Rafael López Aliaga, alcalde de Lima, llegó al poder en octubre de 2022 con un respaldo significativo del electorado limeño, obteniendo una aprobación inicial del 49 %. Sin embargo, en tan solo un año, su popularidad ha caído drásticamente. Según una reciente encuesta, realizada entre el 4 y 8 de octubre de 2024, su aprobación ha descendido al 29 %, mientras que el rechazo a su gestión ha crecido del 37 % al 67 %. Este dramático cambio plantea preguntas cruciales sobre su liderazgo y el rumbo que ha tomado su administración. ¿Qué ha ocurrido para que una figura política, que parecía gozar de apoyo, haya caído en este nivel de desaprobación?
Un Mandato Prometedor, pero Sin Resultados Tangibles
Al asumir la alcaldía, López Aliaga prometió grandes cambios para Lima, una ciudad que enfrenta enormes retos, como el transporte, la seguridad, y el crecimiento desordenado. Sus propuestas, muchas veces polémicas y enmarcadas en su estilo combativo, conectaron con un sector importante de la población que anhelaba un cambio radical en la gestión municipal. No obstante, esa energía inicial no se ha traducido en resultados tangibles. Los limeños empiezan a perder la paciencia.
El descenso en su popularidad se debe, en parte, a la falta de cumplimiento de sus promesas más importantes. La mejora en el transporte público, uno de los puntos clave de su campaña, sigue siendo una deuda pendiente. A esto se suma la percepción de inseguridad en la capital, que ha crecido considerablemente en los últimos meses. ¿Dónde están los cambios prometidos? Esa es la pregunta que miles de limeños se hacen al ver que sus problemas cotidianos persisten o, en algunos casos, empeoran.
Un Estilo que Polariza
Desde su campaña, López Aliaga se ha caracterizado por un discurso polémico y polarizador, con una retórica que atrae a algunos sectores, pero aleja a muchos otros. Esta estrategia, que pudo haber sido efectiva en la elección, ha demostrado ser un obstáculo en el ejercicio del poder. Su relación tensa con ciertos medios de comunicación, así como su postura crítica hacia el gobierno central, ha generado conflictos que han desviado la atención de los problemas fundamentales de la ciudad.
El alcalde ha sido criticado por priorizar confrontaciones políticas antes que soluciones técnicas. Su inclinación hacia el populismo y su tendencia a culpar a otros actores de la política limeña, en lugar de asumir responsabilidades, no ha hecho más que deteriorar su imagen pública. La gente no solo espera promesas; quiere resultados concretos. Y cuando esos resultados no llegan, el rechazo se vuelve inevitable.
La Inseguridad y la Crisis del Transporte
Uno de los factores que más ha afectado la popularidad de López Aliaga es el tema de la seguridad ciudadana. A pesar de los anuncios y las medidas implementadas, la sensación de inseguridad en Lima ha crecido notablemente. Los crímenes violentos, la extorsión, y el incremento de la delincuencia organizada han exacerbado la percepción de que la ciudad está fuera de control.
El transporte público, otra de las grandes promesas de campaña, sigue siendo un problema crítico. La reforma del sistema de transporte, la mejora en las rutas y la modernización de la infraestructura vial no han avanzado como se esperaba. La congestión vehicular y la precariedad del transporte público siguen afectando a millones de limeños diariamente, y esto tiene un impacto directo en la percepción de su gestión.
La Falta de Conexión con las Necesidades Reales
Otro punto que ha contribuido a la caída de López Aliaga en las encuestas es su aparente desconexión con las necesidades más urgentes de los limeños. Las grandes promesas de obras y proyectos han sido opacadas por la falta de mejoras en áreas esenciales para la vida cotidiana. En lugar de enfocarse en resolver problemas inmediatos, su gestión ha parecido más concentrada en temas de largo plazo, lo cual, si bien es importante, no ofrece soluciones visibles en el corto plazo.
En un país donde la política es volátil y la confianza en los gobernantes es frágil, la población exige respuestas rápidas. Los ciudadanos no quieren esperar años para ver mejoras; necesitan resultados tangibles que mejoren su calidad de vida de manera inmediata. Y López Aliaga no ha logrado cumplir con esas expectativas.
El Futuro de López Aliaga en la Alcaldía
Con un rechazo que ha crecido del 37 % al 67 %, el futuro político de López Aliaga en la alcaldía se ve cada vez más incierto. Si bien aún tiene tiempo para revertir esta tendencia, los desafíos son enormes y la paciencia de los limeños es limitada. Su éxito dependerá de si puede enfocar su gestión en soluciones concretas y efectivas para los problemas más urgentes de la ciudad, como la seguridad, el transporte y la limpieza urbana.
De no lograr un cambio significativo en el corto plazo, su administración corre el riesgo de quedar marcada como una más en la larga lista de gestiones fallidas que no supieron responder a las demandas de la capital.
Lima necesita un liderazgo fuerte, eficiente y comprometido con las necesidades reales de la ciudad. López Aliaga, con su estilo confrontacional y sus promesas grandilocuentes, ha generado expectativas que hasta ahora no ha sabido cumplir. La caída en su popularidad es una señal clara de que algo debe cambiar.
Es el momento de que el alcalde recupere el rumbo, deje de lado las pugnas políticas y enfoque todos sus esfuerzos en cumplir con lo que prometió. Los limeños no pueden esperar más, y la ciudad no puede seguir estancada en la ineficiencia y la inseguridad. El tiempo de las excusas se acabó. Si López Aliaga quiere recuperar la confianza de la ciudadanía, debe demostrar con hechos que es capaz de liderar el cambio que Lima tanto necesita.
