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Medio Ambiente

Escenas apocalípticas de los incendios forestales que arrasan Los Ángeles

Los bomberos hablan del fuego como si estuviera vivo, dice Mark Thiessen, fotógrafo de plantilla de National Geographic. “Pude ver por qué se sienten así, por la forma en que se mueve y su ferocidad; sólo se rinde cuando cesa el viento”.

Thiessen ha visto esa intensidad de las llamas en las imágenes procedentes de los devastadores incendios de Los Ángeles, lo que le recuerda sus casi tres décadas de experiencia fotografiando incendios forestales.

Tras formarse en la escuela de incendios forestales de Idaho en 1997, ha acompañado a bomberos en el corazón de incendios de todo el mundo. Entre sus misiones más destacadas está el seguimiento de los bomberos rusos y, más recientemente, de los bomberos de Alaska.

El fotógrafo (oriundo del valle de San Gabriel, justo al este de Los Ángeles) ha comisariado esta selección de imágenes del fuego que tan cerca ha pasado de su ciudad natal. ¿Qué los hizo tan catastróficos? Señala que hay varios factores.

El primero, dice Thiessen, es la naturaleza de la zona: gran parte de los ecosistemas de California dependen del fuego regular para su funcionamiento y salud. Plantas como el chaparral necesitan el fuego para germinar, o las gramíneas y arbustos dependen de los incendios para despejar el suelo del bosque y poder crecer. Pero el ser humano ha interferido en ese proceso natural en los últimos cien años.

“Desde 1910 hemos apagado tantos incendios que nuestros bosques están cubiertos de maleza”, afirma Thiessen. Esto significa que hay más combustible disponible para prender fuego.

El segundo es la falta de lluvias. La temporada de lluvias en la zona va de octubre a abril, aunque las escasas precipitaciones actuales durante el otoño y el invierno han dado lugar a paisajes inusualmente secos y a condiciones de sequía.

En tercer lugar, y quizá el más importante, está el viento, el mismo factor que hizo tan devastadores los incendios forestales de 2023 en Maui. Los vientos son en cierto modo predecibles, dice Thiessen. Los meteorólogos ya predijeron hace una semana la llegada de los vientos de Santa Ana, vientos notoriamente fuertes que soplan de este a oeste en lugar de soplar hacia el este desde el océano.

El viernes por la noche, “cuando leí la descripción que publicó la NOAA, se me cayó la mandíbula”, dice Thiessen. “Todavía recuerdo que le dije a mi amigo: ahora mismo hay gente viviendo en sus casas que no tiene ni idea de que su casa va a arder la semana que viene”.

El final (como el principio) también se puede anticipar vaticinar: “Es predecible cuándo se va a apagar porque el viento cesa y los incendios se apagan sin más”. Pero mientras esos vientos arrecian, “los bomberos no dan abasto”, dice. Se toman algunas medidas paliativas, como inutilizar las líneas eléctricas para que, si (o cuando) las derriba el viento, no provoquen nuevos incendios. De lo contrario, puede ser un juego de espera devastador.

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