El ‘edge computing’ acerca el almacenamiento de datos a las fuentes de información, y permite decidir más rápido
El fenómeno de las ciudades inteligentes lleva miles de años fascinando a la humanidad. Pensemos en la antigua Roma, un complejo sistema urbano interconectado que aplicaba las nuevas tecnologías para gestionarlo todo, desde los sistemas de transporte público hasta la distribución de fuentes de energía. En aquella época, los acueductos y los sistemas de canalización de agua transformaron la vida de los ciudadanos, por no hablar de las carreteras pavimentadas que revolucionaron el transporte.
Si avanzamos 1.500 años en el tiempo, el ritmo de desarrollo tecnológico sigue su curso, dando paso a innovaciones como los coches sin conductor, los sistemas de tráfico inteligentes y los robots de reparto. Sin embargo, hay un aspecto que sigue siendo el mismo: el progreso no se logra de la noche a la mañana.
Para que las ciudades inteligentes de hoy en día sean lo más eficientes posible, es vital contar con una red de gran ancho de banda y baja latencia capaz de manejar grandes cantidades de datos. Y aunque el 5G, fiable y asequible, se está extendiendo por las ciudades, la conectividad de red sigue escaseando en algunas zonas.
¿La respuesta? El edge computing: un paradigma informático distribuido que acerca el ordenador y el almacenamiento de datos a las fuentes de información. La tecnología edge permite tomar decisiones más rápidas y procesar los datos en tiempo real dentro del propio dispositivo, en lugar de tener que enviar la información a un centro de datos lejano para su procesamiento. Por tanto, los tiempos de respuesta son más rápidos, un factor clave cuando se trata de gestionar tecnologías con gran ancho de banda que son esenciales para las ciudades inteligentes y para su éxito.
Una red de edge computing también tiende a ser más fiable y rentable, algo que beneficia a las administraciones locales. Esto se debe a que, con la toma de decisiones en el dispositivo a través de la inteligencia artificial, no es necesario almacenar los datos en una red en la nube, ya que solo se procesan los datos importantes.
Barcelona es una de las ciudades que lidera la implantación de tecnología inteligente basada en datos con el objetivo de mejorar la vida de sus ciudadanos. En 2015, la ciudad inició un proceso de transformación de la red a través de una serie de planes piloto y los trabajos continúan en la actualidad. Además de desarrollar una red 5G y una infraestructura privada, Barcelona está trabajando para explorar otros casos de uso y construir un futuro con tecnología más inteligente. Autobuses 5G sin conductor, por ejemplo.
Si esto le parece una quimera, dele otra vuelta, porque el proyecto ya está en marcha. En colaboración con Fira de Barcelona, busca ofrecer soluciones de movilidad sostenible en grandes espacios cerrados. Más allá del transporte, también se desplegará para ayudar a las fuerzas del orden en la ciudad.
Al haber construido ya más de 3.000 armarios urbanos para albergar infraestructuras tecnológicas clave, Barcelona tiene una oportunidad increíble de avanzar en su camino hacia la transformación digital. Por ello, la ciudad ha establecido planes ambiciosos que marcarán la pauta en cuanto a eficiencia, transparencia e innovación social. Y aunque podemos mirar a Barcelona como ejemplo, es importante recordar que no existe una solución estándar. Como ciudad costera y popular destino turístico, sus retos son diferentes a los del resto del mundo.
No valen las soluciones estándar
Todas las ciudades tendrán necesidades y retos diferentes en su empeño por ser más inteligentes. Para maximizar los beneficios, hay que tenerlos en cuenta desde el principio. Barcelona, por ejemplo, es un popular destino de vacaciones junto a la playa. Por tanto, la gestión de la capacidad de red en entornos concurridos como la playa es extremadamente importante. En su último piloto, Barcelona pretende adaptar su estrategia de 5G para garantizar la flexibilidad de sus capacidades de red, al tiempo que amplía los servicios de conectividad a las zonas de sombra y a las áreas donde las necesidades de recursos de red son muy estacionales, como las playas.
A pesar de que cada ciudad tiene necesidades diferentes, hay un conjunto específico de características que ayudan a identificar y medir su nivel de inteligencia. Las ciudades inteligentes se basan en la idea de que las personas pueden vivir y trabajar de la forma más eficiente posible, aprovechando al máximo sus recursos. Por ejemplo, si se recogen datos sobre el uso de la energía tanto a nivel personal como en los sistemas de control de los edificios, se puede reducir el consumo. Combinar esto con la gestión del tráfico y la vigilancia de la calidad del aire puede ayudar a las ciudades —y a países enteros— a alcanzar los objetivos de emisiones.
El futuro urbano
Crear un futuro inteligente para nuestras ciudades siempre va a suponer un reto. Dado que los servidores suelen situarse en carreteras o calles, la seguridad física es vital. Ya hemos comprobado lo fundamentales que pueden ser las funciones de las ciudades inteligentes, por lo que hay que protegerlas para que funcionen siempre sin problemas. También es necesario contar con una estrategia clara para el éxito.
Barcelona puede haber construido más de 3.000 armarios urbanos, pero naturalmente las ciudades más grandes necesitarán un número mayor, por lo que la infraestructura debe ser cuidadosamente pensada y ubicada de la manera adecuada para garantizar la mejor cobertura posible. Esta es otra área en la que el edge computing puede ayudar. Y lo que es mejor, sin necesidad de un sistema central de control en la nube, cada sensor puede sobrevivir a una interrupción de la red o a una cobertura poco estable.