En la crianza hay una regla que ningún padre debería saltarse y es que la comida no debe utilizarse ni como premio ni como castigo.
Cuidar los hábitos alimentarios desde la infancia es importante para que los niños desarrollen una relación sana con su propia nutrición. El alimento no es un objeto de negociación, sino el elemento esencial para la vida. Por este motivo, no debe ser usado para otro fin más que la alimentación.
No castigues con la comida
Cuando un padre le dice a su hijo que tiene que comer las verduras porque se ha portado mal, favorece la asociación entre este tipo de alimento y el castigo.
Es posible que en el subconsciente del niño quede grabado que comer verdura es algo malo para él y se termine generando una aversión por las mismas. A su vez, el pequeño entiende que comerlas constituye una obligación y no un hábito saludable.
Lo mismo sucede cuando se priva al niño de consumir un alimento de su agrado como consecuencia de su comportamiento. Por ejemplo, cuando el padre advierte al niño que no comerá su postre favorito por haber rechazado las verduras de la cena.
De esta forma el niño asocia que determinado alimento es un castigo, mientras que otros son premios. Generalmente, estos últimos son comidas poco saludables.
Tampoco uses la comida como recompensa
Para inculcar hábitos alimenticios saludables es importante introducir comidas naturales y ricas en nutrientes, así como también restringir los procesados o la comida chatarra. Si bien esta última opción se permite en ocasiones especiales, jamás debe ser empleada para premiar o castigar la conducta del niño.
Estos métodos de crianza son poco apropiadas, ya que condicionan al niño a actuar en base a la recompensa o al castigo y no le permiten reflexionar acerca de sus acciones.
De esta manera, el pequeño se acostumbra a modificar su comportamiento cuando hay un estímulo externo delante. Además, no termina de comprenden la importancia real que implica hacer o dejar de hacer esas acciones que deseamos que cambie.
El día que no se castiga o no se premia ya no se obtienen los resultados. Esto ocurre porque el niño pierde el interés en mejorar su comportamiento si no hay nada a cambio.
Lo mismo sucede cuando los padres no están cerca para supervisar el comportamiento del niño. Al no tener recompensas ni castigos, es el pequeño el que decide cómo actuar más allá de lo que sus padres pretendan.
El premio de la comida chatarra
Otro aspecto no menor es el mensaje que se le da al niño al premiar su conducta con comida poco saludable, como una golosina o una hamburguesa.
Lo que queda aprendido en el subconsciente del pequeño es que cuando se comporta de manera apropiada, es merecedor de esos alimentos poco saludables.
Esta tensión emocional generada en torno al alimento prohibido hace que el niño busque la sensación de confort al consumir este tipo de alimentos. A la larga, esto puede favorecer a que se vuelva un consumidor asiduo de la comida poco saludable.
Acerca de los hábitos de crianza saludables
Es muy importante saber que el uso de la comida como elemento de negociación no es una estrategia de crianza apropiada.
Si nuestra intención es que los niños adquieran hábitos saludables, entonces la comida no debe cumplir otro rol más que el de la nutrición. Ni siquiera cuando se trate de alimentos reales, tales como una fruta o una verdura.
Frases como “si te comes la verdura, jugaremos juntos toda la tarde” deben evitarse. De otra forma, la relación que los pequeños establezcan con la comida acabará siendo negativa.