¿Qué ocurre cuando alcanzas el éxito? ¿Te detienes a celebrarlo o te preparas para lo que viene después? La historia está repleta de imperios que cayeron por mirar demasiado tiempo hacia atrás. En los negocios, la nostalgia puede ser tan adictiva como peligrosa. Carl Eschenbach, CEO de Workday, uno de los software de gestión empresarial más importantes, lo resume en una frase: “No hay nada más peligroso que el éxito de ayer”.
Este principio no es solo una frase inspiradora. Es una estrategia de supervivencia compartida por algunos de los líderes más exitosos del planeta, desde Jeff Bezos hasta Bill Gates, como alude el propio Eschenbach. En tiempos de incertidumbre constante, los directores ejecutivos de las grandes corporaciones han encontrado una verdad incómoda: aferrarse al éxito es el camino más rápido hacia la irrelevancia.
La pregunta que subyace es inquietante: ¿Hasta qué punto el éxito puede convertirse en tu peor enemigo?
En 2024, Carl Eschenbach asumió la dirección de Workday, una empresa valorada en 65.000 millones de dólares. Solo un año después, sus ingresos se dispararon en 1.900 millones, un crecimiento del 17%. ¿Cuál fue la clave? Ignorar deliberadamente el pasado.
“Puedes aprender del éxito, pero no vivir en él”, afirma Eschenbach. Esta filosofía no es una pose. Él mismo ha vivido ascensos espectaculares, como su paso por VMware, donde multiplicó los ingresos de 30 millones a 7.000 millones y amplió la plantilla de 200 a más de 20.000 personas. Sin embargo, nunca se detuvo a saborear la victoria. Siempre miró hacia adelante.
“Este tipo de liderazgo exige una combinación de autodisciplina, visión y cierto desapego emocional”, cuenta el CEO en una entrevista con Fortune. “El éxito genera un falso sentido de seguridad”, prosigue. Puede convertirse en un espejismo que impide detectar nuevas amenazas o aprovechar oportunidades.
Eschenbach no está solo en este enfoque. Jeff Bezos, fundador de Amazon, exigía a su equipo despertar cada mañana “aterrorizados”, pensando que no había nada construido. Esa hipérbole no era gratuita: pretendía mantener a sus empleados en un estado de alerta constante, como si cada día fuera el primero.
Este patrón se repite. Los líderes más eficaces parecen ser aquellos que han aprendido a desconfiar de sus propios logros. No porque no sean valiosos, sino porque se convierten fácilmente en una jaula dorada. Es lo que en psicología empresarial se llama “síndrome del legado”: la incapacidad de romper con una historia de éxito cuando el contexto ya ha cambiado.
“¿Por qué el presente es tan difícil de habitar para los líderes empresariales? Porque es incierto, caótico y lleno de decisiones que deben tomarse sin garantías”, dice el CEO.
Amazon lo entendió muy pronto. Mientras sus competidores se obsesionaban con copiar su modelo o intentar prever su siguiente movimiento, Bezos pedía ignorarlos por completo. “Ellos no nos dan dinero”, recordaba a su equipo. El foco debía estar en el cliente, no en el rival.
“Esta lógica tiene una dimensión casi estoica” cuenta de nuevo Eschenbach. No puedes controlar lo que has hecho ni lo que vendrá, pero sí lo que haces ahora. En un entorno donde las decisiones tecnológicas pueden implicar miles de millones y definir el rumbo de industrias enteras, cada minuto cuenta.
Lo mismo aplica para Workday. Su enfoque como empresa de software empresarial no es solo vender soluciones, sino mantenerse útil en un mercado donde la innovación es efímera. “Hoy lideras, mañana eres reemplazado. El tiempo no perdona a quien se duerme”, concluye.