La crisis de la Covid-19, afectó a millones de personas, obligándolas a migrar hacia la digitalización, teniendo que adaptar diferentes aspectos de su vida y trasladarlos a la nueva modernidad, con el fin de mantener una vida digna y funcional. Es así como se evidenció la necesidad de integrar la transformación tecnológica a los cambios culturales que han iniciado las instituciones y las ciudades, mediante experiencias físicas.
Para que esto sea posible es necesario fusionar tanto el campo online como el offline, lo cual se ha hecho realidad, gracias al término ‘phygital’, donde la hiperconectividad llega de forma masiva a personas, productos, activos y territorios, abriendo nuevas posibilidades estructurales de transformación e innovación.
Ante este nuevo desafío, las instituciones públicas se encuentran frente a una oportunidad única, ya que la tecnología bien empleada ha demostrado ser una herramienta determinante para garantizar el normal devenir de la sociedad y la continuidad de los negocios, tanto físicos como virtuales.
El extraordinario avance que han experimentado las soluciones de Smart Cities con la incorporación de tecnologías como la inteligencia artificial o el Big Data, van a permitir a las ciudades estar mucho mejor preparadas, en el corto y medio plazo.
De esta manera, lograrán la detección temprana de riesgos, la operación coordinada de los servicios públicos, la gestión dinámica de los recursos sanitarios, el impulso de la colaboración público-privada a través de herramientas digitales y la reactivación de la economía y el empleo.
Los resultados de proyectos pioneros en este ámbito ya han arrojado mejoras de entre un 20 y un 40% en la calidad del aire, reducciones del 30 al 35% en el consumo de agua y de hasta un 50% en el tiempo que empleamos en la búsqueda de parking.