Una multitud de los parisinos se ha manifestado en la capital para exigir un incremento de los salarios, el congelamiento de los precios de la electricidad y alimentos e inversión en fuentes de energía renovables.
No obstante, se han registrado choques entre los manifestantes y las fuerzas del orden, que lanzaron gas lacrimógeno contra los activistas.
La protesta representa un nuevo reto al Gobierno del presidente galo, Emmanuel Macron, quien lidia con una huelga de refinerías.
Desde hace tres semanas, las refinerías francesas se mantienen en huelga, en rechazo a los problemas de escasez de combustible en el país, en un clima caldeado por la inflación.
El Gobierno francés ha amenazado con intervenir e imponer medidas drásticas si los trabajadores del sector energético del país no ponen fin de inmediato a la referida huelga.
La Policía francesa también tiene un historial de sofocar las protestas de los manifestantes del llamado movimiento de los “chalecos amarillos”.
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Esta represión de huelgas, mientras París no deja de expresar su apoyo a los últimos disturbios en Irán, ha generado preguntas sobre la intencionalidad del país europeo cuando habla de la libertad.
Efectivamente, Macron condenó en su día la actuación de Irán en los recientes disturbios que estallaron después de la muerte de una joven iraní Mahsa Amini. “Estamos junto a estas mujeres. Es un pueblo soberano que lucha por su libertad”, manifestó.
Las autoridades iraníes denuncian la “clara hipocresía” en la actuación de Francia y acusan a este país de buscar impulsar injerencias en otros países.
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“Los derechos humanos en el diccionario de muchos gobiernos reclamantes en Occidente no son más que un juguete y una herramienta para lograr objetivos políticos e interferir en los asuntos internos de otros países”, sentenció el viernes el portavoz de la Cancillería iraní, Naser Kanani.