Bolsonaro es “criminal”, “traidor”, “sinvergüenza” y “cobarde”, disparó el general retirado Carlos Alberto dos Santos Cruz, exministro del Gobierno de Jair Bolsonaro en una entrevista con la revista IstoÉ el viernes 28. Lo acusó de “destruir la derecha y el conservadurismo” en Brasil, del mismo modo que Lula habría “destruido” a la izquierda.
En referencia al papel de los numerosos militares que participan en el Gobierno actual, fue tajante: “Estas personas no representan a las fuerzas armadas. Incluso cuando estaba en el Gobierno no las representé. El personal de reserva no representa a las fuerzas armadas”, señaló al intentar minimizar el papel de los uniformados durante estos cuatro años de Gobierno ultraderechista.
Santos Cruz no es cualquier militar. Fue comandante de las fuerzas de las Naciones Unidas en Haití y en Congo, bajo Bolsonaro fue Secretario Nacional de Seguridad Pública y ministro-jefe de Gobierno. Actualmente apoya la candidatura del ex juez Sergio Moro para “evitar” el triunfo de Lula.
Muchos militares conservadores como Santos Cruz están tomando distancias de Bolsonaro, que cada vez tiene menos apoyo popular y todas las encuestas aseguran que perdería ante Lula, que podría incluso triunfar en la primera vuelta en octubre de este año.
Un reciente artículo de Folha de Sao Paulo estima que el “apartamiento de los militares de Bolsonario es una señal hacia Lula”. Según el diario, aunque no hay relaciones directas entre la fuerza armada y Lula, el mencionado distanciamiento militar del presidente es un modo de prevenir “un golpe militar contra Lula en caso de su victoria en octubre”.
Lo cierto es que en las últimas semanas hubo por lo menos tres gestos de la institución militar que no pasaron desapercibidos.
La primera es que el Ejército decidió que los 67 ejercicios militares programados para este año concluyeran en setiembre, “para liberar a la tropa en caso de haber violencia electoral o, peor aún, un escenario similar al del Capitolio en EEUU”.
La segunda es que la fuerza armada lanzó directrices en el trato de la pandemia que van en contra del negacionismo preconizado por Bolsonaro, con la decidida criminalización de la divulgación de fake news por los militares, lo que “causó ruido en el palacio de Planalto”.
Por último, el presidente de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria, almirante Antonio Barra Torres, divulgó una durísima nota llamando al presidente a la responsabilidad por haber acusado al órgano de tener intereses espurios en la vacunación de niños, que Bolsonaro rechaza.
Folha concluye que este conjunto de decisiones, citando a uniformados activos en altos cargos, estableció “una línea divisoria entre el revuelo presidencial y las Fuerzas en pleno año electoral”.
Parece evidente que las fuerzas armadas están enviando un mensaje institucional de que se mantendrán neutrales, más allá del resultado electoral, rechazando explícitamente la imagen de alineación con Bolsonaro que ha predominado estos años y que el presidente se empeña en fomentar.
Lo anterior no quiere decir que en los cuarteles haya desaparecido el sentimiento contra Lula y contra la izquierda, ya que según Folha dentro de los cuarteles parece haber cierta sintonía con la candidatura presidencial de Moro, responsable de haber enviado al expresidente a prisión durante 580 días.
En suma, el pragmatismo de los militares los lleva a aceptar un eventual triunfo de Lula, pero también se estima que buscan evitar cualquier tendencia al revanchismo de su posible futuro Gobierno.
Algunos militares, no obstante, recuerdan los tiempos de los Gobiernos de Lula como de “vacas gordas”, ya que en su mandato se produjo el mayor programa de modernización y equipamiento de las fuerzas armadas desde los Gobiernos militares (1964-1985). En efecto, en los dos Gobiernos de Lula y los de Dilma Rousseff (2003-2016), se comenzó la construcción de una nueva camada de submarinos, incluyendo el primero de propulsión nuclear, los cazas de cuarta generación Gripen y los blindados Guaraní.
Se trata de cuatro submarinos convencionales, del tipo Scorpene, y uno nuclear fruto de un acuerdo con Francia; de 36 cazas Saab Gripen NG de la sueca Saab de generación 4.5; y de más de dos mil blindados Guaraní con la italiana Iveco. Todos ellos con transferencia de tecnología, que habilita su construcción en el complejo militar industrial brasileño y en astilleros especialmente construidos.
En el futuro, Brasil puede exportar alguno de estos armamentos a la región, siendo el Guaraní el que ya tiene compromisos de venta en Filipinas, Ghana y Líbano. Además, la Embraer lanzó durante los Gobiernos de Lula el carguero C-390 Millennium, la mayor aeronave fabricada en América Latina, similar en tamaño al C-130J Super Hércules, pero con mayor capacidad de carga.
Pese a este notable desarrollo de las capacidades de las fuerzas armadas bajo los Gobiernos del Partido de loa Trabajadores, la desconfianza mutua sigue siendo importante. Según Folha de Sao Paulo, Lula no olvida el comportamiento del Ejército en 2018, “cuando el entonces comandante Eduardo Villas Bôas presionó al Supremo Tribunal Federal en un tuit para no concederle un habeas corpus que hubiera evitado su prisión”.
Sin embargo, otras fuentes no olvidan que Bolsonaro fue un soldado indisciplinado que fue procesado por ello, que como diputado “era mirado con desprecio por los generales, hasta que un grupo en la reserva observó su potencial electoral y vio una posibilidad de retornar al poder”.
De todos modos, aún en los años 2019 y 2020 las relaciones de los cuarteles con Bolsonaro fueron turbulentas, por su permanente intento de instrumentalizar a los militares para su disputa con otros poderes, como el Judicial. Tampoco olvidan que el comandante en jefe, Edson Leal Pujol, tuvo un fuerte choque con el presidente y que debió dejar el cargo, lo que sucedió también con otros miembros de la cúpula militar.
El diario conservador Gazeta do Povo, asegura que el PT impulsará que los militares retornen a los cuarteles y se subordinan al poder político. Pero lo que más puede preocupar a los uniformados, es la decisión de un eventual Gobierno de Lula de “deshacer los estrechos lazos con EEUU”, así como la posible “retomada de la integración regional de América Latina, incluyendo la colaboración en el área militar” con otros países sudamericanos.
Aún es pronto para saber qué hará Lula en el caso de retornar a la presidencia. Lo que parece evidente por ahora es que las fuerzas armadas están dando pasos consistentes para mejorar su imagen ante la opinión pública, que los considera excesivamente vinculados con un presidente errático.