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Medio Ambiente

COP29: ¿qué podemos esperar de esta cumbre climática?

Corría el año 1987 cuando se celebraba en Montreal una cumbre para poner fin a un grave problema ambiental: el agujero de la capa de ozono. Las emisiones de unos compuestos clorofluorocarbonados, presentes en los aires acondicionados y refrigeradores, estaban erosionando esa capa estratosférica que nos protegía de la radiación ultraviolada. El resultante Protocolo de Montreal fue un gran ejemplo sobre cómo las cumbres internacionales pueden lograr solucionar problemas.

Son casi cuarenta los años que han trascurrido desde entonces y las cumbres internacionales por problemas ambientales se han multiplicado. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de este año, que se celebra en Baku, Azerbaiyán, empieza este 11 de noviembre. ¿Será útil, como la de aquel ya lejano 1987 en Montreal, o será otra reunión insustancial?

La COP28 se celebró en un país que aumentará su producción de petróleo hasta 2030. La reunión empezó con polémica cuando su presidente, un sultán del petróleo, declaró que no había pruebas de que los combustibles fósiles afectaran al clima. Considerando quién asumía la presidencia de la cumbre, el resultado que ésta tuvo era previsible.

Se esperaba que la reunión concluyera marcando el objetivo de “eliminar gradualmente” los combustibles fósiles, pero el documento final solo recogió una conclusión mucho más tibia: “Alejarnos de los combustibles fósiles en los sistemas energéticos, de manera justa, ordenada y equitativa, acelerando la acción en esta década crítica, para lograr el cero neto para 2050 de acuerdo con la ciencia”.

Otras acciones destacables fueron el espaldarazo que recibieron las energías solar y eólica para su despliegue; la promesa de un fondo de compensación a los países del sur global por las pérdidas y daños que están sufriendo, y que previsiblemente sufrirán, como consecuencia del cambio climático, y una serie de medidas que, en su conjunto, dinamitaron la vieja aspiración parisina de limitar el calentamiento a 1,5 ºC.

Se ha bautizado a la COP29 como la COP de la financiación. Según un grupo internacional de investigadores en financiación climática, sería necesario movilizar 2,4 billones de dólares para 2030 para los países emergentes (excluyendo China) para programas de transición energética justa, adaptación y resiliencia, pérdidas y daños y conservación y restauración de la naturaleza.

La financiación no es un asunto nuevo. En la COP15, celebrada en Copenhague en 2009, ya se acordó la creación de un fondo anual de 100 000 millones de euros. En la COP27 (2022), se aprobó un Fondo para Pérdidas y Daños. En la actualidad, según la OCDE, se destinan 116 000 millones a estos países emergentes, lo que aporta una cierta esperanza a la cumbre actual.

En cualquier caso, la financiación necesaria para esos fondos sigue sin acuerdo internacional. La revista Nature proponía a la COP29 que solicitara al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) la realización de un estudio consensuado sobre la necesidad de financiación. Se trataría, sin duda, de una buena medida.

Azerbaiyán no es Emiratos Árabes, pero también tiene una economía basada en el petróleo. Es poco probable que se alcance algún acuerdo sobre la eliminación de combustibles fósiles. De hecho, la agenda que ha propuesto el presidente ni tan siquiera incluye el asunto.

Es probable que la reciente elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos sea un tema frecuente en los mentideros de la COP. Lo cierto es que los Estados Unidos nunca han sido fiables en cuestiones medioambientales. Nunca ratificaron el protocolo de Kioto, ni la Convención para la Diversidad Biológica y, durante el primer mandato de Trump, el país abandonó los Acuerdos de París.

Los acuerdos que se alcanzan en estas cumbres no suelen ser vinculantes. La clave está en las contribuciones determinadas por cada nación (CDN). Las CDN son los documentos que realmente detallan las promesas de cada país y el año que viene toca una actualización (la última fue en París 2015).

En definitiva, este año esperamos los aspavientos habituales de este tipo de reuniones, con los anuncios de algún “acuerdo histórico”, pero que en realidad muestren una repercusión escasa tanto en las emisiones de gases invernadero como en las acciones de mitigación y adaptación al cambio climático. Las ausencias de líderes mundiales como los presidentes de Francia, Alemania, la Comisión Europea, India, China o los Estados Unidos nos dan una idea sobre la falta de ambición de la cumbre actual. Pero ojalá nos equivoquemos, y la reunión de este año recuerde más a la Montreal que a la de Dubái.The Conversation

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