Sam Altman es el CEO de OpenAI, la empresa que desarrollo del exitoso ChatGPT, y esta semana se ha sentado en los banquillos judiciales en la primera audiencia sobre Inteligencia Artificial en Estados Unidos, y entre los muchos temas que se han tratado, el más señalado ha sido que él mismo ha pedido que los gobiernos regulen esta tecnología.
De la noche a la mañana la IA ha pasado de ser algo lejano a una tecnología al alcance de cualquiera, y ChatGPT es el mayor exponente de ello. Y mientras las posibilidades que nos ofrece son incalculables también tiene un lado oscuro, que a falta de legislación podría provocar numerosos peligros para nuestra sociedad.
Los países parecen que ya se están planteando medidas para frenar un avance descontrolado de la IA, como ha ocurrido en Europa, pero ahora es EEUU quién ha comenzado un proceso para saber mejor cómo actuar frente a esta tecnología. En lo que ha supuesto la primera audiencia para la regulación de este caso, el Senado ha convocado a Sam Altman para responder a una serie de preguntas sobre el desarrollo y futuro de la IA.
Estados Unidos debe ser el primer país en hacer algo” dijo Altman, aunque luego reconoció que “el esfuerzo (debería ser) de alcance global”. Lo cierto es que la intervención del CEO fue muy diferente a otras que han tenido sus homólogos como Mark Zuckerberg, ya que desde el primer momento pidió que las empresas y el gobierno colaborarán.
De esta manera Altman alertaba de la necesidad de legislar y crear unos controles y parámetros para la IA, de hecho, abogó por crear un organismo similar al que se creó con las armas nucleares “y que esas normas garanticen que el público acceda a los muchos beneficios de esta tecnología”.
A su vez, Altman dijo que era imposible predecir como va a ser la integración de la IA en los trabajos del futuro, pero aseguró que la eliminación de puestos de trabajo era todavía algo lejano y que los humanos éramos muy creativos por lo que ya encontraríamos “nuevas cosas que hacer con nuevas herramientas”.
Por otro lado, cuando uno de los senadores le preguntó si ganaba mucho dinero, el CEO le respondió que no, que cobraba lo necesario para cubrir sus gastos de seguridad social, y que ni siquiera tenía acciones en OpenAI, esto solo lo hacía por era lo que amaba.
Dicho todo esto, resulta sospechoso que de repente de un día para otro, todo el mundo coincida en que es necesario regular la IA y que las empresas privadas ahora quieran que los gobiernos intervengan y controlen su actividad. Tal vez han visto los dientes al lobo, y antes de que sean los gobiernos los que impongan sus leyes de manera tajante, colaboren y puedan amoldarlas más según sus intereses.