El movimiento se llamará Gran Pausa y prevé “promover las políticas del Estado” entre los niños y jóvenes
El 19 de mayo de 1922, el Partido Comunista de la Unión Soviética ―el único legal entonces― fundó la Organización de Pioneros Vladímir Lenin para adoctrinar a la población desde niños. Justo un siglo después, el partido de Vladímir Putin ha resucitado la idea y llevado al Parlamento la creación de un movimiento juvenil “para toda Rusia” que será controlado por el presidente y que aspira a “promover las políticas del Estado en los intereses de los niños y jóvenes” y “fomentar que asuman su responsabilidad con el destino de la patria”.
A falta de conocerse más detalles, una de las diferencias entre ambos movimientos es que el nombre de la nueva organización no homenajeará al líder del momento, pese a que Putin gobierna Rusia desde hace 22 años —Lenin dirigió durante siete la Unión Soviética―. La nueva organización juvenil se llamará Bolshaya Peremena (Gran Pausa, en ruso), en alusión a las vacaciones escolares.
El proyecto de ley, presentado por varios diputados de Rusia Unida (el partido de Putin) en la Duma Estatal, recoge en su segundo artículo ―el referido a los grandes objetivos del movimiento―, que este “participará en la formación de los niños; en su orientación profesional y en la organización de las actividades de ocio”.
La meta de los Bolshaya Peremena es “preparar a los niños y jóvenes para una vida plena en sociedad”; inculcarles “una cosmovisión basada en las tradiciones y los valores espirituales y morales rusos”; así como “el amor y el respeto a la patria” y otras “cualidades morales”, que incluyen “la cultura jurídica y el respeto por la naturaleza y el medio ambiente”. Además, la carta fundacional recoge también la posibilidad de “perseguir otros fines socialmente útiles”.
Estos propósitos entroncan con la visión del Kremlin de que Rusia está en una “guerra” con las democracias occidentales para protegerse de la globalización. El presidente Putin advirtió en su discurso del Día de la Victoria sobre los nazis, el pasado 9 de mayo, que Rusia “es un país diferente” y jamás renunciará “al amor a la patria, a la fe, a los valores tradicionales y a las costumbres de los antepasados”.
Desde que Putin llegó al poder ha habido otros intentos de recuperar este tipo de organizaciones, aunque nunca se logró una implantación similar a la de las antiguas juventudes soviéticas. Hace algo menos de una década, el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, implantó en las escuelas el movimiento “patriótico, militar y nacional” Yunármiya, que da puntos para las pruebas de acceso a la universidad, regala uniformes o lleva a sus miembros a desfilar en la plaza Roja. Anteriormente, en 2005, la administración presidencial fundó Nashi (Los Nuestros), cuyas siglas significan Movimiento Juvenil Democrático Antifascista y que tampoco consiguió una repercusión como la que tenían los Pioneros.
Bajo el control del mandatario
El nuevo movimiento juvenil aceptará niños desde los seis años y será voluntario. También lo eran los Pioneros promovidos por el Komsomol, la organización de las juventudes del Partido Comunista de la Unión Soviética. A finales de 2021, la jurista y especialista en finanzas Saule Omarova relató su experiencia como pionera tras convertirse en la candidata de Joe Biden para dirigir la Oficina del Control de la Moneda estadounidense y ser atacada por haber estado en la organización de joven. Omarova explicó en el Senado que no entrar en esos grupos impedía más tarde el acceso a algunos puestos de trabajo o a ayudas sociales. De hecho, la influencia de Bolshaya Peremena podría extenderse a los adultos a la hora de buscar trabajo, ya que el proyecto de ley prevé que la organización implemente “programas profesionales adicionales, entre ellos de formación avanzada, de reciclaje profesional y educativos con niños”.
El movimiento contará con mayores de edad, llamados “mentores”, para dirigir sus actividades, aunque tendrán vetado el acceso todas las personas que figuren en la “lista negra” de agentes extranjeros confeccionada por el Kremlin. Tras las últimas reformas legales, no solo reciben esta etiqueta aquellos que han obtenido algún tipo de financiación exterior para su actividad, incluidos galardones, sino también quienes “realicen acciones políticas destinadas a influir y cambiar la política estatal y la opinión pública”.
El control del Kremlin sobre este movimiento juvenil será total. El Consejo de Vigilancia estará encabezado por el presidente ruso, quien elegirá y destituirá al director de la junta directiva de Bolshaya Peremena. Además, las ramas de esta organización llegarán a todos los rincones de Rusia: su carta fundacional prevé que tenga representantes en todos los colegios, y fuera de las instituciones educativas contará también con sucursales regionales y municipales.
La Z en los colegios
El Gobierno de Putin fusiona en su plan para exaltar el patriotismo elementos de épocas tan dispares como el imperio zarista y el comunismo que lo derrocó. Por ejemplo, el Gobierno ha celebrado durante días el aniversario de los Pioneros apenas semana y media después de tapar el mausoleo de Lenin durante la conmemoración del Día de la Victoria, cuando los colores negro y naranja, relativos a la orden imperial de San Jorge, fueron encumbrados como el nuevo emblema nacional.
Al mismo tiempo, desde la propaganda se ha buscado acuñar símbolos propios: las letras Z y la V pintadas en los carros de combate que atacan Ucrania. Pero la identificación entre la población ha sido mucho menor. Incluso los rusos que se consideran patriotas asocian estas letras con posturas extremas. A pesar de ello, tanto estos símbolos como los lazos imperiales están presentes en muchos colegios desde que comenzó el conflicto.
No es raro ver cada poco tiempo en los canales de Telegram algún vídeo o imagen donde niños dibujan una Z en los alrededores de su escuela guiados por los maestros, o como ha sido el caso de un hospital de menores con enfermedades terminales de Kazán. El diario The Moscow Times, declarado agente extranjero, contactó con varios colegios donde se han realizado estas acciones y muchos menores dijeron haber sido presionados a participar.
Sin embargo, el Ministerio de Defensa, al ser preguntado sobre esta polémica simbología por un diputado de Moscú, ha decidido desmarcarse de su uso: “No es oficial ni tiene un significado especial”. “Espero que con esto se evite juzgar la actitud de cada uno hacia esas letras de alfabetos extranjeros”, subrayó en Telegram el parlamentario Evgueni Stupín. Pese a ello, en abril, en un pueblo de Tula, una madre fue denunciada por una maestra porque quitó de las ventanas de una guardería las Z que se habían colgado. “Es una profanación de los símbolos de nuestro Estado”, decía la profesora mientras la grababa en un vídeo que se ha hecho viral.
Ese mismo mes, en Penza, una profesora de 55 años que había trabajado toda su vida en el mismo colegio, fue grabada por dos alumnos mientras hablaba con ellos sobre la ofensiva en Ucrania. Sus críticas no solo le costaron el puesto, sino también un juicio por la nueva ley que pena con multa, e incluso hasta 15 años de cárcel, “desacreditar a las Fuerzas Armadas”. Tanto ella como la mujer de Tula han sido testigos de la vuelta de la delación, como en la peor época soviética, cuando cualquier crítica era considerada traición.