No son sólo nuestras emociones las que se ven afectadas. Un reciente estudio científico, publicado en la revista especializada Perspectives of Psychological Science, explora las diferentes maneras en las que las estaciones pueden influir en nuestros cerebros; desde nuestro apetito sexual hasta nuestra inteligencia y actividad social.
Aunque se acepta ampliamente que animales como los gansos de Canadá o los osos negros adaptan su comportamiento según la época del año, estas variaciones sutiles en la psicología humana se han discutido mucho menos, pero podrían ser esenciales para entender nuestras tomas de decisiones y bienestar.
Aquí hay algunos de las conclusiones más notables que llamaron la atención de los investigadores:
Estado de ánimo
La existencia de la depresión en invierno, conocida en inglés como Seasonal Affective Disorder o sus siglas SAD (que significan “triste”) y en español como trastorno afectivo estacional, es ampliamente reconocida.
Los síntomas incluyen una persistente tristeza o ansiedad que dura por lo menos dos semanas; una sensación de desesperanza e inutilidad; baja energía; comer en exceso; y dormir demasiado.
Muchas personas se han sentido con el ánimo apagado sin registrar todos los criterios para un diagnóstico clínico de SAD. Esta melancolía general se conoce informalmente como “depresión invernal” y los estudios indican que muchos la sufren.
A comienzos de la década de 2010, investigadores de la Universidad de Cornell, en Ithaca, Nueva York, analizaron el contenido de 509 millones de tuits de 84 países. Encontraron una correlación entre los cambios de luz diurna y el contenido emocional de los mensajes: a medida que los días se acortaban, los usuarios tendían a usar menos palabras positivas.
Hay muchas posibles explicaciones para la depresión invernal o SAD. Una teoría popular es que los niveles reducidos de luz interfieren con el reloj biológico del cuerpo -conocido como el “ritmo circadiano”– que a su vez puede alterar la regulación normal de los neurotransmisores que manejan los procesos emocionales.
Esto ha dado lugar a la terapia de luz, que usa lámparas especiales que imitan la luz solar para recalibrar el reloj biológico, aunque el análisis del Cochrane Systematic Review de 2019 concluyó que la evidencia de su efectividad como tratamiento preventivo era limitada.
Una investigación reciente de la psicóloga de la salud Kari Leibowitz sugiere que nuestra actitud mental también puede jugar un papel. En colaboración con Joar Vittersø de la Universidad de Tromsø, Leibowitz interrogó a pacientes de varias regiones de Noruega sobre sus actitudes hacia el invierno.
Por ejemplo, les preguntó que calificaran cuán de acuerdo estaban con declaraciones como “el invierno es una época del año especialmente hermosa”; “me encanta lo acogedores que son los meses de invierno”; y “me gusta la luz suave que tenemos durante los meses de invierno”.
Leibowitz y Vittersø encontraron que las personas que estaban fuertemente de acuerdo con esas declaraciones tendían a sobrellevar mejor el frío y la oscuridad, con mejores niveles de satisfacción de vida y más emociones positivas durante los meses de invierno.
Es cierto que un cambio de actitud no puede ser el santo remedio contra un SAD severo, pero Leibowitz sugiere que muchos de nosotros podríamos vencer la depresión aprendiendo a detectar y recibir con brazos abiertos los aspectos positivos del invierno, como la belleza natural que trae consigo.
Al fin y al cabo, sabemos que las actitudes mentales pueden influir en muchos otros fenómenos. Las personas con desórdenes de ansiedad, por ejemplo, tienen mayor probabilidad de caer en mentalidades “catastróficas” y otras formas de pensamiento que se enfocan en los elementos más negativos y aterradores de una situación.
La terapia cognitivo-conductual puede ayudar a la gente a adoptar una perspectiva más equilibrada de la situación, lo que lleva a una mejora general de su salud mental. Existe evidencia de que esta terapia conversacional puede ser útil contra SAD. Estrategias similares podrían levantar nuestros ánimos durante los meses más oscuros del año.
Memoria y concentración
Si alguna vez has notado que tu agudeza mental disminuye a la par de la luz diurna, no serías la única persona. Sanne Mooldijk, del Centro Médico de la Universidad de Erasmus en Rotterdam, Países Bajos, y sus colegas, recientemente analizaron datos de un amplio estudio longitudinal con más de 10.000 participantes de 45 años o mayores.
