La salud mental es una construcción social que puede variar de un contexto a otro,
dependiendo de los criterios de salud y enfermedad, normalidad y anormalidad
establecdos en cada grupo social (que puede ser tan extenso como una nación o tan
reducido como una familia), lo cual influirá directamente en la forma de sentirse sano o
enfermo de las personas pertenecientes a un determinado grupo.
La forma como nos comportamos y nos relacionamos con las personas y el entorno en
nuestra vida diaria es el resultado de la manera en que transcurren las percepciones, los
pensamientos, las emociones, las creencias y demás contenidos en nuestra mente, los cuales
se encuentran íntimamente afectados por factores genéticos, congénitos, biológicos y de la
historia particular de cada persona y su familia, así como por aspectos culturales y sociales.
Actualmente no existe una manera biológicamente sólida de hacer la distinción entre
normalidad y anormalidad mental, tampoco se conocen claramente todas las causas de los
desequilibrios en este campo. Sin embargo, mundialmente se aceptan dos clasificaciones de
trastornos y problemas mentales (CIE-10 y DSM-V) que orientan a los especialistas en la
identificación de cuadros clínicos y definición de diagnósticos.
El diagnóstico de trastorno mental, su tratamiento y pronóstico dependen de la forma como se
agrupan determinadas formas de pensamiento, percepciones, sentimientos, comportamientos y
relaciones considerados como signos y síntomas, atendiendo a diferentes aspectos tales como:
1. Su duración. 2. Coexistencia (mezcla). 3. Intensidad.