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Francia teme ser reemplazada por Rusia en Malí

Emmanuel Macron amenaza a Malí con retirar a los 5.000 soldados franceses que combaten en territorio de su aliado africano. Tras el putsch militar contra el gobierno transitorio, Francia teme un debilitamiento de la lucha contra el yihadismo y la intensificación de la influencia rusa.
Entre el 24 de mayo, fecha del derrocamiento por los militares del gobierno de transición, y el 7 de junio, toma de posesión del jefe de los amotinados, Assimi Goita, Bamako, la capital del país, ha sido escenario de tres manifestaciones donde han ondeado banderas rusas y se ha pedido la intervención de Vladímir Putin.
Ciudadanos de Malí con la bandera rusa - Sputnik Mundo, 1920, 09.06.2021
Ciudadanos de Malí con la bandera rusa
Frente a la Embajada rusa, los responsables fueron recibidos en plena calle por un consejero del embajador, Ígor Gromyko, al que le plantearon directamente sus deseos de ayuda militar. Algunos de los grupos convocantes son conocidos por su inquina contra Francia; pero otros voceros intentaron dejar claro que pedir ayuda a Moscú no implicaba censurar la presencia de las tropas francesas en el país.

Relaciones Malí-URSS

Instrumentalizadas por Moscú, como denuncian algunas voces —o no—, lo cierto es que las peticiones de auxilio al Gobierno ruso rememoran las históricas relaciones de la Unión Soviética con este país africano. Al día siguiente de la salida del último soldado francés antes de su independencia, en 1960, Moscú ya iniciaba un pacto que incluía, además de material de guerra, la formación de los pilotos civiles y militares.
El colapso de la URSS frenó unas relaciones que se reanimaron en 2019, con la firma de un nuevo pacto de asistencia militar y de seguridad.
Assimi Goita, el nuevo presidente de Malí desde el 7 de junio, cuenta en su currículo militar con haber destituido, en solo nueve meses, a dos gobiernos civiles. Su última operación, contra el defenestrado Bah N’Daou y su primer ministro, Moctar Ouane, miembros del gobierno de transición previsto hasta las elecciones de 2022, tuvo lugar el 24 de mayo. Ello le costó la firme condena de París —antigua potencia colonial y principal socio militar y económico—, de la Unión Europea, Estados Unidos, la Unión Africana y la CEDAO (Comunidad Económica de los estados de África del Oeste).
Francia ya censuró el golpe dirigido en agosto de 2020 por Goita contra Ibrahim Bubacar Keita, un histórico dirigente, muy ligado a la antigua metrópoli, que fue incapaz de sacar a su país de la crisis económica y de la militar contra los yihadistas.
El nuevo hombre fuerte en Malí justificó el derrocamiento del gobierno de transición en el hecho de que sus dirigentes destituyeran a dos ministros sin haberle consultado, violando el pacto firmado precedentemente. Entre los destituidos estaba el responsable de la Defensa, Sadio Camara, considerado próximo a Moscú, donde se formó durante tres años. La prensa francesa recuerda insistentemente que Camara volvió de la capital rusa justo el día antes del primer golpe de los coroneles, en agosto de 2020.

“No queremos como socio a un semidiós”

El sentimiento pro-ruso entre los manifestantes malienses fue impulsado también por unas supuestas declaraciones del ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, en las que aseguraba que Rusia se opondría a cualquier condena del Consejo de Seguridad a la junta militar. Una noticia falsa que corrió por las redes sociales y que sirvió también para aumentar en algunas mentes el enfado contra Francia.
Así, Kibili Demba Dembele, de la plataforma Waati Sera enfatiza en la prensa francesa: “no queremos como socio a un semidiós que, incluso cuando comete un error, no admite la responsabilidad”. Por “error”, Demba Dembele hace referencia a ciertas operaciones de soldados franceses que habrían provocado víctimas civiles en su lucha contra el islamismo armado.
El sentimiento antifrancés no podía sino aumentar tras las declaraciones del presidente Macron al diario Le Journal du Dimanche, en las que amenazaba con retirar a sus tropas de Malí. Una decisión que muchos interpretan como parte de la precampaña electoral para preparar su reelección en 2022. La operación Barkhane es vista por la opinión pública francesa como una pérdida de vidas de sus soldados y un agujero financiero, sin que los magros resultados de la lucha contra las guerrillas yihadistas puedan compensar el esfuerzo.

Macron: “mercenarios depredadores”

Al abordar la rivalidad franco-rusa en África, Macron ha sido crítico, e incluso insultante, con la presencia en la República Democrática del Congo del grupo militar privado Wagner, al que denuncian en Francia como brazo armado del Kremlin. El presidente francés afirma que su homólogo congoleño, Faustin-Archange Touadera, es “un rehén de mercenarios depredadores”; rusos, se entiende.
Las batallas diplomáticas entre potencias internacionales en el continente africano, y en concreto en la zona del Sahel y el Sáhara, no sirven tampoco para frenar la barbarie islamista, que, en un ataque al noreste de Burkina Faso el 4 de junio, asesinó a 160 civiles; el peor atentado terrorista en este vecino de Malí desde que comenzara la violencia yihadista en 2015.
Francia, Rusia, China, Estados Unidos y el Reino Unido se disputan la influencia en África. Independientemente de intereses particulares, todos comparten un enemigo común: el terrorismo islamista, que se extiende desde el Atlántico hasta el Índico y empieza a gangrenar ya el sur del continente.
Aunque las invectivas y soflamas a través de la prensa parecen imponerse, solo una colaboración militar conjunta puede poner fin a la barbarie. Cierto, suena ingenuo, pero en otras zonas del planeta ese esfuerzo común ha funcionado y la alternativa sería ver a la mitad de África convertida en un califato, desde donde se lanzarán ataques contra los intereses de cada potencia internacional.
La realidad demuestra a Francia que el sacrificio de sus soldados no ha servido ni para eliminar a los terroristas ni para ganarse el apoyo popular maliense. En el supuesto de que Macron llevara adelante su amenaza y retirara a sus tropas, tampoco podría ver con malos ojos la presencia de fuerzas rusas en Malí, si su verdadero interés es frenar a los yihadistas.

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