Encontraron que aquellos que evaluaron durante el invierno tuvieron resultados un poco peores en medidas de aprendizaje, memoria y concentración, comparados con los que fueron evaluados durante el verano.
Todavía no conocemos las causas de esta variación estacional. Los pobres resultados cognitivos podrían ser una consecuencia de los sentimientos generalmente depresivos de las personas; tenemos más dificultad en pensar claramente cuando nos sentimos decaídos. Otra posibilidad es que refleja el déficit invernal de vitamina D, que se cree que ayuda a la salud mental.
La vitamina D se produce en el cuerpo cuando nuestra piel se expone a la luz del Sol y, aunque también podemos absorber ese nutriente de ciertos alimentos, es muy difícil obtener suficiente vitamina D solo de nuestra dieta. Los días cortos de inverno en altas latitudes en particular, combinados con el clima menos templado, significa que mucha gente puede encontrar dificultad de obtener suficiente vitamina D.
Indagar sobre este mecanismo subyacente podría ayudar a los científicos a entender por qué hay un aumento en los diagnósticos de demencia durante esa misma época.
El leve declive en agudeza mental durante el invierno podría amplificar los síntomas de una caída cognitiva, llevando a más pacientes a registrar los criterios clínicos de demencia.
Sociabilidad y sexualidad
Podríamos considerar que nuestros conceptos de comportamiento “cálido” y “frío” son simplemente metafóricos, pero nueva evidencia está surgiendo que sugiere que estas palabras podría reflejar asociaciones antiguas entre la temperatura ambiental y las conexiones sociales.
Según la teoría de la “termorregulación social”, nosotros evolucionamos para fijarnos en otros como fuentes de calidez física y confort. De esta manera, somos similares a los pingüinos emperadores y muchas otras criaturas que se amontonan para compartir su calor corporal.
Si esta teoría es cierta, entonces las temperaturas más bajas nos deberían dar pie a buscar más contacto social. Para poner a prueba esta predicción, un equipo liderado por Hans IJerzman, de la Universidad Grenoble Alpes, Francia, pidió a los participantes sostener bebidas calientes o frías mientras completaban varios cuestionarios que sondeaban el contenido de sus pensamientos.
Encontró que aquellos con las bebidas frías tenían considerablemente más disposición a pensar de seres queridos cercanos -los que podrían satisfacer su necesidad de contacto social, que aquellos con bebidas calientes. Eso se dio siempre y cuando los participantes en efecto tenían relaciones estables y solidarias en sus vidas, un hecho que no podía darse por sentado con algunos de los participantes.
Hay más evidencia que se puede sacar del tipo de cine que vemos. Los datos de los alquileres de películas online revelan que hay más probabilidad de que los usuarios escojan filmes románticos en lugar de otros géneros cuando la temperatura cae; un descubrimiento que ha sido replicado en múltiples experimentos de laboratorio. Una película conmovedora aparentemente satisface nuestro deseo evolucionario de calidez y afecto promovido por el frío exterior.
Nuestra actividad sexual sigue un ciclo más complejo. Según un estudio de la Universidad de Villanova en Pennsylvania y la Universidad de Rutgers en Nueva Jersey, EE.UU., los usuario de Google con mayor probabilidad van en busca de pornografía en la mitad del invierno y a principios del verano. También aumenta la probabilidad de búsqueda en páginas web de citas.
Una vez más, hay muchos factores en juego, pero parece razonable especular que el auge invernal podría, en parte, reflejar nuestro deseo de tener más contacto humano. Cualquiera que sea la explicación, esta variación tiene consecuencias en el mundo real, con otros estudios revelando un alza y baja de infecciones sexualmente trasmitidas durante esas mismas épocas.
Con más investigaciones, los científicos podrían identificar muchos más ciclos del comportamiento humano que resultan de la compleja interacción de la biología y la cultura. Y con este mayor conocimiento, podríamos explicar mejor estos cambios en nuestro propio comportamiento.
Al cultivar una actitud mental más positiva, perdonarnos a nosotros mismos por esos raros momentos de olvido y hacer más planes concretos para satisfacer nuestras crecientes necesidades sociales, podemos tomar pasos para derrotar la depresión invernal y aprovechar el año nuevo.