El siguiente es un extracto de una entrevista a Douglas MacGregor en la cual describe a los personajes que impulsan la política belicista de los EEUU.
Douglas MacGregor tiene 76 años, es un coronel retirado del ejército de los EEUU, y ex funcionario del gobierno de su país. Ha escrito varios libros sobre estrategia militar. En los círculos militares es muy reconocido su rigor intelectual, incluso entre sus detractores. No es precisamente un teórico militar ya que participó directamente en la Guerra del Golfo; en la destrucción de Yugoslavia por la OTAN, ambos eventos ocurridos en 1999. Sus textos, se dice que influyeron en la estrategia militar de la invasión a Irak en 2003.
Advertencia: ayudará a entender el pronóstico del entrevistado el detalle de la relación entre PBI y deuda pública.
La magnitud de la deuda de los EEUU no equivale al 7% de su PBI, tampoco al 70% de su PBI sino a un estratosférico 764%. Es como si usted tuviera una propiedad valorizada en 1 millón de dólares, y para emprender unos negocios, va a un banco, pide un préstamo, poniendo como garantía hipotecaria dicha propiedad; y para sorpresa y suerte suya, el banco le presta nada menos que 7 millones con 640 mil dólares. A lo que cualquier estudiante de kindergarten de economía financiera diría que tal transacción es una locura; un imposible; o bien que tanto el prestatario como el prestamista son unos estafadores.
Trotskismo yanqui vía la Guerra Permanente
El núcleo duro que rodea a Biden está constituido por un grupo de lunáticos que creen que EEUU, —descontando a sus aliados— solo tiene enemigos. Esa es la única manera en que entienden la política internacional: aliados y enemigos. En nuestra historia son el equivalente a los trotskistas de la revolución rusa quienes, bajo la idea de la Revolución Permanente, querían estar en guerra con todo el mundo. Stalin se dio cuenta que estando en guerra contra todos, los soviéticos no tendrían la cohesión y fuerza necesaria para forjarse como una nación moderna, así que se deshizo de Trotski en México en 1940.
Militares de escritorio y adulones
De otro lado, y en lo que concierne a la jerarquía militar en la línea de mando estadounidense, más que estar abocados a la estrategia militar de los EEUU, están dedicados a obedecer y congraciar al presidente. Ninguno de ellos tiene experiencia militar de combate. Su única participación en un conflicto bélico se reduce a ordenar desde Washington enfrentamientos con enemigos infinitamente inferiores, incapaces de enfrentarse directamente contra el poderío militar del ejército de EEUU. Tal fue el caso de la invasión a Irak; y los demás episodios bélicos son de contrainsurgencia, como en América Latina; en Irak, (después de la invasión), África, Medio Oriente, Vietnam o como en Afganistán, cuando se enfrentaban a pastores de cabras, armados con kalasnikovs. En resumen, guerra asimétrica. Nunca nos hemos enfrentado con un enemigo que nos haga paridad en el campo de batalla y que además es una potencia nuclear.
Pero junto con esta gente, hay que recordar que un gran número de personas en Washington, están directamente vinculados con la industria de defensa, y también han penetrado en toda la estructura política nacional. Todos tienen enormes beneficios y están ganando mucho dinero, gracias al derroche de fondos que fluyen para impulsar y mantener la política belicista de los EEUU.
El PBI y la ruina del Imperio británico
Para entender lo que nos puede pasar deberíamos reparar en la historia y sacar lecciones de ésta. Pensemos, por ejemplo, en Gran Bretaña, que obtenía de sus colonias un estimado de 40 billones en riqueza. Esos eran los fondos del Imperio Británico. La mayor parte de esa riqueza provino de la India. India era la joya de la Corona.
Para cuando llegó la Segunda Guerra Mundial, India, en la lucha por su independencia, ya había ido menguando su producción, reduciendo así la riqueza del Imperio.
Algunos autores incluso argumentan que, la caída de los ingresos provenientes de las colonias ya había caído mucho antes; o sea, desde la Primera Guerra Mundial.
A poco de terminarse la Segunda Guerra Mundial, en 1946 el Imperio Británico estaba quebrado. Colapsó financieramente porque su deuda estaba en el 200% por encima de su PBI. Un año después a Gran Bretaña no le quedó otra cosa que abandonar la India.
En buena cuenta, fuimos nosotros, los EEUU quienes los precipitamos en la bancarrota por los préstamos que le dimos durante la guerra.
Bueno, eso mismo es lo que nos está ocurriendo ahora. Nosotros mismos nos estamos empujando a la ruina económica.
Pienso que lo que estamos viendo desarrollarse en estos días, es una indicación, —al menos eso es lo que creo—, de que hay una probabilidad muy alta de que todo va a terminar el algo mucho peor a lo que parece; mucho peor incluso a lo que vimos en 2008.
El fin de la bonanza permanente
Ahora bien, podría ser que estuviese equivocado. Hay mucha gente que dice: “No, eso no va a ocurrir; eso es imposible; dominaremos esta crisis, al igual que lo hemos hecho con las anteriores. Y, por supuesto, al final de la discusión, la respuesta es siempre la misma: ‘Emitiremos nuevos Bonos e imprimiremos más dinero.
Bueno, que Dios los oiga y bendiga su buena suerte. Pero yo creo que esos días de bonanza perpetua ya han terminado y lo que sigue es que vamos a ver todo este castillo de naipes colapsar. Y cuando eso suceda, a nadie en Washington o en cualquier otro lugar del país le importará un comino lo que esté sucediendo en Ucrania o en Corea o Taiwan o en cualquier otro lugar del mundo.
Abandono de las bases militares
No nos va a quedar otra cosa que traer a las tropas, dispersas por el mundo, de vuelta a casa. Sencillamente porque no podremos permitirnos mantenerlas allí.
Será cuando veamos a nuestras flotas atracadas en las costas del Este y Oeste de los EEUU, porque no podremos permitirnos mantener la flota de superficie ni siquiera en alta mar y entonces la pregunta será: cuando eso ocurra, ¿será el fin del mundo?, ¿verdad? Y la respuesta es que no; que el mundo no se acabará. vamos a descubrir que no hará mucha diferencia.
Para empezar, descubriremos que hemos sido estafados, nosotros, el pueblo estadounidense.
Sin embargo, aún no hemos llegado a ese momento; pero creo que es hacia ahí adonde nos dirigimos. Mucho me sorprendería, si Biden todavía estuviese como presidente en la Casa Blanca, más allá de 90 días.