La batalla judicial de EEUU contra Google está servida y las consecuencias podrían ser devastadoras no sólo para el coloso online, sino también para el equilibrio de fuerzas de Internet conocido. La última sacudida en esta dirección la protagonizó ayer el Departamento de Justicia de EE.UU quien desveló sus intenciones: pedirá a tan emblemática corporación que venda o segrege las diferentes plataformas y servicios que ofrece, para así cortar las alas a unos negocios casi monopolísticos.
Como si fuera una bomba de racimo, el proyectil anunciado por el organismo judicial podría malherir los pilares de la multinacional: el buscador, la plataforma de publicidad online, la tienda de aplicaciones, el sistema operativo Android, el navegador Chrome y hasta los incipientes pasos en Inteligencia Artificial. De cumplirse los peores augurios judiciales, posiblemente no quedaría piedra sobre piedra en la empresa líder en servicios online. El objetivo final de la Casa Blanca consiste en reducir la posición de dominio de la compañía por medio de una pelea judicial prevista para la próxima primavera.
Sin embargo, fue el pasado agosto cuando la administración judicial del país de Biden enseñó los dientes de Google después de que la Justicia de EEUU sentenciara que el grupo había abusado de su posición dominante en el mercado de los buscadores web, creando así un monopolio ilegal.
Google considera que la mejor defensa es el ataque y apenas ha tardado unos minutos en reaccionar a las intenciones del Gobierno estadounidense. En su blog corporativo, la compañía advierte que el hecho de tener que compartir con sus rivales sus consultas de búsqueda, clics y resultados “pone en riesgo su privacidad y seguridad”.
En opinión de la multinacional californiana, “las consultas de búsqueda de Google son a menudo sensibles y personales y están protegidas por las estrictas normas de seguridad de Google; en manos de una empresa diferente sin prácticas de seguridad sólidas, los malos actores podrían acceder a ellas para identificarte a ti y a tu historial de búsqueda, como ya hemos visto antes”.
Google también señala “la escisión de Chrome o Android acabaría con ellos y con muchas otras cosas”. Entre otros efectos, cualquier troceo del navegador y del sistema operativo cambiaría los modelos de negocio de miles de empresas, ya que Android y Chrome son “utilizados por tantos desarrolladores y fabricantes de dispositivos de diferentes sectores -desde coches a dispositivos de salud o deporte, pasando por televisores, portátiles, aplicaciones y mucho más-, de forma que los cambios podrían afectar a muchas compañías y a las personas que utilizan sus servicios”.
Además, cualquier injerencia en en la plataforma Android elevaría el coste de los dispositivos y debilitaría a Android y Google Play en su sólida competencia con el iPhone y la App Store de Apple. Tampoco quedará indemne la Inteligencia Artificial, una vez que Google considera que cualquier obstáculo a las herramientas cognitivas de Google “podría frenar la innovación estadounidense en un momento crítico”.
La batalla judicial de EEUU contra Google se agudizó el pasado verano, cuando el juez de distrito estadounidense Amit Mehta determinó que Google había consolidado su monopolio al pagar miles de millones de dólares a operadores de navegadores y fabricantes de teléfonos para que Google fuera su motor de búsqueda predeterminado.
Los planes del Departamento de Justicia no se evidenciarán hasta agosto de 2025. Hasta entonces, Google no se quedará de brazos cruzados, como tampoco lo hizo el pasado lunes, en otro contencioso abierto que podría obligar a la compañía estadounidense a abrir su tienda de aplicaciones durante los próximos tres años a desarrolladores terceros para frenar el monopolio.
