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Salud

Vacunas cubanas contra el Covid-19

Pese a sus excelentes relaciones con Rusia y China, Cuba no ha favorecido la compra de sus vacunas. La isla caribeña, con una importante tradición médica y capacidad para reaccionar ante crisis sanitarias, ha decidido llevar una estrategia en solitario.

LIANNE GUERRA RONDÓN

América Latina y el Caribe comienzan a movilizarse en materia de vacunación. En enero, Ecuador recibió un lote de 86.000 vacunas de Pfizer-BioNTech (Estados Unidos-Alemania) destinado al personal de salud y a ancianos en centros geriátricos. Chile, que sorprende por su capacidad para encabezar las listas en América Latina, ha comprado la vacuna de Sinovac, (CoronaVac, China) y se ha hecho con un lote de Pfizer-BioNTech que permitirá vacunar a una población de 15 millones de personas en el primer semestre de 2021. Según Our World in Data, Chile ocupa el sexto puesto a nivel mundial de vacunación por cada 100 habitantes. Le siguen Brasil, Costa Rica, Argentina, México, Perú, Panamá, Bolivia y Ecuador.

Colombia, que expande cada vez más sus opciones de vacunas, ha firmado convenios con Pfizer-BioNTech, AstraZeneca-Oxford (Reino Unido), Sinovac y Johnson & Johnson (EEUU). Brasil está aplicando en el país la vacuna británica de AstraZeneca-Oxford y la de Sinovac, además de producir la vacuna de Gamaleya (Sputnik V, Rusia). El gobierno brasileño también anunció, a principios de febrero, que negocia la compra de la vacuna de Bharat Biotech (Covaxin, India) –aprobada solo en India, por el momento–, después de simplificar las reglas para autorizar el uso de emergencia de las vacunas.

La Sputnik V, aceptada con cierto recelo por la comunidad internacional por la rapidez de su lanzamiento en agosto de 2020, ocupa en estos momentos el cuarto puesto de demanda de pre-compra, con 762 millones de dosis vendidas. Argentina, Bolivia y Nicaragua ya vacunan con la Sputnik V. Se prevé que aumente su demanda después de que la revista médica The Lancet publicara los análisis provisionales de los datos del ensayo en fase III, que demuestran una eficacia del 91,6 %. Su precio competitivo –6 dólares por dosis– y el hecho de que sea de producción estatal facilitará las estrategias de Moscú para llevar a cabo su diplomacia de vacunas. Las vacunas chinas, por su parte, acumulaban 480 millones de dosis solicitadas en febrero.

Llama la atención que un país como Cuba, en excelentes términos políticos con países como Rusia y China, no haya favorecido la compra de sus vacunas o incluso la producción en los laboratorios biotecnológicos del complejo BioCubaFarma para su ulterior distribución. ¿Cuál es la apuesta cubana en ese sentido?

 

Ilustración de Brady Izquierdo

Cuatro candidatos vacunales

La isla caribeña, con una importante tradición y reconocimiento internacional por su experticia médica y biotecnológica y su capacidad para reaccionar rápidamente ante crisis sanitarias, ha decidido llevar una estrategia en solitario en esta carrera por la vacuna. Esta elección tiene pros y contras. Desde el punto de vista de la capacidad económica, el país no puede asegurar la adquisición de millones de dosis para inmunizar a su población. Sin embargo, sí cuenta con la experiencia e infraestructura para realizar todo el proceso de desarrollo de una vacuna, desde la fase pre-clínica hasta la producción. En este llamado nacionalismo de las vacunas, la mitad del suministro mundial se ha reservado para solo el 15% de la población, siendo los países desarrollados los que se han asegurado hasta seis dosis de vacunas por adulto. Esta estrategia, lejos de beneficiar, agota la producción y no impide que sigan apareciendo nuevas variantes del virus en países que no han comenzado a vacunar, atentando contra la eficacia de las vacunas que ya están en el mercado.

Para Cuba, desarrollar una vacuna propia significa poder vacunar a la mayor parte de su población y exportarla en un futuro próximo. No obstante, se coincide en que esta no debería ser la única estrategia a seguir. En un país que sufrió en 2020 su peor crisis económica desde el llamado Período Especial (1991-93) debido a, como señala el economista Carmelo Mesa-Lago, el “ineficiente sistema de planificación central, la crisis económica en Venezuela, el reforzamiento del embargo por Donald Trump y la pandemia”, resulta urgente relanzar la economía interna, algo que resulta imposible con los largos períodos de confinamiento.

Cuba no puede acceder a vacunas con precios que oscilan entre 25 y 37 dólares o incluso a la vacuna de Moderna (EEUU) debido al embargo estadounidense. Pero otras vacunas, como la Sputnik V o AstraZeneca-Oxford, podrían haber sido alternativas para comenzar el proceso de vacunación en los grupos con mayor exposición al virus mientras se desarrollan las vacunas nacionales.

