El gobierno del canciller Olaf Scholz tiene un nuevo plan para movilizar otros 20.000 millones de euros dedicados a impulsar la fabricación de semiconductores. El sector se ha convertido en un asunto de vida o muerte para todas las potencias mundiales, después de la guerra comercial de EEUU y China y, sobre todo, después del covid, cuando las cadenas de suministros saltaron por los aires. Alemania ya ha comprometido alrededor de 17.000 millones para asegurarse la construcción de las fábricas de Intel, TSMC, Infineon y ZF/Wolfspeed.
Berlín planea destinar gran parte de su megafondo de 170.000 millones de Transformación económica y Protección Climática para impulsar la carrera de fabricación de chips y semiconductores. Se trata del vehículo más potente del país y está financiado hasta 2026 del presupuesto federal. El gobierno de Scholz pretende modernizar la economía alemana y que no vuelva a quedar atrapada, como ocurrió en la última crisis de chips, que golpeó directamente a la potente industria del automóvil.
El fondo conocido por sus siglas en inglés como KTF se creó originalmente para invertir en la descarbonización de la economía, pero las necesidades de modernización del país están obligando al equipo de Scholz a desviar su asignación, según avanza Bloomberg. El destino del megafondo se está negociando con sus aliados dentro del gobierno y el diseño final se publicará en las próximas semanas.
Pero la agencia de noticias hoy avanza que 20.000 millones se destinarán para la fabricación de circuitos y semiconductores. Esta ofensiva germana se enmarca en una carrera mundial por atraer la producción de chips, un elemento que puede ser clave en la economía del futuro, en particular por el coche eléctrico, pero también para ordenadores, teléfonos móviles o casi cualquier objeto electrónico.
“Actualmente, se está preparando el borrador del plan económico 2024 y el plan financiero hasta 2027 para el Fondo de Clima y Transformación”, ha confirmado el Ministerio de Finanzas.
Todas estas inversiones llegan en medio de una carrera geopolítica entre las mayores economías del mundo por tomar posiciones la industria global y asegurar así no solo una nueva fuente de ingresos y empleos, sino asegurar el suministro del resto de industrias de un elemento que será clave en el futuro. Joe Biden, presidente de los Estados Unidos, aseguró tras presentar su ley de Chips que “necesitamos atraer fábricas para reducir los costes del día a día de nuestra industria”. A pesar de los datos de producción del país (12% según McKinsey) la realidad es que los chips más avanzados solo se producen en Asia. “China está tratando de adelantarnos porque ahora producimos el 0%, pero debemos ser líderes mundiales”.
Desde Fortune Business Insights creen que el mercado de los semiconductores mueve en la actualidad 527.880 millones de dólares en facturación. La firma apunta a que la industria recibirá un impulso adicional con el auge de la Inteligencia Artificial, un nuevo sector que ha emergido en los últimos meses como la gran promesa de las tecnológicas y que tiene una gran demanda de microprocesadores y chips para poder funcionar.
Estados Unidos fue el primer país en lanzarse a la carrera con la Chips and Science Act, el año pasado. La Administración movilizó 50.000 millones de dólares, que incluían 39.000 millones en ayudas directas para la construcción de fábricas de semiconductores y otros 10.000 millones, destinados a la investigación.
La Unión Europea en su conjunto acordó en abril un plan de 43.000 millones de euros en ayudas para la industria de los semiconductores. El objetivo, según el club de los 27, es que el bloque produzca un 20% de los chips del mundo para 2030. De momento, hasta 2027, la Comisión Europea ha aprobado 8.100 millones de ayuda estatal, lo que genera 13.700 millones de euros de inversión privada adicional.
Sin embargo, nadie ha sido tan ambicioso como Alemania. Francia ha notificado a la UE que subvencionará 7.400 millones de euros para una planta en la localidad gala de Crolles. España, por su parte otorgará subsidios por 12.000 millones de euros, con sus famosos Pertes. Por ahora en España no hay demasiados avances. El país aspiraba a la inversión de la gran fábrica de Intel, pero se tuvo que conformar con una inversión de 400 millonesun laboratorio de diseño de microchips en el Barcelona Supercomputing Center (BSC). La inversión de Alemania en Intel llegará a 30.000 millones, con 10.000 millones de ayudas directas. Broadcom también ha confirmado su interés en levantar una fábrica de chips, aunque todavía se desconoce su ubicación.
Italia, por su parte, anunció una inversión de 4.600 millones de euros. Otros países como Japón o India ofrecerán 14.000 millones y 10.000 millones respectivamente.
El gobierno ya acordó 10.000 millones de euros en ayudas para una nueva planta de Intel y está en proceso de acordar alrededor de 7.000 millones de euros más en subsidios a empresas como TSMC, Infineon y la asociación de ZF y Wolfspeed.
Ahora mismo Alemania está tirando del fondo del Plan medioambiental para la industria. Este soporte todavía deja al menos 3.000 millones de euros disponibles para proyectos adicionales. Esta inyección de liquidez podría beneficiar a otras empresas con actividad ya en Alemania. GlobalFoundries tiene una presencia considerable en Dresde, mientras que el proveedor alemán Bosch también tiene una planta de chips en la ciudad.
Berlín ha trazado su nueva estrategia en reducir su dependencia de China, con diversificación y atrayendo tecnologías futuras como los semiconductores.