El telescopio James Webb, que nos está dando unas imágenes espectaculares de la Tierra, tardó 25 años en construirse. Ir al espacio no es cuestión de dos días, y llevar equipos que soporten las complicadísimas condiciones que requiere un viaje así es extremadamente complejo. Además, cada aparato está compuesto de miles y miles de piezas sin las cuales el engranaje completo no funcionaría.
La construcción requiere tiempo, recursos y también creatividad. Hasta ahora, a los ingenieros les ha ido bastante bien a la hora de innovar y crear estructuras que hace cien años quizás parecían imposibles, pero para ir más allá y conquistar Marte puede que necesitemos una ayuda extra. Por ello, la NASA ha inventado unos componentes visualmente muy curiosas y funcionalmente revolucionarios. A primera vista pueden parecer poco útiles o extrañas, pero estas nuevas piezas son sin duda un trabajo de ingeniería espectacular.
¿El secreto? La inteligencia artificial que la agencia acaba de incorporar a su equipo de diseño de materiales, que está trabajando en misiones de gran magnitud como Artemis. Para construirlos, han recurrido al uso de programas CAD (diseño asistido por computadora, por sus siglas en inglés). El primer paso es especificar los criterios del material que crearán, en el que se identifica su función principal, cómo irá anclada, si tendrá orificios o alguna forma específica para que quepa en un equipo, si los astronautas deberán maniobrar con él… A partir de aquí, la máquina crea una propuesta de objeto en menos de dos horas.
Su pionero es Ryan McClelland, un ingeniero digital a quien conocimos en la visita que hicimos en El Cazador de Cerebros al Centro Goddard de la NASA. Estas “estructuras evolucionadas” a las que él llama han superado los diseños de los propios ingenieros en todos los aspectos: tardan mucho menos en diseñarse y desarrollarse, son tres veces más ligeras, toleran ocho veces más cargas estructurales y son tres veces más rígidas que las de los humanos.
Aunque oímos mucho que la inteligencia artificial eliminará el trabajo de los ingenieros y otros oficios, McClelland reconoce que “la IA será más como un asesor o un consultor, no los reemplazará. Aunque es muy inteligente, puede cometer errores si no se le dan instrucciones específicas”. A pesar de su potencial limitado, admite que “es una buena herramienta para entender exactamente lo que necesitas que haga la pieza”, porque para diseñarla hay que explicarle perfectamente a la máquina qué es lo que tiene que diseñar.
Los componentes ya han sido probados en algunas misiones de la NASA, en distintas etapas del diseño y la construcción, y se estrenará en la misión Excite (Exoplanet Climate Infrared Telescope), un telescopio transportado por globo que estudiará exoplanetas, y que por su estructura necesitaba reducir peso sin perder otras cualidades.
La agencia norteamericana ya piensa en las posibles aplicaciones de la inteligencia artificial, y, como nos contó McClelland, la unión de la IA con la impresión 3D puede ser toda una revolución de la ciencia espacial, porque permitiría abaratar costes e incluso que los astronautas crear sus propias herramientas en la Luna, en Marte o en cualquier otro lugar, sobre todo aquellas que no caben en un vehículo estándar o son difíciles de transportar. Nos espera un futuro de la ciencia espacial apasionante.