La fibromialgia es una enfermedad que afecta aproximadamente al 2,4% de la población adulta en España, y es casi exclusiva del género femenino porque 9 de cada 10 casos se dan en mujeres. También hay casos entre niños y adolescentes. El principal síntoma es el dolor continuado en varias zonas del cuerpo sin causa que lo justifique. Otra característica común es la sensación de cansancio que aparece sin que el paciente haya realizado ningún esfuerzo previo. Se trata de una dolencia bastante incapacitante. Entre los factores de riesgo que predisponen a desarrollar la enfermedad están el ser mujer, contraer una infección de tipo vírico o bacteriano y tener antecedentes hereditarios. Suele ir acompañada de otros síntomas como dolor de cabeza, hipersensibilidad al roce con la piel, entumecimiento, espasmos musculares, rigidez articular, reglas dolorosas, dolor de vientre, hinchazón abdominal por gases, estreñimiento, diarrea, trastornos de memoria y atención, y trastornos del estado de ánimo como la ansiedad y la depresión. En muchos casos, estos síntomas van acompañados de una sensación de irritabilidad y de exceso de sensibilidad que provoca malestar ante ruidos y olores. De todos modos, estos síntomas son variables y cada persona los padece en diferentes grados de intensidad y en diferentes períodos de tiempo, lo que dificulta predecir hacia donde evolucionará la enfermedad en cada caso. Los distintos tipos de fibromialgia se suelen clasificar tomando como referencia la intensidad de sus síntomas, que van desde una dolencia leve y casi asintomática hasta un nivel de gravedad alto que imposibilitan hacer una vida normal. La causa de la fibromialgia no se ha identificado con absoluta precisión, aunque estudios recientes señalan que los pacientes coinciden en mostrar alteraciones en el sistema nociceptivo, que es el conjunto de estructuras del sistema nervioso que regulan la percepción y la respuesta al dolor. Estas alteraciones implican que el descenso del umbral de detección de estímulos dolorosos es generalizado y afecta a diferentes zonas del cuerpo humano. El resultado es un dolor generalizado provocado por estímulos no dolorosos, como el simple movimiento de una parte del organismo. El paciente es capaz de sentir los estímulos normales, como por ejemplo cuando se ejerce una presión en una zona de su cuerpo, pero el umbral del dolor es inferior al normal, es decir que con estímulos leves ya siente dolor. Al mismo tiempo también se han detectado cambios a nivel cerebral, con un incremento de la activación en las zonas que procesan el dolor. También recientemente se ha confirmado que en estos pacientes el 70% de las fibras nerviosas del tipo C, las que conducen el estímulo doloroso desde los tejidos periféricos hasta la médula espinal, presentan algún tipo de lesión. Se trata de un elemento clave para explicar el dolor y otros síntomas sensoriales de la enfermedad.