Estos nuevos llegados se integraron rápidamente en el tejido económico y social brasileño, manteniendo vivas sus tradiciones y creando una diversidad de instituciones, tales como asociaciones, clubes, equipos de fútbol, sociedades de ayuda mutua, escuelas y hospitales italianos.
Sin embargo, en 1938, el dictador brasileño Getúlio Vargas promulgó una serie de leyes para limitar las actividades de los extranjeros en Brasil, obligándolos a adoptar la nacionalidad brasileña.
Se prohibió enseñar idiomas distintos al portugués a los niños, imprimir libros o periódicos en italiano, tener profesores italianos, y se limitó el derecho de propiedad de la tierra, además de restringir la inmigración.
Incluso se llevaron a cabo cambios en los apellidos, y los padres comenzaron a dar nombres brasileños a sus hijos para evitar la discriminación.
Estas medidas adoptaron una forma similar a las “leyes raciales” brasileñas, que se aplicaban a todos los extranjeros, excepto a los portugueses. Esta política fue impulsada por el nacionalismo imperante en la época, a pesar de la cercanía ideológica entre Vargas y Mussolini.
Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, los italianos perdieron sus posesiones, y se prohibió la exhibición de símbolos italianos. Incluso equipos de fútbol como Palestra Italia tuvieron que cambiar su nombre, y en la actualidad, se les conoce como Palmeiras.