Los viejos liberales a los que me refiero en este libro son Nicolás Maquiavelo, Juan Bodino, Thomas Hobbes, Jacobo Benigno Bossuet, John Locke, Charles Louis de Secondat Barón de Montesquieu, Juan Jacobo Rousseau, Adam Smith, Emmanuel-Joseph Sieyès, Edmund Burke, Alexander Hamilton, James Madison y John Jay (los tres últimos a través de El Federalista), Thomas Paine, Benjamín Constant, Alexis de Tocqueville y John Stuart Mill.
De seguro habrá quienes no duden en retirar de una lista de liberales a Maquiavelo, a Bodino, a Bossuet y a Burke pero los he incluido por dos razones. La primera y más importante es que todos ellos defendieron
sólidamente la libertad y la propiedad, que son los grandes principios liberales. La segunda es que las ideas de los quince personajes citados interactuaron constantemente a lo largo de la historia. Entre los liberales no hubo solo progresistas sino también conservadores; el legado liberal no es unilineal sino más bien multiforme.
Hay una forma tradicional de abordar a estos autores: cada uno de ellos es un sistema de pensamiento propio y distinto y, así, se va en cierto orden —normalmente el cronológico—, desarrollando el pensamiento de cada uno bajo la forma de una historia de las ideas. Es un método válido e importante para comprender sus ideas.
El legado vigente de los viejos liberales políticos. Este trabajo, sin embargo, no está elaborado de esa forma, pues ya hay suficientes exposiciones importantes de las ideas políticas en ese estilo explicativo. Por ello, este libro se ha construido tomando las ideas fundamentales que los liberales han legado al mundo contemporáneo y tratándolas a través de sus obras. La libertad y la propiedad fueron sus valores predilectos y su vigencia permanece hasta la actualidad; no todos trataron la seguridad como un derecho y varios consideraron la igualdad con cierto desprecio; en tanto otros, como Rousseau, la creyeron
indispensable para el mundo que querían construir.
Buena parte de los viejos liberales se dieron cuenta de que el mundo político en el que creían no podía subsistir apoyado en sí mismo: era necesaria una institucionalización de la organización política que permitiera encarnar en la realidad los grandes valores. Así, lucharon abiertamente contra el absolutismo, respaldaron la monarquía constitucional y finalmente llegaron a la república. Convencieron a la humanidad de que la democracia era el mejor sistema de gobierno, a pesar de que durante los cuarenta milenios previos esa misma humanidad había considerado que era uno de los peores sistemas porque degeneraba rápidamente en la anarquía (aunque, desde luego, hubo algunas notables excepciones como la república romana).
Empeñados en construir un Estado proclive a la libertad y la propiedad, los liberales idearon la soberanía —y la cambiaron de manos varias veces—, la separación de poderes y la posibilidad de que alguna vez
hubiera Estados regidos por constituciones. Todo esto se llevó a la realidad y hoy las ideas que hemos mencionado constituyen pilares de nuestra organización política. Inclusive inventaron las primeras declaraciones de derechos humanos —aunque no las llamaron así—, con lo que abrieron paso a la humanización de las vidas de todos nosotros.
Este trabajo está ordenado de acuerdo a estas grandes ideas y, dentro de cada una de ellas se agrupa lo que los diversos pensadores dijeron sobre el tema. Cada autor está desestructurado en su pensamiento pero el libro está organizado sobre la base de las ideas liberales rectoras que subsisten en la realidad actual.
Es importante mirar los trabajos de mayor peso teórico que se hicieron al inicio de nuestra historia republicana y revisar los grandes debates constitucionales en relación al pensamiento de los viejos liberales, a fin de introducirnos al análisis de lo que se tomó y se dejó de ellos, quiénes fueron los más influyentes y, en definitiva, qué parte del legado liberal adoptaron nuestros primeros pensadores patriotas. Por eso se repasa —muy inicialmente, es cierto— las ideas republicanas peruanas del siglo XIX, así como algunos hechos relevantes a propósito de la mayoría de los temas que se trabajan en este libro. Servirá para futuras investigaciones que quieran profundizar sobre la materia.
El contacto sistemático con las obras de los liberales clásicos aquí abordados comenzó para mí hace más de veinte años, cuando dicté los cursos de historia del pensamiento político de la Maestría en derecho
constitucional de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Cuando dirigí las conversaciones en aquellas sesiones de trabajo aprendí mucho, y sobre todo me quedé con muchísimas preguntas sin contestar.
He intentado responderlas en las páginas que siguen