La nueva administración estadounidense ha adoptado una postura que responsabiliza a México y Canadá por la crisis migratoria y el narcotráfico, sin reconocer el papel fundamental que desempeñan los carteles dentro de su propio territorio. Es inconcebible que la primera potencia mundial no sea capaz de detectar y desmantelar las redes de narcotráfico que operan en su suelo, controlando el comercio, la distribución y la demanda de drogas tanto en Estados Unidos como en otras partes del mundo.
El narcotráfico no solo involucra a los carteles latinoamericanos, sino también a poderosas organizaciones dentro de EE.UU. que manipulan el mercado de drogas con el apoyo, directo o indirecto, de ciertas entidades financieras. Según la Administración para el Control de Drogas (DEA), más del 80% de la heroína incautada en EE.UU. proviene de México, pero su distribución está en manos de redes locales bien establecidas. La falta de acción contundente para identificar qué bancos y corporaciones están facilitando estos movimientos ilícitos plantea serias dudas sobre la verdadera voluntad de erradicar este problema desde la raíz.
Además, es alarmante que un país que observa cómo una parte significativa de su población cae víctima de las drogas no aproveche al máximo su capacidad tecnológica y el uso de inteligencia artificial para combatir este flagelo en su propio territorio. De acuerdo con los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), en 2022, más de 107,000 personas murieron por sobredosis en EE.UU., la mayoría debido a opioides sintéticos como el fentanilo. En lugar de dirigir su crítica exclusivamente hacia otras naciones, debería enfocarse en erradicar las estructuras delictivas que prosperan dentro de sus fronteras.
Dado este panorama, países como México, Canadá y Colombia deberían considerar clasificar a los grupos narcotraficantes que operan en EE.UU. como organizaciones terroristas, ya que no solo se dedican al tráfico de drogas, sino también a la venta de armas sofisticadas que terminan siendo utilizadas en actos de violencia en Latinoamérica. Según datos de la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF), más del 70% de las armas recuperadas en escenas de crimen en México provienen de EE.UU. El tráfico de armas y drogas ha cobrado la vida de cientos de personas, principalmente en México y Colombia, y es imperativo que el combate al narcotráfico sea una tarea conjunta entre todas las naciones afectadas.
Este problema global requiere cooperación internacional y un enfoque equilibrado, donde no prevalezca un discurso prepotente e imperialista, sino una verdadera estrategia conjunta para erradicar el narcotráfico y sus devastadoras consecuencias.
