Desde hace varios años ya, el sector tecnológico no solo está en auge, sino que se ha posicionado como motor de las economías. Esto ha llevado a que surjan cada vez más empresas tecnológicas, al mismo tiempo que los estados están invirtiendo enormes cantidades de dinero para no quedarse atrás en esta área.
Solo hace falta fijarse que en dentro del listado de las 10 personas más ricas del mundo de Forbes, nueve de estas personas trabajan dentro del sector tecnológico, y en esa primera posición nos encontramos con el único e inigualable Elon Musk, que según los datos de septiembre de este año amasa una fortuna de 243.700 millones de dólares de patrimonio neto.
Musk es una de las personas más influyentes del sector, su empresa Tesla es todo un referente en la movilidad eléctrica, pero no son las únicas, ya que Space X, su empresa de inteligencia artificial xAI o Neuralink también son líderes en sus respectivas áreas. Aunque hay más, ya que hace algo más de dos años se decidió a comprar la red social Twitter, ahora renombrada por él como X.
Este movimiento causó muchísimo revuelo, no solo porque Musk pagó la estratosférica cantidad de 44.000 millones de dólares por la plataforma, sino porque también el patio de debate público que era hasta este momento la app, corría el riesgo de verse afectado por los intereses del magnate. Y en efecto, sorprendiendo a muy pocos, el “efecto Musk” en Twitter se ha notado (para peor) dentro de la red social, donde las desinformaciones y “fake news” se han multiplicado.
Musk siempre ha sido muy activo en la red social, desde hace mucho antes que la comprase, y es conocedor como muchos otros de que Twitter tiene un formato perfecto para generar opiniones. Entre los cambios más notables desde su llegada ha sido sin duda la falta de moderadores de contenido (a los cuáles despidió rápidamente), que son los encargados de analizar las publicaciones y decidir si se mantienen en la plataforma o no.
Esta tarea es esencial, ya que la falta de moderación de contenido tan solo contribuye al auge de mensajes de odio, violencia y desinformación, lo que hace mucho daño a la sociedad. Por su puesto que esto no lo hace de frente, y según él su misión es la de “mantener la libertad de expresión”, pero en la práctica su control sobre Twitter solo ha llevado a la amplificación de sus ideas, la censura de las contrarias a él y a un mayor auge de la polarización dentro de nuestra sociedad.
Dicho esto, parece algo más claro por qué Musk compró Twitter, sin embargo, para un hombre de negocios como es Musk esta operación carece de sentido. Esto es porque dos años después de la compra de las red social, ya la han tildado como la peor operación que han hecho desde la crisis del 2008. Esto es porque desde los 44.000 dólares que pagó el magnate, Twitter ha perdido aproximadamente el 90% de su valor, con estimaciones de que actualmente está valorada en unos 4.000 millones.
A su vez, Musk reconoció que Twitter había perdido casi el 50% de los ingresos publicitarios de la app, por lo que podemos de categorizar de desastre esta compra. Pero, ¿y si a Musk no le importaba el aspecto económico? Y es que visto lo visto, el hombre más rico del mundo está dispuesto a perder dinero a cambio de otra cosa más importante, el poder.
Si bien la cantidad de dinero va correlacionada con la cantidad de poder o influencia que tiene una persona, hay unos límites que comienzan por los poderes legales y ejecutivos. Y es justamente en el segundo donde Musk quiere irrumpir, y es que tal y como se han desenvuelto las elecciones presidenciales en EEUU, ahora parece más claro que nunca el plan de Musk.
Gasto un dineral en hacerse con Twitter, y no le importa el dinero, lo que le importa es poder moldear la red social a su gusto y semejanza. Un claro ejemplo de ello, es que hoy en día si abres la app (sin importar si le sigues o no) su cuenta personal de Twitter te va a saltar, es decir, su mensaje y todos los que él apoya se muestran en las cuentas de todos los usuarios de la red social.