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Opinión

Gustavo Rodríguez: ¿Entonces soy caviar?

A diario usamos palabras comodín para hacernos entender dentro de un amplio rango de posibilidades de malinterpretación y una de las que más me gusta por la ternura de su fonética es esta, que a veces usa mi novia:

—Amor, ¿me pasas el cosito que va en el coso?

Todo elemento del mundo tiene alguna contraparte antipática y últimamente, en lugar de acostumbrarme con afecto, le he ido perdiendo paciencia a otra expresión comodín que en mi país se dispara a mansalva y con un blanco poco acotado: me refiero al término “caviar” y sus derivaciones. En verdad, no tenía previsto escribir sobre esta inquietud, hasta que alguien pretendió boicotear un curso de escritura creativa que impartiré próximamente de esta manera en las redes: “Padre de familia, ya no pongas a tu hijo en la PUCP. Mira a quién pone el Centro Cultural, a nuestro #Caviar escritor @GustavoEscribe”.

Ya es conocido que el término “caviar” tiene su origen en la expresión francesa gauche caviar, acuñada en los años del presidente Mitterrand para nombrar a los políticos de izquierda de clase social privilegiada. Con los años, la necesidad de nombrar la tendencia de ciertos privilegiados a apoyar causas que eran tradicionalmente etiquetadas como de izquierda fue encontrando sus versiones en otros países: los champagne socialists en el Reino Unido, los radical chic en los Estados Unidos de Tom Wolfe y los woke en épocas más contemporáneas; los toscana-tozi en Suiza, los progrecaviares zurdos con iPhone en Argentina, la whisquierda o los cuicos progresen Chile, la esquerda Ballantine´s en Brasil, o la boliburguesía en la actual Venezuela bolivariana.

Es de notar que el Perú ha adoptado un término más corto y moldeable que redunda en la exitosa difusión de este concepto y que, además, podría ser uno de los países donde existe una mayor preocupación por esta idea si vemos que la referencia en Wikipedia es mucho más abultada cuando menciona a nuestro país.

El problema con los términos que se usan sin un consenso estandarizado tiene que ver con su uso político. Cuando mi novia le dice coso al adaptador del enchufe, el proceso de aclaración no trae consecuencias sociales, pero decirle indiscriminadamente caviar a medio mundo, a veces con ferocidad, abona a un clima de polarización que nos está destruyendo literalmente como sociedad y como planeta: hay gente a la que le basta entender que los caviares están a favor de las vacunas o de la teoría del cambio climático para que, automáticamente, consideren ponerse en contra.

Quizá por ello, en aras de centrar mejor el significado del bendito término, hoy me propuse analizar mis propias convicciones para ver qué tanto me calza la etiqueta del boicoteador de las redes. Quizá a usted también le sirva. Veamos.

Soy consciente de que hay una mayoría de seres humanos que, sin pedirlo, han nacido en entornos precarios y muy alejados de comodidades que a otros les han venido con la cuna. ¿Pretender que nuestra sociedad les otorgue oportunidades para que esas brechas dejen de ser escandalosas me hace caviar?

Creo que el capitalismo ha sido históricamente un motor de crecimiento económico y de desarrollo tecnológico en el mundo, y que lo debe seguir siendo, pero que en su nombre se han perpetrado salvajismos en el pasado y se siguen cometiendo actos de explotación, inequidad y corrupción en el presente. ¿Querer que el capitalismo sea responsable y sea regulado para no tentar a los totalitarismos me hace caviar?

Me es claro que durante siglos el reparto de los roles en el mundo ha tendido a colocar a los varones en la esfera pública y a las mujeres entre paredes, y que de este reparto se han desprendido consecuencias que han terminado por perjudicar a las mujeres, como últimamente hemos visto en Irán: que solo pueden ser completas si son madres, que no puedan tomar decisiones sobre su cuerpo sin estar mediadas por una mirada masculina, que hay infinitamente más mujeres golpeadas y asesinadas a manos de un varón que viceversa. ¿Querer que las mujeres —mis hijas por ejemplo— vivan en una sociedad más nivelada para ellas me hace un caviar?

Con los años he llegado a darme cuenta de que existe un importante sector de la población que ha nacido sin insertarse por completo en los dos cajones que me enseñaron cuando era niño: mujeres que se enamoran de hombres, y hombres que se enamoran de mujeres, y que en medio existe un amplio rango al que no pertenezco, pero en el que viven millones de personas, amigos míos entre ellos. ¿Querer que estas personas vivan sin sufrir, sin traicionar lo que son, buscando la felicidad como yo también lo hago, me hace caviar?

He notado también que en mi país existe un uso especial del término que hoy nos convoca para referirse a los profesionales que trabajan o brindan asesorías al sector público. Si consideramos que el Estado suele ser el mayor empleador y contratante de servicios en todo país, ¿creer que la gran entidad que gestiona nuestra cotidianidad busque contratar personal con base en méritos profesionales, sea cual sea su orientación política, me convierte en alguien procaviar o caviar?

Finalmente, haber creído que la señora candidata que en tiempos de Kuczynski propició la larga crisis política en la que hoy estamos no merecía la presidencia, porque no se premia a quien dinamita un sistema, ¿me hace caviar? ¿Me hace caviar pensar que, así como los votantes de García no fueron responsables de la hiperinflación de su gobierno, los que votaron por Castillo no son los causantes de las decisiones que tomó una vez en el poder? ¿Me hace caviar señalar que Pedro Castillo está desmoronando el poco aparato público que tenemos y que hay muchos indicios de que está haciendo clientelaje barato, y también remarcar que el Congreso no ha estado a la altura para ser oposición por preocuparse de servir a sus intereses particulares, y que lo mejor sería que se vayan todos, buscando en el proceso reformar nuestro sistema?

Si dentro del radicalismo que va adoptando el mundo resulta que el bendito vocablo termina por encerrar todas estas creencias mías, pues tendría que aceptar la etiqueta, aunque a regañadientes: no dudo de que ante mi testimonio no faltará quien, por ejemplo, al conocer mi postura a favor del capitalismo responsable me llame facho alegremente. Un reduccionismo infantil, capaz de dividir el mundo solo entre apaches y vaqueros, y, sorprendentemente, capaz también de unir a radicales o autoritarios que no se darían la mano si se vieran, como cuando el término caviar es usado con desdén tanto por un empresario conservador de la ciudad como por un dirigente prochavista del campo.

Refiriéndose a mí, los imagino clarito diciendo: ataquemos a ese coso.

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