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Elon Musk lanza por sorpresa una oferta de 43.000 millones de dólares para comprar Twitter

El hombre más rico del mundo avisa por carta de que no subirá más el precio: “Es mi mejor y última oferta”

El magnate Elon Musk, en enero de 2020.JOHN RAOUX (AP)
ÁLVARO SÁNCHEZLUIS PABLO BEAUREGARD

El multimillonario medio compra yates, coches y edificios. Pero Elon Musk no es un multimillonario medio. El hombre más rico del mundo, propietario de una inmensa fortuna que ronda los 260.000 millones de dólares según Bloomberg —el siguiente, a mucha distancia, es Jeff Bezos, fundador de Amazon, con 180.000 millones—, quiere ser el dueño de su propia red social, y ha ofrecido 43.400 millones de dólares (unos 40.000 millones de euros) para comprar Twitter a razón de 51,4 dólares por acción.

Eso supone una prima del 38% frente al precio al que cotizaba la compañía el 1 de abril, cuando todavía se desconocía el interés de Musk. Sus títulos recibieron la noticia con fuertes subidas iniciales, pero se desinflaron durante la jornada hasta colocarse en rojo casi un 2%, en 45,08 dólares, un precio muy inferior al ofrecido por el magnate. El retroceso es una señal de que los inversores no están del todo convencidos de que la operación vaya a salir adelante.

Twitter cuenta con 217 millones de usuarios diarios, según datos del último trimestre de 2021. Eso significa que Musk está dispuesto a pagar unos 185 euros por cada uno de ellos. El dueño de la aeroespacial SpaceX y consejero delegado del fabricante de vehículos eléctricos Tesla sorprendió hace solo unos días al entrar en el capital de la empresa californiana. Se hizo con el 9,2%, un paquete suficiente para ser el máximo accionista. Hasta entonces, la plataforma era solo uno de sus entretenimientos favoritos, y un espacio ideal para dar rienda suelta a sus extravagancias en un entorno donde su popularidad es indudable, como atestiguan sus casi 82 millones de seguidores —la octava cuenta más seguida, en una lista encabezada por el expresidente estadounidense Barack Obama con 131 millones—.

Ahora Musk va un paso más allá, y apuesta por tomar el control total mediante una opa hostil frente a la que se desconoce si habrá resistencia. “Es mi mejor y última oferta y, si no se acepta, tendría que reconsiderar mi posición como accionista”, ha advertido Musk en una carta al presidente de Twitter, Bret Taylor.

La frase puede leerse en clave de amenaza. Los accionistas de Twitter ven ahora sus títulos revalorizarse con fuerza, pero si Musk no logra su objetivo de lograr el control de la empresa y decide desprenderse de ellos, la caída sería tan vertical como lo ha sido la subida en los últimos días. Los cambios de opinión de Musk no son cosa extraña: el año pasado anunció que Tesla aceptaría el bitcoin como medio de pago para adquirir sus coches, y rectificó solo tres meses después alegando motivos medioambientales ligados al impacto para el planeta del minado de la criptomoneda.

La actual dirección de Twitter dio acuse de recibo de la oferta. Una reunión de emergencia fue convocada para tratar el asunto. En un comunicado, explicó que “revisará cuidadosamente la propuesta” antes de decidir qué es lo mejor para la compañía y sus accionistas. Una fuente anónima dijo a The Wall Street Journal que algunas voces dentro del consejo hicieron un llamamiento a resistir al embate del multimillonario y desveló que estudiaban posibles recursos para impedir que Musk tomara el control.

Algunos inversores ya le han dicho no. El poderoso príncipe saudí Alwaleed Bin Talal dijo en Twitter que rechaza el ofrecimiento de Musk. El monarca es el propietario de Kingdom Holding Company, un conglomerado que posee desde 2015 entre sus inversiones el 5% de la tecnológica de San Francisco. “No creo que la oferta se acerque al valor intrínseco de Twitter dadas sus proyecciones de crecimiento”, escribió Alwaleed. En respuesta a la negativa, el dueño de Tesla quiso saber qué opina de la libertad de expresión de los periodistas.

El magnate ha acudido a la red social con la que intenta hacerse para lanzar dos mensajes. El primero es que buscaría mantener a muchos de los inversores a bordo después de sacar a la empresa de Bolsa. Y el segundo, en un comentario al portavoz de un think tank conservador, en el que dijo que sería “indefendible” que la cúpula de Twitter no sometiera su oferta a un voto abierto a todos los accionistas. “Ellos son la compañía, no los directores del consejo”, escribió.

