La DBA por su lado no renuncia a la vacancia y se encomienda a las vírgenes que lloran para que aparezca un video o audio contra Castillo que le permita alinear a la centroderecha del Congreso para conseguir los 87 votos.
Desde el Gobierno, Pedro Castillo y Vladimir Cerrón, juegan con la asamblea constituyente en la idea de marcar la agenda política sabiendo que no prosperará y que solo son fuegos artificiales para distraernos de la convulsión social que vive el país, mientras eso sucede, recurren a la represión para acallar las protestas que se les escapan de control por incapacidad.
Al calor de ese ruido llegan los proyectos que proponen adelanto de elecciones presidenciales y congresales, idea que goza del mayoritario respaldo de la población pero que no tiene representación política, los promotores de los proyectos son congresistas que van desde Perú Libre hasta Avanza País, y que lo hacen solo con un afán de figuración en medio del desbarajuste que se vive.
Las izquierdas -que a fines de marzo hicieron noticia luego de un reencuentro político con el compromiso de construir un referente articulador- no parecen tener claro el camino que van a transitar, tampoco se han vuelto a encontrar para establecer una agenda política común o para esbozar alguna propuesta que las reubique en el escenario político.
Las izquierdas ciertamente tienen mucho que explicar por haber dado su apoyo incondicional a un personaje populista como Pedro Castillo, por no haber roto en el momento que aparecieron los primeros indicios de corrupción o cuando la agenda oculta del paisanaje desplazó el plan bicentenario, marcaron distancia recién cuando fueron despedidos por Castillo y Cerrón.
Las izquierdas en sus diferentes versiones se resisten a asumir su cuota de responsabilidad por el apoyo al gobierno de Castillo, a ese Ollanta 2 que los utilizó, y todavía hay izquierdas que ingenuamente insisten en pedirle a Castillo que cumpla sus promesas.
¿Cuál debe ser la estrategia de las izquierdas y del progresismo para enfrentar al mismo tiempo al gobierno fallido de Castillo y a la ultraderecha golpista que presiona para que el desenlace los favorezca? ¿Por qué las izquierdas no asumen las banderas para que la salida a la crisis sea nuevas elecciones generales con mejores reglas de juego y recortar el mandato del gobierno y del Congreso?
Hay quienes sostienen que es un riesgo forzar elecciones generales desde la movilización ciudadana porque no están preparados, que pedir que se vayan todos es irresponsable, plantean una larga lista de “HAY QUE”, hay que organizarse primero, hay que forjar nuevos líderes, hay que fortalecer las organizaciones sociales, hay que construir una verdadera organización política y programática y un largo etc. de “hay ques”; y casi todas las izquierdas asumen que el eje central y movilizador es una nueva constitución.
Todos los termómetros sociales nos indican que ya son insostenibles el Gobierno y el Congreso lumpen. Castillo, Cerrón y la DBA no quieren adelanto de elecciones, buscan sobrevivir y quedarse a cualquier precio, PL y FP votan juntos en el Congreso. Las movilizaciones y explosiones sociales van a continuar y pueden derivar en una especie de convulsión sin salida, sin norte o tal vez con una asonada autoritaria producto del inmovilismo de las izquierdas, del progresismo y del centro político.
Las izquierdas no parecen percibir que la corrupción, la mediocridad y la claudicación del gobierno de Castillo han destruido su imagen, no parecen advertir tampoco que de continuar siendo condescendientes pueden anularse.
Las izquierdas no tienen inscripción electoral, su capacidad organizacional y de movilización hoy es mínima, es mínima porque no están en la coyuntura, porque no tienen una mirada táctica ni estratégica sobre la crisis que se vive, si quieren ser protagonistas tendrán que ser audaces y abandonar el inmovilismo. Si las izquierdas no se ponen de acuerdo y toman posición para darle salida a la crisis se arriesgan a quedar marginales.
Fuente: Pata Amarilla