de la era Merkel. Y como la campaña ya ha empezado, el ministro presidente del land de Baviera y líder de la Unión Cristiano social (CSU) aliado con Merkel, Markus Soder, denuncia a la “burocracia” de Bruselas para huir de responsabilidades.
La impotencia de la poderosa Alemania contrasta con el ejemplo de Serbia, un país aspirante a la integración en la UE, aunque, de momento, el estar fuera de la organización le ha permitido negociar la llegada de vacunas con todos los actores internacionales e, incluso, compartirlas con la vecina Macedonia.
El bochorno europeo en el abastecimiento de las vacunas destroza las pretensiones de los eurobeatos que sueñan con el fin de las naciones y lo defienden subrayando el peligro del nacionalismo. Pero la realidad les contradice. Ante la crisis, los gobiernos nacionales no van a seguir dictados exteriores y van a reaccionar intentando salvar las vidas de sus connacionales. Así, el europeísta primer ministro italiano, Mario Draghi, prohibió la exportación de 250.000 dosis de AstraZeneca fuera de la UE.
Los apoyos franceses a Sputnik V
En la guerra geopolítica de las vacunas, o lo que otros denominan softpower sanitario, el presidente francés, Emmanuel Macron, destaca por su apertura hacia la vacuna rusa Sputnik V. Ya desde noviembre, según los medios franceses, manifestó a sus allegados mantenerse abiertos al remedio ruso. El nihil obstat de The Lancet a Sputnik V dejó cariacontecidos a sus enemigos políticos.
Especialistas franceses que visitaron el Instituto ruso Gamaleya, donde se produce la vacuna, se mostraron convencidos de que el producto ruso sea considerado en la escena internacional. Así lo manifestó, según el semanario Le Point, Marie-Paule Kieny, presidenta del comité de análisis del primer ministro francés y exdirectora adjunta de la Organización Mundial de la salud (OMS).
Otra experta francesa, Chantal Kahn Malek, directora adjunta para Europa del CNRS (Centro Nacional para la Investigación Científica) rechaza que se mire a Rusia por encima del hombro de manera condescendiente cuando, señala, la existencia en ese país de excelentes físicos, matemáticos o biólogos explica que haber desarrollado una vacuna eficaz no represente una sorpresa.
La Agencia Europea del Medicamento todavía no ha dado el visto bueno a Sputnik V. Pero no serán los investigadores los que tomen una decisión que será ante todo política. La cuestión es saber si Bruselas desligará las cuestiones de salud de las sanciones que anuncia aplicar a Moscú en la “cumbre” del 25 y 26 de marzo.