CORONAVIRUS
La nueva variante del coronavirus sacude al mundo, y América Latina no es la excepción. ¿Se ha preparado la región más golpeada por la pandemia para luchar contra la propagación de nuevas variantes?
Ante el avance de la variante ómicron del coronavirus, una nueva mutación identificada por primera vez en Sudáfrica la semana pasada, las alarmas mundiales se han vuelto a encender. En el continente americano, los dos primeros casos confirmados se reportaron el domingo en Canadá, en dos personas de Ontario que habían regresado al país tras viajar a Nigeria, y un caso sospechoso se está investigando en Brasil.
Según los primeros estudios, esta nueva versión del SARS-CoV-2 presenta más de 30 mutaciones y una alta capacidad para evadir tanto las defensas naturales como las desarrolladas por las vacunas. Por ese motivo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido que ómicron podría significar “un riesgo muy alto” para el mundo y la ha elevado a la categoría de “variante preocupante”. Frente a esta nueva amenaza, ¿qué mecanismos ha desarrollado América Latina para luchar contra su propagación?
Varios países de Europa y Asia han comenzado a cerrar el tráfico aéreo con naciones del sur de África. Por su parte, Canadá, Estados Unidos, Brasil y Ecuador han sido los primeros en el continente en emitir restricciones a los viajes desde dichos países. “La llegada de ómicron a América Latina, debido a sus características, va a ser muy pronto y probablemente en Sudamérica vamos a tener una fuerte competencia entre ómicron y delta, que es la que por ahora domina en la región”, dice a DW el virólogo e inmunólogo Bladimiro Rincón, de la Universidad de Santander, en Colombia.
El especialista Rincón recuerda que en los principales aeropuertos de América Latina se había logrado monitorear a los viajeros, con pruebas de diagnóstico rápidas o verificando si alguno presentaba síntomas. “Eso realmente ayudó a retrasar la llegada de nuevas variantes como delta, pero ahora hay menos controles y la movilidad es mucho más alta”, alerta Rincón.
La vigilancia del virus y el rastreo
En el último año y después de haber sido duramente golpeados por la pandemia, varios países de América Latina han podido establecer mecanismos para protegerse mejor frente a nuevas variantes, como redes nacionales y regionales de vigilancia genómica, que se hace principalmente en laboratorios de universidades, donde se reciben semanalmente muestras para realizar las secuenciaciones.
“Establecer en cada país una red de secuenciación es bastante costoso, pero Chile, Brasil, México y Argentina han podido lograr una estrategia bastante robusta. Ahora, Colombia y Costa Rica están siguiendo ese camino”, cuenta el virólogo Rincón. Por el contrario, los países de la región con una estratégia débil para la secuenciación y monitoreo de variantes serían Ecuador, Perú, Bolivia y Venezuela.
Por su parte, el virólogo costarricense Andrés Moreira, de la Clínica Universitaria Charité de Berlín, indica que, además, la mayoría de países latinoamericanos están interconectados a través de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) o tienen relaciones bilaterales entre los ministerios de Salud para ayudarse en el monitoreo de nuevas variantes.
“Los países con una vigilancia genómica menos fuerte envían muestras, por ejemplo, a Brasil o Chile, incluso a Estados Unidos o Alemania, para que sean secuenciadas. La peculiaridad que tiene la región es que se ha detectado mucha diversidad de variantes del virus”, señala el virólogo Moreira.
Al respecto, Moreira también recuerda que la Charité de Berlín ha ofrecido entrenamiento científico y que muchos de los protocolos de diagnóstico están siendo usados en muchos países de la región. “Ahora lo más importante es fortalecer esa red de información genómica y la de diagnóstico del virus, inclusive con pruebas rápidas de antígeno”, sostiene el virólogo costarricense. Sin olvidar, agrega, que “la vacunación, el lavado de manos, el uso de mascarilla y el distanciamiento social son la clave básica contra ómicron”.
¿Liberación de más patentes?
Sobre si la liberación de más patentes de las vacunas contra el COVID-19 sería otro de los mecanismos que se deberían tener en cuenta en la lucha contra las nuevas variantes, los expertos creen que, ciertamente, podría ayudar. Pero habría problemas en la producción masiva, porque no hay seguridad de que los sistemas de salud nacionales tengan la capacidad para producir tanta cantidad de vacunas.
“El problema es que se necesita calidad para producir vacunas y, lastimosamente, Sudamérica, por ejemplo, perdió eso desde los años 80”, señala el especialista Rincón. Algunos países estarían tratando de retomarlo pero la inversión es millonaria. “Solo Brasil está produciendo la vacuna Coronavac, Argentina y México recién han empezado a producir Sputnik V, pero en poca cantidad. La excepción es Cuba, que logró fabricar su propia vacuna”, resalta Rincón.
En lugar de ello, según el virólogo de la Universidad de Santander, lo más factible sería liberar las patentes de los nuevos medicamentos contra el COVID-19: “El nuevo medicamento de Pfizer, por ejemplo, podría producirse fácilmente en países de la región. Muchos tienen la capacidad para producir medicamentos. Esto podría ayudar a tener fácil acceso y bajos precios para poder disminuir las tasas de muerte causadas por el COVID-19”, afirma Rincón.
Por ahora, a pesar de que aún no se puede asegurar si las vacunas protegen contra ómicron, los expertos insisten en seguir vacunando a la mayor cantidad de personas posible para prevenir la propagación de nuevas variantes. “Lo que sí sabemos es que la gran cantidad de mutaciones que tiene ómicron es algo que no habíamos visto en las anteriores variantes”, asegura el virólogo Moreira de la Charité de Berlín, “pero con las vacunas actuales, al menos, ya tenemos algo de inmunidad”.