En la era digital, donde un clic basta para hacer un “match” y conectar con alguien, la intimidad comienza a producirse en el entorno digital. Entre emojis y mensajes sugerentes, hay un tema que suele quedar fuera de la conversación: las infecciones de transmisión sexual (ITS). Hablar de ellas no debería ser un tabú, sino parte de una responsabilidad compartida para cuidar tanto la salud propia como la de las parejas. Romper el silencio y normalizar una conversación sobre las pruebas de ITS es fundamental para disfrutar de una sexualidad plena y segura.
Las ITS son más comunes de lo que se suele pensar. Cada día, más de un millón de personas contraen alguna, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Muchas de estas infecciones pasan desapercibidas, ya que no presentan síntomas visibles. “Infecciones como la clamidia y la gonorrea pueden ser completamente asintomáticas, especialmente en mujeres, lo cual aumenta el riesgo de complicaciones graves si no se diagnostican a tiempo
Enfermedades Infecciosas del mismo hospital, habla de una “pandemia de infecciones invisibles”. “No ver los síntomas no significa que no haya infección, y esa es la razón por la que muchas ITS terminan cronificándose y causando problemas graves”, señala. Esto refuerza la importancia de realizarse pruebas regularmente, especialmente al iniciar una relación. “La detección temprana es crucial para evitar complicaciones como la infertilidad o enfermedades crónicas”, añade Blanco.
Conocer el estado de salud sexual es una responsabilidad personal y hacia las parejas. Realizarse pruebas de forma regular debería ser un chequeo de rutina. Sin embargo, la responsabilidad no termina ahí: si el resultado es positivo, el siguiente paso es informar a las parejas sexuales. “No se trata de un acto opcional, sino de una obligación ética que protege a las personas con las que hemos compartido intimidad. Avisarles no solo les da la oportunidad de cuidar de su propia salud, sino que también detiene la transmisión en cadena”, recalca la doctora Fuertes. La transparencia no solo previene contagios, sino que refuerza la confianza y fomenta relaciones más saludables y seguras.
El estigma que rodea a las ITS –la creencia errónea de que son consecuencia de comportamientos irresponsables– es uno de los mayores obstáculos para su prevención y tratamiento. Este prejuicio fomenta el silencio y retrasa la búsqueda de ayuda. La realidad es que cualquier persona sexualmente activa puede contraer una ITS. Según el National Health and Nutrition Examination Survey (NHANES), algunas, como el virus de papiloma humano (VPH), afectan a más del 40% de los adultos en Estados Unidos y suelen ser asintomáticas. Las ITS no distinguen género, orientación sexual ni edad. Por eso, la educación y el acceso a la información son fundamentales para reducir su impacto.
Ante esta realidad, la prevención se vuelve esencial. Usar preservativos, limitar el número de parejas sexuales, conocer la historia de salud de la pareja y evitar el consumo de drogas durante la actividad sexual son prácticas que reducen considerablemente el riesgo de contagio. Además, existen vacunas, como la del VPH y la hepatitis B, herramientas claves para protegerse y frenar la transmisión de las ITS.
La prevención no es el único componente de una vida sexual plena. Disfrutar de una vida sexual saludable no solo implica placer, sino también asumir responsabilidades. Hacerse pruebas de ITS, ser honesto con las parejas y adoptar medidas preventivas son pilares de una vida sexual plena. Estas acciones empoderan, permiten cuidarse y cuidar a los demás, y ayudan a desmantelar los prejuicios sobre estas infecciones. “Entender que una infección de transmisión sexual no es el fin del mundo, sino una enfermedad que requiere tratamiento y cuidado cambia nuestra perspectiva. Dejar de lado el miedo y asumir nuestra responsabilidad es el primer paso hacia una sexualidad sana y sin tabúes”, concluye la doctora Fuertes.