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Salud

Miomas uterinos

Alrededor de un 50-80% de los miomas son asintomáticos. Los síntomas que podemos encontrar son:

Hemorragia uterina. Es el síntoma más frecuente (62%). Suele presentarse en forma de regla abundante (menorragia) y se asocia típicamente a miomas submucosos.

Dolor. Puede ser por torsión, dilatación cervical (mioma parido), degeneración del mioma o compresión nerviosa.

Síntomas por compresión extrínseca. Síntomas urinarios por compresión vesical o estreñimiento por compresión intestinal.

Aumento del volumen abdominal.

Anemia.

Infertilidad. El mioma puede impedir la fecundación o la implantación debido a su localización en el útero (obstrucción tubárica o alteración de la anatomía normal).

El 20% de los miomas crecen durante el embarazo y regresan a la normalidad tras el parto, y es frecuente la degeneración o necrosis.

Puede aumentar el riesgo de aborto en los que deforman la morfología de la cavidad y la incidencia de partos pretérmino o problemas en el parto en función localización del mioma.

Conozca todo sobre los miomas uterinos
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Los síntomas más habituales son:

Hemorragia uterina anormal.

Dolor en la pelvis o abdomen bajo.

Síntomas por compresión extrínseca.

Infertilidad

Se desconoce la causa de los miomas, aunque se acepta que es una tumoración derivada de músculo liso uterino y que rara vez maligniza. Parece que las hormonas del ciclo menstrual (estrógenos y progesterona) influyen activamente en el crecimiento de los miomas. También otras sustancias, como factores de crecimiento y otras hormonas tienen influencia en el desarrollo del endometrio, actuando sinérgicamente con la progesterona o favoreciendo su actividad. Todo ello podría provocar la alteración genética que propiciase el crecimiento desproporcionado de un grupo de células que formaría un mioma. La incidencia en la población general es del 25%, pero sabemos que se trata de un dato clínico que probablemente infraestima la frecuencia real, que puede superar el 50%.

La mayoría de las veces se diagnostica en la tercera y cuarta décadas de la vida y además de la raza negra, los antecedentes familiares, la menarquia precoz (primera regla), la obesidad o la carne roja se consideran factores de riesgo. Por otro lado, se ha encontrado una relación protectora en la multiparidad (tener varios hijos), el tabaco y la ingesta de alimentos de origen vegetal.

También la ausencia de ciclos menstruales por cualquier motivo (como el embarazo), parece tener una influencia favorable. Se han identificado varios subtipos histológicos, aunque macroscópicamete no se observan diferencias entre ellos.

Según su localización se distinguen:

Miomas subserosos: situados en la parte más externa del útero, bajo la capa más superficial, que se denomina peritoneo visceral o serosa. Pueden alcanzar gran tamaño y son poco sintomáticos.

Miomas intramurales: son los más frecuentes (55%) y proliferan en la capa muscular del útero, que se denomina miometrio.

Miomas submucosos: hacen protrusión en mayor o menor medida en el endometrio (capa más interna), hacia la cavidad uterina. Son los más sintomáticos (sobre todo sangrado).

Cuando el crecimiento es desproporcionado a la irrigación del mioma, puede sufrir procesos de degeneración, la mayoría de las veces sin trascendencia (hialina -65%-, quística -4%-, mixomatosa -15%-, calcificación -10%-, grasa, necrosis y maligna o sarcomatosa -0,5%-).

A pesar de que como se ha explicado los miomas son tumores benignos, las estadísticas indican que aproximadamente una de cada 10.000 pacientes con miomas presentarán un tumor maligno (denominado leiomiosarcoma), probablemente debido a un mal diagnóstico inicial. En estos casos el crecimiento del mioma suele ser rápido y muestra signos de vascularización anormal. Esta posibilidad debe tenerse en cuenta especialmente en pacientes post-menopáusicas.  Sólo con la exploración física manual pueden ser diagnosticados, sin embargo la ecografía es la prueba de imagen que mejor rendimiento ofrece en el diagnóstico de los miomas; sobre todo la transvaginal, que permite un mayor detalle en la exploración.

También se pueden utilizar otras técnicas para confirmar o precisar el diagnóstico en algunas circunstancias, como la histeroscopia diagnóstica, la histerosalpingografía o sonohisterografía, o incluso la resonancia magnética, pero no es habitual.

 

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