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Salud

Hemorragia nasal

Algunas personas padecen hemorragias nasales con bastante frecuencia, mientras que otras rara vez las presentan. Puede haber tan solo un hilo de sangre o una hemorragia intensa. Si el paciente traga la sangre, a menudo vomita ya que la sangre es irritante para el estómago. La sangre que se haya tragado puede pasar a través del tracto digestivo y aparecer en las heces, cuya apariencia es la de heces negras alquitranadas.

El sangrado nasal generalmente proviene de la parte anterior de la nariz (hemorragia nasal anterior) de los pequeños vasos sanguíneos que existen en el cartílago que separa las dos fosas nasales. Este cartílago es el tabique nasal, y contiene muchos vasos sanguíneos. La mayoría de las hemorragias nasales anteriores son más escandalosas que graves.

La hemorragia procedente de los vasos sanguíneos situados en la parte posterior de las fosas nasales (hemorragia nasal posterior), aunque es poco frecuente, es más peligrosa y difícil de tratar. La hemorragia nasal posterior por lo general implica a vasos sanguíneos más grandes que la hemorragia nasal anterior. Dado que estos vasos se encuentran en la parte posterior de las fosas nasales, es más difícil que el médico pueda acceder a ellos para poder tratar la hemorragia. Las hemorragias nasales posteriores tienden a ocurrir en personas afectadas por ateroesclerosis (que reduce o bloquea el flujo sanguíneo en las arterias), en los que sufren trastornos de la coagulación, en los que están en tratamiento con fármacos que alteran la coagulación, o en los que se les ha realizado una cirugía nasal o de senos.

Se produce una hemorragia nasal cuando el revestimiento interior (mucosa) de las fosas nasales está irritado o cuando se rompen los vasos sanguíneos de las fosas nasales. Existen muchas causas de las hemorragias nasales. Son más propensos a desarrollar hemorragias nasales aquellos que reciben tratamiento con aspirina (ácido acetilsalicílico) u otros fármacos que interfieren con la coagulación de la sangre (anticoagulantes), los que presentan trastornos de la coagulación y aquellos con endurecimiento de las arterias (arterioesclerosis).

Las causas más comunes de las hemorragias nasales son

 

Traumatismos (como sonarse o hurgarse la nariz)

 

Cuando se reseca el revestimiento interior húmedo de las fosas nasales (como ocurre en invierno)

Las causas menos comunes de las hemorragias nasales incluyen

 

Infecciones nasales

 

Cuerpos extraños

 

Síndrome de Rendu-Osler-Weber

 

Tumores nasales o de los senos paranasales

 

Trastornos de la coagulación (coagulopatías)

 

Trastornos sistémicos (que afectan a todo el cuerpo)

La presión arterial elevada (hipertensión) puede contribuir a mantener una hemorragia nasal una vez que esta ha comenzado, pero es poco probable que sea la causa real.

La siguiente información puede ser útil a la hora de decidir cuándo es necesaria la valoración por parte de un médico, así como para saber qué puede esperarse durante esa valoración.

Ante una hemorragia nasal, ciertos síntomas y características son motivo de preocupación. Entre estos factores se incluyen los siguientes

 

Signos de pérdida excesiva de sangre (como debilidad, desmayos o mareos al ponerse de pie)

 

Uso de fármacos que interfieren con la coagulación de la sangre

 

Signos de una alteración de la coagulación o de un trastorno hemorrágico conocido (como la hemofilia)

 

Episodios recientes de hemorragias nasales, especialmente sin una causa clara

Los fármacos que con mayor frecuencia afectan a la coagulación sanguínea son: aspirina (ácido acetilsalicílico), clopidogrel, warfarina y nuevos fármacos que se toman por vía oral (denominados fármacos anticoagulantes orales nuevos), como rivaroxibán y apixabán.

Los signos de un trastorno hemorrágico consisten en

 

Numerosos puntos pequeños de color rojo en la piel (petequias)

 

Muchos hematomas grandes

 

Encías que sangran con facilidad

 

Heces sanguinolientas o alquitranadas

 

Tos con sangre

 

Sangre en la orina

 

Sangrado excesivo con el cepillado dental, al hacerse un análisis de sangre o al sufrir cortes menores

 

Períodos menstruales muy abundantes en las mujeres

Si el sangrado no se detiene al presionar la nariz se debe acudir al hospital de inmediato. Incluso si el sangrado se ha detenido, en caso de que el paciente presente signos de alarma también debe acudir al hospital de inmediato. Si no existen signos de alarma y la hemorragia nasal se detuvo (con o sin tratamiento) y el paciente por lo demás se siente bien, debe llamar a su médico. Es posible que no necesite valoración.

En primer lugar, el médico pregunta acerca de los síntomas del paciente y su historial médico y, a continuación, realiza una exploración física. Los antecedentes clínicos y la exploración física a menudo sugieren la causa del sangrado nasal y las pruebas que pueden ser necesarias.

Durante la historia clínica, el médico pregunta sobre:

 

Causas evidentes del sangrado (tales como estornudos, sonarse o hurgarse la nariz, e infecciones recientes de las vías respiratorias altas)

 

La duración y el número de episodios previos de sangrado nasal y cómo fueron detenidos

 

Si el paciente (o algún miembro de la familia) tiene un trastorno de la coagulación o cualquier otra enfermedad que puede causar alteraciones de la coagulación

 

Si el paciente está en tratamiento con algún fármaco que interfiera con la coagulación de la sangre

Los trastornos que pueden causar alteraciones de la coagulación incluyen la enfermedad hepática grave (como cirrosis o hepatitis) y ciertos tipos de cáncer.

