Una de las novedades que ha dejado la salida de la pandemia es la presencia de Italia entre los titulares económicos positivos. Tras el duro golpe recibido con el estallido del covid, más profundo que en otras economías de la región, la italiana ha lucido una vigorosa recuperación que le permite presumir de un crecimiento mayor que el del conjunto de la zona euro en este tiempo. Con el cuarto trimestre de 2023 cerrado, la economía del país transalpino se sitúa un 4,2% por encima de su nivel en el cuarto trimestre de 2019, justo antes de la pandemia. En el conjunto de la eurozona el porcentaje es del 3%. Este ritmo de recuperación es aproximadamente del doble del registrado en Francia y el Reino Unido durante el mismo período y deja bastante lejos el de una Alemania cuyo Producto Interior Bruto (PIB) se ha mantenido prácticamente plano desde entonces. Sin embargo, mucho de este crecimiento obedece a un complejo artefacto fiscal que ha espoleado al país tanto como está siendo objeto de controversia, sobre todo en la siempre volátil esfera política italiana.
El conocido como Superbonus (se podría traducir como una super-bonificación) es una medida de desgravación fiscal introducida a mediados de 2020 (y en vigor desde julio de 2020) consistente en una deducción del 110% de los gastos incurridos para la realización de intervenciones específicas de construcción orientadas a la eficiencia energética. “El Superbonus fue introducido por el Gobierno de Giuseppe Conte en 2020 para reactivar la economía tras la depresión provocada por el coronavirus. Concede a los propietarios de viviendas créditos fiscales por valor del 110% de los costes incurridos en la rehabilitación energéticamente eficiente de sus inmuebles. La medida, prevista inicialmente hasta finales de 2021, se ha prorrogado varias veces”, explica Marco Wagner, economista de Commerzbank.
El alcance de la medida puede apreciarse en las cifras que presenta el economista del banco alemán: solo este instrumento ha costado al presupuesto del Estado 107.000 millones de euros, lo que corresponde a más del 5% del PIB nominal. Para la mayor parte de economistas, no hay duda de que el amplio despliegue de la generosa medida está detrás del destacado crecimiento del PIB.
“La estimación detallada del PIB del cuarto trimestre dejó el crecimiento sin revisar en el 0,2% intertrimestral. El desglose muestra que la economía se benefició de un aumento de la inversión, ya que la formación bruta de capital fijo creció un 2,4%. Este aumento se debe sobre todo a la inversión residencial (+4,2%), ya que los hogares se apresuraron a terminar las obras antes de la supresión progresiva del muy generoso régimen del Superbonus”, apunta Leo Barincou, de Oxford Economics.
“El fuerte crecimiento económico reciente probablemente se deba menos a mejoras estructurales que a una política fiscal muy expansiva que el Gobierno no puede mantener a largo plazo”, argumenta Wagner. El analista de Commerzbank incide en que hay muchos indicios de que “el crecimiento económico comparativamente fuerte de los últimos tres años se vio impulsado principalmente por una política fiscal muy expansiva”. “En 2020, el gobierno italiano – como la mayoría de sus homólogos en otros países industrializados occidentales – intentó contener las consecuencias económicas de la pandemia del coronavirus con recortes fiscales y gastos adicionales”, añade.
Más atrás echa la vista Erik F. Nielsen, asesor económico jefe en UniCredit Research: “El bajo desempeño del crecimiento del PIB italiano durante la década hasta que llegó el covid en 2020 ha sido bien documentado, pero parece haber llegado a su fin. El covid afectó a Italia con más fuerza que a la mayoría de los demás países europeos, incluida Alemania, tanto porque fue golpeada antes como también por su mayor dependencia del turismo y otros servicios fuertemente afectados. Como resultado, el PIB italiano cayó un sorprendente 9% en 2020, más del doble de la caída del 3,8% del PIB alemán. Pero el repunte italiano en 2021 fue igualmente más fuerte”.