En la actualidad, Cuba tiene cuatro candidatos vacunales: Soberana 01 y Soberana 02, elaboradas por el Instituto Finlay de Vacunas (IFV); y Abdala y Mambisa, del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB). El avance en el desarrollo de estas vacunas es esperanzador, aunque probablemente centrar todas las esperanzas en esta única estrategia no sea la mejor opción.

El país ha proyectado comenzar la fase III de evaluación de los candidatos Abdala y Soberana 02 en marzo, con una predicción de vacunación para el segundo semestre de 2021. Para iniciar la fase III es necesario tener un mínimo de pacientes infectados y la incidencia de contagios en Cuba no es tan alta. Por ello el gobierno ha firmado convenios de colaboración con el Instituto Pasteur de Irán y está en conversaciones con México para participar en la fase III del ensayo clínico. Una vez que Soberana 02 tenga su perfil de seguridad completado y se conozca el perfil de respuesta inmune, se solicitará una autorización de uso de emergencia para trabajadores de salud pública, de aeropuertos y del turismo.

 

Fuente: A. Pérez-Riverol

El tipo de vacuna que desarrolla Cuba es en subunidad recombinante, que ha demostrado ser muy segura. Generalmente no se observan reacciones adversas graves, se puede almacenar a temperaturas de entre 2 y 8°C y cuenta con una gran escalabilidad de producción, aunque cabe esperar una respuesta inmune débil para una proteína RBD (dominio de unión al receptor) recombinante pequeña, que requiere una vacunación repetida. Como Soberana 01 y 02, Abdala se basa en una parte de la proteína S (spike, espícula en inglés) del SARS-CoV-2, el sitio de unión al receptor (RBD) que media el contacto inicial del virus con el receptor celular. Mientras Soberana 01 y 02 son producidos por vía recombinante en cultivos de células de mamíferos, Abdala es producido en células de levadura, un sistema más económico. A diferencia de Soberana 02, el RBD de Abdala no está conjugado y requeriría una pauta de vacunación de tres dosis. Por su parte, Mambisa tiene una formulación para ser administrada vía nasal, un procedimiento que no es nuevo en Cuba y que se exporta para el tratamiento contra la Hepatitis B.

En 2021, el país ha reportado 27.885 casos confirmados, cifra muy superior al total de casos en 2020. El alto índice de circulación viral pone en jaque a todo el sistema de salud pública cubano y con él, el entramado de acciones del protocolo a seguir ante la detección de casos positivos de Covid-19. Las personas con un test positivo, asintomáticas o no, en su mayoría viajeros o casos de contacto, son trasladados a un centro de aislamiento municipal donde se les suministran varias dosis del medicamento Interferón para aumentar la respuesta inmune del organismo.

Los protocolos varían según el personal médico y la eficiencia del testeo ralentiza significativamente los procesos. Las personas pueden llegar a estar aisladas en estos centros hasta un mes, durante el cual se les suministra Interferón hasta obtener un test negativo. Durante este período de aislamiento el gobierno cubano eleva significativamente los costos, al proveer alimentación y servicios básicos gratuitos. Estos protocolos generan una enorme carga, a la que se unen las hospitalizaciones en unidades de cuidados intensivos para casos graves.

El juego geopolítico

Una vez aprobadas las vacunas, se espera una pauta de vacunación de 2 o 3 dosis espaciadas en un intervalo de 28 días, gratuitas y abiertas a cubanos y turistas. Así anunció el director del Instituto Finlay, Vicente Vérez. Además, se comenzará a exportar hacia aquellos países menos desarrollados, aprovechando la poca presencia internacional, posiblemente bajo un esquema de cooperación y no de ayuda humanitaria. Si bien en muchas de las vacunas en el mercado ha habido participación estatal, se trata de productos privados que escapan al control de los Estados. Rusia, China y, en el futuro, Cuba, tendrán un control total sobre su producción, lo que favorecerá que se hagan con un mercado del Sur siempre olvidado, con la excepción de acciones como Covax, apoyada por la Organización Mundial de la Salud, para promover el acceso a las vacunas en todo el mundo.

La gobernanza de la vacuna no está exenta de los tejemanejes que ya se están observando en su adquisición. La poca información sobre aquellas que no son desarrolladas por las grandes transnacionales farmacéuticas atenta contra la transparencia tan necesaria en tiempos de pandemia. En ese sentido, Cuba queda fuera de los círculos de poder predominantemente occidentales, recibiendo casi exclusivamente atención de los medios de comunicación latinoamericanos y en castellano. Como se ha demostrado en otros estudios, ello provoca que las élites políticas cubanas elaboren estrategias de actuación que refuerzan la auto-percepción de contar con las capacidades necesarias para valerse por sí mismos ante situaciones de crisis.

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