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Harán falta más de dos meses de inflación caliente para hacer descarrilar el plan de recorte de tipos de la Fed, según BCA Research

La lectura general que dejó la reunión de política monetaria de marzo de la Reserva Federal de EEUU de este miércoles parece clara: el ‘aterrizaje suave’ está cerca (se elevan las perspectivas de crecimiento y apenas cambian las de inflación), este año se darán los tres recortes de tipos a los que se ha concienciado el mercado y los tipos un poco más altos esperados para los próximos dos años dado el mayor crecimiento no son algo por lo que haya que asustarse. En lo que no han profundizado tanto los análisis posteriores es en los posibles contrapuntos: que haya algo que haga descarrilar este plan de recortes o que haya algo que lo acelere.

En el primer frente, los datos de inflación registrados en los últimos meses suponen un aviso importante. Las lecturas del Índice de Precios al Consumo (IPC) han mostrado un cierto estancamiento dentro de la buena progresión que llevaba el proceso de desinflación. Desde la lectura interanual del 3% que marcó el IPC en junio del año pasado, la métrica no ha conseguido bajar del 3% e incluso repuntó al 3,4% en diciembre y volvió a moverse al alza en febrero al 3,2%. Lo mismo sucede con el IPC subyacente (excluye alimentos y energía, cuyos precios siempre son más volátiles): la marca sigue estancada en torno al 4% y apenas se ha movido lateralmente estos meses.

Parte de esta inercia corresponde a la ponderación de elementos dentro del índice (la vivida sigue mostrándose más fuerte que en los indicadores independientes) y en factores estacionales. Sin embargo, el contraste que solía suponer el PCE dio en su última lectura la razón a las posiciones más cautelosas. El PCE es el deflactor del consumo personal, cuyo subíndice subyacente (ni energía ni alimentos) es el, en teoría, indicador fetiche de la Fed. En los últimos meses, pese a las alarmas que mandaba un enquistado IPC, la anualización de los datos de PCE subyacente reflejaban una inflación incluso por debajo del 2%. La diferente ponderación en las categorías (menos peso de la vivienda, por ejemplo), justificaba la brecha.

 

Pero el PCE subyacente de enero, publicado el último día de febrero (el de febrero se conocerá en Semana Santa), hizo redoblar la guardia. El indicador avanzó un contundente 0,4% intermensual en el primer mes del año. Este repunte, en línea con el esperado por los analistas, puede obedecer a peculiaridades propias de enero, pero supone una tasa anualizada superior al 5% a la que no debería ser ajena la Fed. Con esta ristra de datos, el banco central se está moviendo entre la cautela (vamos a esperar un poco más) y el optimismo (la senda de desinflación sigue, pese a todo). Así lo verbalizó el presidente de la Fed, Jerome Powell, en su comparecencia de ayer.

Powell reconoció que los datos de inflación de enero y febrero, más elevados de lo previsto, constituían “baches” en el camino hacia el objetivo del 2% y que los responsables políticos necesitan más datos para confiar en un retorno sostenido al objetivo. Sin embargo, hizo hincapié en que las decisiones se toman reunión a reunión y advirtió que no se debe reaccionar de forma exagerada a dos meses de datos, señalando que no cambian la historia general de que la inflación está bajando gradualmente. También transmitió que muchos miembros del FOMC consideraban que había “problemas estacionales” con la elevada inflación de enero. Esto sugiere que la Reserva Federal no considera que estas elevadas cifras de inflación de principios de año formen parte de una nueva tendencia.

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