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Opinión

Pier Paolo Marzo: ¿Qué nos dicen los mensajes de Semana Santa en estos tiempos?

La Semana Santa nos llena de mensajes e imágenes que siguen marcando la vida de la gente y nos dicen qué hacer en tiempos difíciles, como los que vivimos ahora. Se centran en la vida de Jesús el Galileo desde que decide pasar la Pascua predicando en Jerusalén, hasta su resurrección días después de haber sido detenido arbitrariamente, torturado y ejecutado extrajudicialmente. Una clave de estos usos del poder para la muerte está en el ingreso de Jesús entre palmas y aclamaciones, acompañado de decenas o centenas de seguidores, en la ciudad que concentraba a la coalición gobernante de su tiempo: sumos sacerdotes, escribas, romanos y ancianos (asesores), así como a los fariseos. Todos ellos reaccionaron a la decisión de Jesús con un montaje de proceso, asegurando el escarnio público antes de matarlo.

¿Cuál fue el mensaje que se quiso acallar? El amor al prójimo como a uno mismo, como se describió en la parábola del buen samaritano; el compartir el pan de manera que alcance para todos y todas, como se ejemplificó en el episodio llamado “multiplicación de los panes”; el conjunto de anuncios de felicidad y de reproches sintetizados en los textos de bienaventuranzas; en su práctica compasiva y liberadora de mujeres, niños y niñas, personas marginadas por enfermedades físicas, mentales y emocionales; y, en el origen de todo lo anterior, en el reconocer a Dios como un padre de todos nosotros, Padre que nos considera sus hijos, por igual, cada uno en su especificidad. Todo lo anterior tiene elementos de cuestionamiento a la práctica de los poderes de su tiempo – y en varios casos también a los poderes de este tiempo -; pero especialmente, el remarcar nuestra igualdad ante Dios Padre, subvertía el orden de poder político, económico y cultural de su tiempo. Como lo hace cualquier mensaje de igual dignidad de todo ser humano si se extraen sus consecuencias en relaciones sociales reales. Aquí tenemos un reto: ¿hasta dónde estamos dispuestos a actuar asumiendo que Dios es un “Padre Nuestro”, y que por tanto los demás merecen un trato de hermanos ante Él ?

Reto recordando que la muerte no tuvo la última palabra. La coalición de poder que la usó para quitarse de en medio a Jesús y dispersar a sus seguidores, fracasó. Su plan empezó a desbaratarse a menos de 40 horas de consumarse la ejecución de Jesús, cuándo en la madrugada del domingo, las mujeres encontraron el sepulcro vacío…

Si hoy celebramos la Semana Santa, es porque el ejemplo de haber pasado “haciendo el bien” y los mensajes de practicar la justicia y vivir la fraternidad como condiciones de una vida en abundancia para todas las personas, han prevalecido. Extraer las consecuencias de esta observación implica identificar las prácticas de mentir difamando a quiénes denuncian la justicia y exponen verdades, o las de quiénes buscan su beneficio personal a costa de los demás, especialmente de los más indefensos, muchas veces pervirtiendo instituciones de servicio, así como las prácticas de usar la ley para abusar de los más débiles. En su tiempo Jesús lo hizo y lo evidenció, asumiendo los riesgos consiguientes, aunque sin dejar el ánimo celebrante: es destacable que su detención fue luego de una cena con sus amigos y amigas. La alegría y la confianza en la vida como la última palabra fueron parte de su práctica que ejemplificaba su mensaje.

Ese ejemplo y lo que sabemos que pasó después nos dan razones para enfrentar a los operadores contemporáneos de la muerte, con la alegría de saber que la fidelidad a la verdad y al cuidado de los prójimos que encontramos en nuestros caminos, tendrá frutos   concretos en nuestras vidas y en la Historia en la que nos encontramos.

 

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