Durante la exploración física, el médico busca en primer lugar signos de una pérdida abundante de sangre (como palpitaciones e hipotensión) y de hipertensión arterial notable.

A continuación, el médico presta especial atención a la región nasal, buscando el origen del sangrado. También se explora la piel para detectar signos de trastornos de la coagulación, incluyendo petequias, grandes hematomas y dilatación de los pequeños vasos sanguíneos situados en y alrededor de la boca y en las puntas de los dedos de manos y pies.

Si la hemorragia procede de la zona anterior de la nariz suele ser fácil de identificar con una linterna. Para identificar el origen de un sangrado posterior, se utiliza un sistema de visualización flexible. Sin embargo, un sangrado posterior activo puede producir demasiada sangre como para impedir que el médico identifique el origen, incluso utilizando sistemas de visión.

Habitualmente no se requieren análisis de sangre. Debe hacerse un análisis de sangre en los afectados por síntomas de un trastorno de la coagulación y/o signos de pérdida significativa de sangre, y en aquellos con hemorragias nasales graves o recurrentes. Se puede realizar una tomografía computarizada (CT) si se sospecha la presencia de un cuerpo extraño, un tumor o una sinusitis.

El médico inicialmente trata cualquier sangrado por la nariz como trataría una hemorragia nasal anterior. En los casos raros en los que se produce una hemorragia grave se administran líquidos por vía intravenosa y, en raras ocasiones, es necesaria una transfusión de sangre. Se debe tratar cualquier trastorno hemorrágico conocido o identificado.

El sangrado procedente de los vasos sanguíneos situados en la parte anterior de las fosas nasales por lo general se puede controlar en el domicilio presionando ambos lados de la nariz durante 10 minutos, mientras el paciente permanece sentado. No se debe presionar sobre la parte superior ósea de la nariz. Es importante presionar la nariz con firmeza y no soltar ni un momento durante los 10 minutos. Otras técnicas no tan eficaces también se pueden utilizar en el domicilio, como la aplicación de hielo sobre la nariz, la introducción de bolitas de papel sanitario en las fosas nasales y la colocación de la cabeza en distintas posiciones.

Si la presión nasal no detiene la hemorragia, se debe repetir durante otros 10 minutos. Si el sangrado no cesa pasados otros 10 minutos, se debe acudir al médico. El médico suele aplicar varias piezas de algodón en la fosa nasal sangrante. El algodón se empapa con un anestésico local (como lidocaína) asociado a un fármaco que hace que los vasos sanguíneos de la nariz se cierren (como fenilefrina). A continuación, la nariz se presiona durante unos 10 minutos y se retira el algodón. En casos de hemorragia menor no se suele hacer nada más. De forma alternativa, a veces el médico aplica una esponja de espuma especial (taponamiento nasal) en el lado del sangrado. La esponja al hincharse detiene el sangrado. La esponja se retira después de 2 a 4 días.

En casos de una hemorragia más grave o recurrente, a veces el médico sella (cauteriza) la fuente del sangrado con una sustancia química, el nitrato de plata, o mediante un bisturí eléctrico (electrocauterización). Si estos métodos no son eficaces, se dispone de diversos tipos de sondas nasales provistas de globo que permiten comprimir la zona sangrante. En casos poco frecuentes, puede ser necesario que el médico tapone por completo la fosa nasal de un lado con una tira larga de gasa. El taponamiento nasal suele retirarse al cabo de 3 o 4 días.

El sangrado procedente de los vasos sanguíneos situados en la parte posterior de la nariz es muy difícil de detener y puede llegar a ser potencialmente mortal. En una hemorragia nasal de este tipo, la técnica de compresión nasal no detiene el sangrado. La compresión simplemente hace que la sangre pase a la garganta en lugar de salir por la nariz. Para tratar la epistaxis posterior, el médico a veces coloca un balón de forma especial en la fosa nasal y lo infla para comprimir el punto sangrante. Sin embargo, esta y otras clases de taponamiento nasal posterior son muy incómodas e interfieren con la respiración del paciente. Se suelen administrar sedantes por vía intravenosa antes de colocar el balón y realizar el taponamiento. Además, el paciente necesita ser ingresado en el hospital y recibir oxígeno y antibióticos para evitar una infección de los senos paranasales o del oído medio. El taponamiento permanece en su sitio durante 4 a 5 días. Este procedimiento es incómodo, pero existen tratamientos para aliviar el malestar.

Si el globo no funciona, es necesario obliterar de forma directa el vaso sangrante. Para ello se realiza una intervención quirúrgica en la cual se introduce un endoscopio de fibra óptica a través de la pared del seno. El endoscopio permite al médico alcanzar y cerrar (por lo general con un clip) la arteria principal que alimenta el vaso sangrante. En ocasiones, se pasa un pequeño catéter a través de los vasos sanguíneos bajo control de rayos X hasta la zona de sangrado y se inyecta un material que bloquea el vaso sangrante (embolización).

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