La inversión encaja como un guante en una personalidad como la de Musk, que cultiva el espectáculo, muy lejos de las formas discretas de otros acaudalados insignes. El modo de comunicar el paso a sus seguidores no sorprendió: madrugó para publicar en Twitter su intención de comprar… Twitter. “Hice una oferta”, escribió en un escueto mensaje acompañado de un enlace a la web del regulador estadounidense donde aparecen los detalles de la propuesta. Antes de eso, las especulaciones sobre hasta qué punto se implicaría en la gestión de Twitter con su 9% marcaban el debate. El domingo por fin hubo novedades: Musk declinó entrar en el consejo de administración. Pero la bomba estalló este jueves con su propósito de sumar Twitter a su lista de empresas.

En la misiva de este jueves, Musk da a entender que no pretende asumir el timón para mantener el rumbo del barco. Explica que una de las razones que le empujaron a hacerse con una participación fue convertirla en la plataforma de la libertad de expresión. “Desde que hice mi inversión, me di cuenta de que la compañía no prosperará ni cumplirá con este imperativo social en su forma actual. Twitter debe transformarse como empresa privada”, afirma.

Eso supondría sacarla de Bolsa. Y no parece que vaya a ser el único cambio en caso de tener éxito. Hace diez días, Musk lanzó una encuesta en Twitter sobre si la red social debería incorporar un botón para editar los mensajes. Ahora mismo esa opción no existe, por lo que si alguien publica contenido del que luego se arrepiente solo puede borrarlo y confiar en que no haya capturas de pantalla circulando. El 73% votó a favor de incluirlo.

El movimiento devuelve a las redes sociales a un primer plano años después de otras célebres adquisiciones. Y el incremento de los precios desembolsados muestra su creciente influencia y el bum de usuarios que viven. En 2006, Google compró YouTube por 1.650 millones de dólares. En 2012 Facebook se hizo con Instagram tras el desembolso de 1.000 millones de dólares. En 2014, de nuevo la compañía de Mark Zuckerberg protagonizó una operación multimillonaria al absorber WhatsApp por 19.000 millones de dólares. Y aún más pagó Microsoft por LinkedIn en 2016, cuando abonó 26.200 millones de dólares.

En caso de confirmarse, la compra abriría una cadena de interrogantes. Twitter es uno de los mayores altavoces del planeta. ¿Tratará Musk de aprovechar esa influencia de algún modo para promover sus propios intereses o los de sus empresas? Otro dilema es saber si bajo su batuta podrá alcanzar la rentabilidad que ahora no tiene: en 2021 Twitter perdió 221 millones de dólares pese a ingresar 5.077 millones. La tendencia es positiva: en 2020 las pérdidas fueron mucho mayores, de 1.135 millones, pero la compañía no tiene beneficios desde 2019.

Una fortuna ligada a Tesla

La posición dominante de Elon Musk (Pretoria, 1971), en todas las clasificaciones de los más ricos del planeta es indiscutible, pero eso no significa que ese dinero esté en su cuenta corriente. La fortuna de Musk fluctúa cada día al ritmo de la cotización de sus empresas. Y el fabricante de coches eléctricos Tesla es su joya de la corona. Actualmente posee en torno al 17% de la empresa, cuyo valor en Bolsa ronda el billón de dólares —la sexta mayor cotizada del planeta tras Apple, Microsoft, Aramco, Alphabet y Amazon—, por lo que solo esa participación equivale a unos 170.000 millones. Pese a lo cuantioso de la cifra, Musk se desprendió el año pasado de un paquete valorado en 16.000 millones de dólares, y donó a organizaciones caritativas acciones por valor de otros 6.000 millones, lo que le convirtió en el segundo mayor donante de 2021, solo por detrás de la fundación de Bill y Melinda Gates.

Su compromiso social —también un modo de reducir su factura fiscal— contrasta con su posición sobre la tributación de los más ricos. El pasado diciembre, Elon Musk se quejó públicamente de la cantidad de impuestos que abona. “Para aquellos que se lo pregunten, pagaré más de 11.000 millones en impuestos este año”, dijo en Twitter. El mensaje llegó solo unos días después de enfrascarse, también en Twitter, en una polémica con la senadora demócrata por Massachusets Elizabeth Warren, que había pedido endurecer la fiscalidad para que Musk pagara impuestos “y dejara de aprovecharse del resto”. El multimillonario le respondió con dureza. “Si abriera los ojos durante dos segundos se daría cuenta de que este año pagaré más impuestos que cualquier otro estadounidense en la historia”.

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