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Incierto destino de los pequeños y medianos aveneros chilenos

La avena es un cereal con importantes características nutricionales para el consumo de las personas, cuya alta demanda deviene de su rico sabor.

La avena es un cereal con importantes características nutricionales para el consumo de las personas, cuya alta demanda deviene de su rico sabor, textura al paladar y alto grado alimenticio, aportando diferentes minerales al organismo humano, entre los que destacan, como principales componentes, fósforo, hierro, magnesio, potasio, zinc, folatos, así como vitaminas B1, B6 y E.

Antes de llegar a la mesa de los consumidores, existe una insospechada cadena a sortear, en la que se ubican los campesinos productores de este cereal, uno de los cuales era Ñamku Mariano Huichalaf Correa, de 86 años para este 2022; exprofesor normalista chileno, quien trabajó por muchos años en sembrando y cultivando dicho cereal, develando para HispanTV algunas de las claves a las que se enfrentan los aveneros de la región de La Araucanía, a más de 600 kilómetros al sur de la capital, Santiago.

Ñamku Huichalaf Correa cita una publicación de 2022 de la revista regional chilena “Campo Sureño”, en la que se publicó un extenso informe sobre la realidad del cultivo de la avena en el agro chileno, cuya exportación es de gran importancia para el país, y añade “Como alternativa de cultivo como ingrediente alimenticio humano, y, además, como componente esencial en la engorda de vacunos, porcinos y aves de corral”.

Sobre el mencionado reportaje, en el que participaron expertos agronómicos, Huichalaf Correa sostiene que, tal documento, se complementa con las expresiones de informes de la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (ODEPA), y de otros organismos, con datos de producción y de rendimientos anuales, los que indican que “entre 2017 y 2021, se exportaron un millón 85 mil 572 toneladas, lo que arrojó un total de casi 600 millones de dólares. De igual manera, se indica que, en ese total se incluyen 165 mil 401 toneladas de avena en bruto, y un 1 052 403 toneladas, de avena procesada”. Con todas estas cifras en mano, se pregunta “¿Cuál es el motivo de la preocupación de los productores? Simplemente, tenemos que preguntarnos, ¿en qué lugar quedan ellos?, ¿es posible que sigan sembrando avena luego de conocer los precios que se les pagan por hacerlo?”

Realidad en cifras y valores

Uno de los conceptos que surgen en este ámbito internacional son los valores FOB, siglas en inglés que se traducen al español como ‘franco a bordo’, y que dicen relación con los precios de aquellas mercancías que circulan en los transportes marinos, bajo tres conceptos: costo de la mercancía en el país de origen, transporte de los bienes, y los derechos de exportación, según uno de los “sistemas de compliance” de México, en este caso, One Core, de acuerdo a la publicación en su página web.

Huichalaf Correa describe que, en este caprichoso mercado, intervienen distintos hechos, que más tienden a perjudicar a los productores que beneficiarles, apartándose, por ese intermedio, del ideal de comercio justo para los campesinos chilenos, pues, detalla que el proceso para la venta internacional de la avena “el precio de la avena, en abril de 2022, era de 555 dólares con 097 centavos, puesto FOB en Chicago (Estados Unidos), es decir, con un cambio de $950 pesos por dólar, el kilo de avena tiene un valor 528 pesos chilenos, sin embargo, la codicia y el desprecio por el costo de los productores permite que los intermediarios ofrezcan, con grandes anuncios, $200 pesos por kilo, que está señalado en el mismo informe; un organismo está comprando avena y le ofrece $200 pesos por kilo puesto en la bodega de ellos; el costo de producción de una hectárea de avena, sobrepasa hoy día los 900 mil (pesos). Si esa hectárea produce menos de 5 mil kilos, simplemente debemos imaginar que no habrá plata para pagar contribuciones ni plata paga el flete para trasladar la avena hacia aquella bodega en la que “tan generosamente” nos ofrecen 200 pesos por kilo, pero, que en la realidad, descontarán humedad, grano partido, ácaros; porque siempre los compradores encuentran pulgas, garrapatas y piojos en el saco del vendedor, lo que es para la risa, y, finalmente, en vez de $200 pesos, aparecerá un 17% de materia que no se paga por todos esos elementos sobrantes mencionados. De todo esto quedan 176 pesos, que quedan en realidad; hay que sacar el costo del flete, que hoy día es de unos 15 pesos por kilo. Si se suma ese costo, la avena que se transporta, la terminarán pagando a menos de 160 pesos el kilo”.

La codicia, una merma para el comercio

De acuerdo con esta fuente, otro actor que incide en esta cadena productiva es, lamentablemente, la codicia, que nace en los intermediarios, pues, a su parecer, “la avena es un factor más que imprescindible en la rotación de cultivos del agro cerealero, lo que debería saberlo el ministro de Agricultura o se lo debieran enseñar con mucha sutileza y sapiencia quienes nos entregan el ya señalado informe”, subrayó.

En esta ecuación, y en la codicia desatada por las tierras de uso agrícola, amparado por un sistema económico desigual en el que se propende a la usura, Ñamku Huichalaf Correa, explica los pormenores que llevan a tal actitud, específicamente, por parte de quienes se transforman en terratenientes por medio de artimañas y argucias.

El argumento vivido es descarnado, pues añade, “antes de que apareciera en el ámbito del comercio agrícola, los que hoy día son dueños y señores de ese rubro, existía una empresa estatal llamada Empresa de Comercio Agrícola, en ese entonces, la codicia la usaban los dueños de las tierras de cultivo”.

Recuerdo que en mi pueblo había un señor que teniendo autorización para prestar plata (se llamaban agencieros) había logrado apoderarse de más de 2 mil hectáreas de excelente calidad, tierras que obtuvo, porque quienes le habían hipotecado sus terrenos no fueron capaces de pagar las hipotecas. Este señor “Rico Ricón” entregaba entonces las tierras que había obtenido a través de hipotecas impagas, a quienes quisieran trabajarlas en medierías.

Así, añade “Es necesario señalar que esas medierías eran que su contribución, la contribución del “Rico Ricón”, era únicamente el terreno, y por parte del mediero, el que iba a trabajar tenía que empezar por mejorar los cercos, que inicialmente estaban malos, o sea, para que los animales no tuvieran daños y gente que podía entrar ilegalmente, había que mejorar los cercos. Tenía que labrar la tierra por su cuenta, poner la semilla, los abonos, los pesticidas, y cualquier otro gasto, exceptuando el pago de la cosechera. Al final del total de lo producido, se repartía por igual, y la cosecha que correspondía al dueño del predio debía ser llevada a su bodega, sin que el “Rico Ricón” desembolsara siquiera el agua con harina para los hambrientos y sedientos jornaleros que pagaba el mediero”, detalla.

Los resultados, y algunos detalles del concepto de la codicia, son explicados por Ñamku Huichalaf Correa, “En síntesis, en tiempos de la pre Reforma Agraria de Chile, que era, cuando sembrábamos a media con los dueños de la tierra, si queda alguien todavía con la tierra que le dio la Reforma Agraria, porque todos, por esas y otras razones, quedaron sin las tierras, ya que se vino todo encima; son pájaros raros que no he visto hace mucho tiempo, que tengan tierras que le dejó la Reforma Agraria. Volviendo atrás, y comparando cuándo los agricultores ganaron más en las ventas de sus productos, sin duda alguna, cuando sin ser dueño de la tierra, sin pagar contribuciones, con rendimientos muchos menores, ganaron más bajo la codicia del dueño del fundo, que ahora bajo la codicia del intermediario”.

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